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De unos años a esta parte se impone en Cáritas Diocesana de Vitoria una desgarradora certeza. Esa que certifica, según su directora Maite Sebal, que «la gente que está mal, está peor». Viene a significar que la brecha en la sociedad alavesa se ensancha ... y, aún peor, que los más necesitados se convierten en «invisibles porque la situación de los demás está bien». O no es acuciante.
La irrupción del virus con el consiguiente deterioro de la economía ha contribuido a empobrecer todavía más a aquellos que ya pasaban penurias. Pero igualmente ha causado estragos en familias de Vitoria ajenas hasta la fecha a la emergencia social. Cáritas también tuvo que cerrar por el estado de alarma nacional y suspender las actividades presenciales, pero su teléfono ha seguido abierto y no ha parado de sonar los tres últimos meses. Medio millar de personas ha reclamado auxilio de manera urgente, desvela Sebal a EL CORREO. 116 voluntarios han tratado de dar respuesta a esas necesidades básicas que se les han reclamado desde los hogares vitorianos, también a afrontar gastos de vivienda y a acompañar a dependientes. El plan 'Emergencia covid-19' surgido sobre la marcha ha destinado 400.000 euros a atender esos nuevos requerimientos. Es una cantidad reunida de la suma de donaciones, tres cuartas partes aportadas por socios y particulares de la entidad y 95.259 por instituciones y empresas locales.
«Estamos retomando el contacto poco a poco, con cita previa, de manera diferente a como atendíamos antes. Y nos estamos preguntando a dónde nos llevará todo esto. No estamos seguros de qué va a pasar», reflexiona con inquietud la directora de la institución dependiente de la diócesis. Emergencia sanitaria, ERTE, despido... Términos en boca de todos que Sebal hace suyos para cuestionarse sobre el futuro. «El horizonte que contemplamos apunta a que probablemente el trabajo gordo nos venga en enero o febrero», alerta. Mientras, sostiene la voluntaria, los alaveses más desfavorecidos tirarán «de fondos del Gobierno vasco y otras ayudas» hasta agotarse. Pero con el nuevo año aflorará la miseria traída por la pandemia.
En Cáritas se preparan para lo peor. Aunque en realidad su gestión ya avanza por un camino inquietante. Acaba de cerrar el balance de 2019 justamente la semana que conduce a la celebración el domingo del Corpus Christi, también 'Día de la Caridad', un 14 de junio que esta vez será más doloroso, que demanda de la solidaridad con el depósito de donativos o limosnas en las parroquias. 'El poder de cada persona. Cada gesto cuenta' es el lema.
Cáritas de Vitoria dio carpetazo a 2019 con unos números peores que los del año anterior, cifras que hablan de pobreza y que en consecuencia llevan a un mayor desembolso dirigido a aliviar las urgencias sociales. Así se vio en la necesidad de atender a 5.988 familias alavesas -89 más que en 2018-, el equivalente, según los criterios de la Fundación Foessa, a 18.023 personas -126 más-. De estas, un 64% eran mujeres; un 46%, desempleados y un 21%, familias españolas. En términos económicos destinó un millón de euros al desarrollo de propuestas tendentes a la inclusión laboral entre sus demandantes de empleo, otros 970.000 a acción social y 254.300 más a programas. Su mayor fuente de ingresos procedió de donativos (777.731), seguido de subvenciones públicas (493.252) y cuotas de sus socios (391.568 euros).
Durante 2019, Cáritas dio 829 becas formativas, impartió 470 talleres prelaborales y obtuvo quince contratos de inserción. Su servicio de intermediación laboral gestionó 282 ofertas, de ellas 219 de servicio doméstico.
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