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Un pique entre la Caja Municipal y la Provincial, ambas extintas, espoleó a la primera a edificar el pabellón de Landázuri, que este mes celebra su sesenta cumpleaños. Sufragado con dinero local y del Consejo Nacional de Deportes, entonces presidido por Juan Antonio Samaranch, se ... ideó en principio para zambullidas. Presumió de ser la primera piscina cubierta del País Vasco. También acogió clases y exhibiciones de gimnasia, hasta adoptar en 1968 su forma actual.
Se tapó la pileta con una superficie durísima y, en teoría, poco compatible con la práctica baloncestística. Se colocaron dos canastas del techo y se hizo la vista gorda respecto a sus dimensiones reales. Arrancaba la leyenda de la cancha más entrañable de la ciudad.
El Karpy Vitoria fue su primer inquilino habitual. A finales de los sesenta pugnaba por ser el mejor de la ciudad con el Baskonia, que se hizo con las llaves de Mendizorroza. Ya sabe cómo acabó la historia.
Le siguieron muchos más residentes. Gasteiz, Araba, San Viator, Forsec, Independiente, Jorge Fernández Cerámicas... La lista es interminable. Ha acogido esta cancha una extensa escaleta de campeonatos y ligas, desde semiprofesionales a los esforzados de los torneos provinciales. «En el baloncesto alavés, el que jugaba en Landázuri tenía un nivel», sintetiza Roberto Arrillaga.
Este colaborador de EL CORREO y antiguo brioso escolta del San Viator moderará el jueves 21 una mesa redonda con el exbaskonista Iñaki Garayalde, el exgimnasta olímpico Cecilio Ugarte y antiguo profesor en este recinto, la exnadadora María Jesús Jiménez y Edurne Llorente, quien fuera presidenta del Araba y nadadora del club Vitoria en este escenario. Su entrenador de aquella época fue Jorge Granados, nieto del compositor Enrique Granados.
«Era 'la' cancha de baloncesto. Estaban todos los jugadores y jugadoras de la ciudad. El ambiente era increíble», desglosa el extécnico ACB Iñaki Iriarte. Antes de irse a Aranalde allí cinceló a muchos proyectos azulgranas. Los exNBA Calderón y Garbajosa firmaron sus primeras canastas a la luz de su mágico ventanal lateral.
También jugaron allí Pablo Laso, David Doblas –aún en activo en Uruguay–, Iker Iturbe, los hermanos Cazorla, David Sala, Jorge García o Antonio Ramos, con sus 216 centímetros de humanidad el alavés más alto de la historia y que abandonó este maravilloso deporte a los 26 años. Reside en Kiwanee, Illinois.
El Baskonia tuvo su oficina en el descansillo. Y la FederaciónAlavesa de Baloncesto, al final de la grada principal. Landázuri es Perico Buesa, Ofelia Lebrero, Toni Bonet, Chus Cobo, Joseba del Carmen, Marta Gómez, Óscar Sesar, Bradley Southers, José Javier Gómez 'Vogli', Marijo Rubio, José Luis Espízua 'Fofo', la ahora concejal Livia López o Carlos Antía.
Quique García, más conocido como 'Kikeswing', fue uno de esos pívots peleones que se quedó a las puertas del profesionalismo. «Objetivamente es una de las peores canchas para jugar a baloncesto. Es corta y estrecha, además de tener una superficie con material duro. A mí no me gustaba, ya que no era fácil desplegar una superioridad física, pero su ubicación la hacía muy atractiva», concreta el ahora informático. «Es que era una cancha caliente y a la vez muy acogedora por la cercanía del público», añade Javi Ochoa de Alda, que llegó a jugar en el Guadalajara de Primera B con el bigotudo Vladimir Tkachenko de compañero.
El antiguo bar ubicado justo debajo de la pista y otros cercanos como el Juan, el Casa Palencia o el Alt eran un hervidero de gente más alta que la media. Varios matrimonios se fraguaron en los tiempos muertos. Un inciso.El 28 y 29 de julio de 1977 vibró a los compases de la primera edición del Festival de Jazz. La desconocida banda polaca Crash hizo de cabeza de cartel. El verano siguiente pasó a Mendi, su sede actual.
Samuel Fernández dirigió a una de las mejores selecciones inferiores alavesas que se recuerdan, con Calderón, Doblas, Ortiz de Pinedo o Edu Hernández. Entrenaban en esta céntrica cancha. «Es el escenario de referencia en Vitoria para el baloncesto de cantera. No tenía el mejor suelo, ni las mejores medidas, ni las mejores canastas, pero es uno de esos lugares en los que, ya desde el exterior, sentías que el baloncesto es el gran protagonista. Entrenar y jugar en Landázuri era, verdaderamente, hacerlo siempre como local».
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