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Carlos López Otín: «Siempre necesitaremos emociones que nos distingan de los robots»El interés por su obra queda patente en el público que ha acudido a las presentaciones de su último libro. En varias ocasiones, el aforo ha sido insuficiente, dejando fuera a cientos de personas. «Todos ellos me han enseñado que mi vida ha tenido sentido. Esa es para mí la mejor definición del éxito», comenta Carlos López-Otín (Huesca, 1958), uno de los científicos más prestigiosos de España. Hoy presenta su obra 'La levedad de las libélulas' en el Aula de Cultura de EL CORREO, en el espacio Vital Fundazioa Kulturunea (Dendaraba), a las 19:00 horas.
En este libro de divulgación científica, el catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad de Oviedo recurre a un símil entre los seres humanos y los insectos. «Tienen una excepcional capacidad de observar el mundo a través de su visión panorámica del entorno. Vuelan en cualquier dirección y se sostienen en el aire sin aparente esfuerzo», comenta. «Pese a sus múltiples talentos biológicos, son muy frágiles y vulnerables, lo mismo que nosotros, aunque a menudo se nos olvida».
En esa revisión de ideas ligadas a la medicina en la que se abordan materias como la educación, la salud física y mental o el desarrollo tecnológico. «Sigamos enseñando a las máquinas, pero no nos olvidemos de continuar educando a las personas», plantea López-Otín, Premio Nacional de Investigación Santiago Ramón y Cajal.
Acerca de la irrupción de la Inteligencia Artificial (IA) y sus posibles efectos en una mayor deshumanización, afirma que «nuestro futuro sigue siendo el del Homo Sampiens». «Mientras haya un componente mínimo de materia biológica en nuestro organismo, seguiremos necesitando emociones que nos distingan de los robots», remarca.
En el libro también alerta de ciertos mensajes interesados que hablan de alcanzar la inmortalidad, algo que no ve «posible ni necesario». «Hablar de la eterna juventud y dedicar sumas multimillonarias a fomentar estas ideas me parece distraer la atención de lo esencial, que es atender a los miles de enfermedades que nos abruman», indica. «Creo que no hay que aspirar a vivir eternamente, sino intentar vivir mejor», apunta.
Lúcido, con una prosa ágil, el autor reivindica el valor de la medicina preventiva y recurre a diferentes figuras y obras artísticas. Esto hace que la descripción de las claves moleculares de la salud y del envejecimiento conviva con otras reflexiones sobre esas cuestiones desde la poesía, la pintura, la música o el cine.
Uno de los temas que atraviesan las páginas es la salud mental. En un momento en el que cada vez se pone más de relieve, López-Otín se hace eco de un dato dramático. «Más millones de personas padecen hoy algún tipo de desorden emocional». «Mi reflexión particular es que la salud física y la mental son partes intrínsecas e indisociables de una misma ecuación. No es una mera cuestión económica, médica o científica, es necesario integrar la información generada».
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