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José Ramón Rekalde, Pascual Sala, José Antonio Ardanza, Juan Alberto Belloch, María Teresa Fernández de la Vega y Fernando Buesa, en la inauguración. E. C.
Los 6 casos más curiosos en los 30 años del Palacio de Justicia de Vitoria
Justicia en Euskadi

Los 6 casos más curiosos en los 30 años del Palacio de Justicia de Vitoria

Desde una mujer que pidió a los funcionarios espiar a su novio al condenado que exigir ir a la cárcel en vez de completar trabajos comunitarios

Sábado, 22 de junio 2024, 01:14

Más de 400 personas se emplean a diario en el Palacio de Justicia de Vitoria. Hay jueces, fiscales, policías, letrados de la administración de justicia... 303 son funcionarios especializados, de los que bastantes atienden en ventanilla. Durante ese contacto directo con la ciudadanía les toca solventar situaciones de todas las gamas cromáticas. Aquí va una selección –aportada por los propios trabajadores– sobre algunos de los momentos más sorprendentes vividos intramuros.

«Un día me vino una señora con un gorro vaquero con estampado de leopardo y nos mostró el DNI de su supuesto novio. Nos dijo que 'necesito que me mires si está con otra'. Al negarme, me miró a los ojos y añadió: 'entre mujeres nos ayudamos, tú no lo entiendes necesito saber, él es mi papito'», apuntan desde la oficina de atención.

El 1 de octubre de 2001, ETA explosionó un coche con 40 kilos de dinamita. E. C.

En un juzgado de guardia se presentó un hombre muy enojado. Al parecer quería denunciar un supuesto vaciado de su cuenta corriente. «No paraba de repetir que un hombre le había robado todo el dinero que le había dejado su ama. Hablaba de un tal 'Iván'. Imagina nuestra cara cuando nos enseñó un papel en que ponía IBAN, de un número de cuenta corriente». Le habían cobrado unas tasas.

Septiembre de 2018. Primera prisión permanente revisable del País Vasco al asesino de la niña Alicia. E. C.
Juicio en la Audiencia por el 'caso de Miguel'. E. C.

El círculo de un caso penal se cierra con la comunicación al sentenciado del inicio de su pena definitiva. Un conocido delincuente común acudió a conocer su última. Cuando le comunicaron que debería completar varias jornadas de trabajos comunitarios montó en cólera. «Nos dijo 'no, no, no. A mí no me pongáis a hacer cosas de esas en favor de la comunidad ni nada parecido. Yo no estoy para trabajar, me metéis tres días o los que haga falta a la cárcel pero para trabajar no estoy yo'», rememoran entre risas varias funcionarias.

Labor de detectives

También suele ser habitual que se acerquen ciudadanos a preguntar por algún conocido con el que perdieron el contacto. «Uno nos rogó que le contásemos qué tal estaba y cómo le iba a un amigo de la infancia. Le costó aceptar que por ley no podíamos acceder a ninguna base de datos».

En los accesos, el personal de seguridad ha requisado «de todo» a los visitantes. Lo más normal suelen ser «armas blancas» y «droga». Abajo, en los calabozosos, los ertzainas tienen que andar «muy pendientes» de que muchos detenidos «no se nos duerman cuando hay que subirles al juzgado de guardia».

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