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«A veces, los escritores no creamos las metáforas, sino que nos las impone la realidad. Y esas son, normalmente, las peores», reflexiona el autor euskaldun Iban Zaldua en su pieza 'Metafora'. Junto a otros novelistas —así como poetas, historiadores, periodistas o usuarios más o ... menos anónimos de la biblioteca— ha puesto palabras a reflexiones y relatos en torno al cierre de la biblioteca Ignacio Aldecoa durante el confinamiento. El resultado es el libro virtual 'Gure gabezia-Nuestra ausencia', que puede leerse y descargarse en la web de la Casa de Cultura de Vitoria.
En el prólogo de la publicación se recuerda que el cierre de la biblioteca se produjo el 10 de marzo de 2020. «Sin casi tiempo para poder avisar a nadie (ni a la misma plantilla) dejamos de ofrecer nuestros servicios presenciales y cerramos las puertas al público. Ya no compartíamos con nuestros usuarios y usuarias el mismo espacio físico», apunta el texto introductorio. Durante el confinamiento posterior, el personal del equipamiento cultural pidió a algunos escritores profesionales y aficionados a la lectura «que nos describieran cómo vivían/vivieron nuestra ausencia». Ahora, las respuestas a esa solicitud integran el libro.
Entre las 68 páginas que dan cuerpo a 'Gure gabezia-Nuestra ausencia' figuran reflexiones muy diversas, en forma de relatos, testimonios, poemas, vivencias e incluso cartas de amor como la del periodista Francisco Góngora, de EL CORREO. Subraya que la Casa de Cultura «es un supermercado de la inteligencia, un lugar donde nutrir el espíritu. Que la abran cuanto antes. La necesitamos, la amamos». O su compañero Jorge Barbó, quien indicaba que «la catedral alavesa de los libros, sería hoy un enjambre de lectores. Habría talleres, algún escritor de postín se habría dejado caer para una lectura pública» por aquella 'Biblioteca sin ratones'.
Entre los autores reconocidos aparecen voces como la de Patxi Zubizarreta o Álvaro Arbina. Éste reflexiona que «a lo mejor, es hora de distinguir lo superfluo de lo esencial, como por ejemplo: valorar realmente lo que supone acudir a la Casa del Parque y perderse en sus mil historias». Antonio Altarriba relaciona las hojas de árboles con las de los libros y señala cómo las visitas a la biblioteca nos dejan «con nuestro enramado neuronal removido por el viento siempre sorprendente de la lectura». O Karmele Jaio subraya las ganas de seguir caminando por «una pradera infinita».
Jorge González de Matauco indicaba que «de haber estado en Vitoria con la biblioteca cerrada, me habría sentido incompleto y ansioso, como si me faltara algo». Y Marisol Ortiz de Zárate remarcaba que «reabrirá y volveremos. Lo que no consiguió un incendio devastador –parece ser que la biblioteca de Alejandría, aunque dañada, sobrevivió al fuego– no lo conseguirá este virus».
El historiador Santiago de Pablo reunía algunos recuerdos de infancia y viajaba hasta un presente con la Casa de Cultura cerrada. En él confirmaba que «Internet es un recién llegado, mientras que el libro, aunque haya cambiado de formato, es un compañero inseparable de la humanidad».
Por su parte, el guionista de cómic Joseba Gómez viaja en su relato a un 2050 desde el que recuerda el cierre, la antigua biblioteca y sus tertulias. Y lamenta cómo en algún momento «la ciencia ficción dejó de interesar. Porque cuando las cosas se ponen difíciles, muy difíciles, dejan de interesar las verdades». El también historiador Santiago Arcediano recuerda su relación con las bibliotecas desde la infancia y escribe que «mi patria ya sé dónde está, dónde buscarla y sobre todo cómo encontrarla. En un rincón del parque de la Florida, en este año de 2020, bicentenario».
El autor infantil Txabi Arnal relata una historia personal en la que, tras citar a The Clash o a Faemino y Cansado, concluye que «la biblioteca siempre me saca de apuros. ¿Qué voy a hacer ahora que está cerrada?». El poema de Ana Arana o las coplas de Juan Ibarrondo son otras fórmulas para elogiar el papel cultural del equipamiento que ha coordinado durante años Teresa Castro.
Asimismo, el cantautor Tasio Miranda explica que las bibliotecas «nos seducen y nos dejamos. No nos atamos al mástil como Ulises. Nos acercamos por propia voluntad. Entramos y salimos transformados. Siempre es así».
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