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La pandemia ha hecho que mucha gente hable hoy de PCR, ARN (ácido ribonucleico) mensajero, antígenos y otra serie de términos relacionados con el covid ... con una naturalidad que hace tan sólo un año y medio era impensable para los biólogos. Para los expertos en las ciencias 'bio', herramientas como estas son el pan de cada día. Junto a centrifugadoras, microscopios, secuenciadores, frigoríficos a menos 150 grados o campanas les sirven para descubrir cómo se transmiten enfermedades, desarrollar nuevos fármacos, profundizar en el conocimiento del genoma humano, en el de algunas razas autóctonas de animales y ayudar con investigaciones judiciales a policías y forenses. En el campus de Álava, en el puntero edificio Lascaray, existe un banco único que guarda más de 3.000 colecciones de ADN, el ácido nucleico que contiene las instrucciones genéticas usadas en el desarrollo y funcionamiento de todos los organismos vivos y virus y a partir del cual se puede encontrar la cura a graves enfermedades, la clave de la transmisión o extension de una enfermedad o nuevas vacunas.
2010. Se crea Biomics en el seno del Centro de Investigación Lascaray del campus de la UPV en Álava. Trece especialistas rabajan en variabilidad genética, biomedicina y microfluídica.
A 150 grados bajo cero. Las neveras del banco de ADN guardan durante años las colecciones de muestras. algunas a 20 grados bajo cero, pero otras más delicadas como la de tejidos de órganos necesitan temperaturas de -80 grados y hasta de -150 grados.
El banco y las salas de extracción y análisis del material genético son el corazón de Biomics, el grupo investigador de la UPV que lidera Marian Martínez de Pancorbo, catedrática biología celular, genetista y miembro de la junta directiva del Colegio Vasco de Biólogos. Cada año desde estas instalaciones del campus alavés se publican una docena de artículos en revistas especializadas, lo que da una idea del importante papel que desempeñan dentro de la investigación biomédica. Colaboran con Bioaraba, Biocruces y Biodonostia, con el instituto Gogora para la memoria histórica, con el Ministerio de Justicia, con arqueólogos y paleontólogos, con fiscales y policías y también hacen pruebas de paternidad.
«Todo empieza con una extracción de ADN o de RNA», explica Marian Martínez de Pancorbo durante una visita a los laboratorios donde se tratan muestras de saliva, sangre, semen, tejidos o restos óseos. Dos de las estancias son de acceso restringido. Ahí se hacen los estudios genéticos de los restos de personas desapareccidas durante la Guerra Civil y la dictadura que Aranzadi ha rescatado de fosas y cunetas. Cotejan el ADN que logran extraer con el del millar de familiares de primer grado que les buscan. El grupo lleva ya diez años de trabajo y ha intentado identificar a más de medio millar de víctimas. «A veces es muy complicado extraer el ADN porque los restos están muy degradados por haber estado a la intemperie», explican Mirieam Baeta y Caterina Raffone. Cuando encuentran una coincidencia familiar saben que alguien va a poder saber que ocurrió con su ser querido. Ahora están con los restos de una fosa de Baleares.
Este grupo especialista en arqueogenética además de colaborar con el instituto de la memoria histórica trabaja con historiadores y paleontólogos. «Por ejemplo ayuda a saber qué tipo de animales domesticados tenían algunas poblaciones», relata la genetista.
El vitoriano Íñigo Olalde ha vuelto a Vitoria desde Harvard para profundizar en los estudios del ADN en poblaciones antiguas para saber más cómo se organizaban, sobre su estructura social, sus migraciones. Por ejemplo estudia los genes hallados en un enterramiento del neolítico para saber mejor sus relaciones de parentesco. Biomics cotejó hace unos años los genes de los vecinos de Busturialdea con los de los restos de Santimamiñe para estudiar lo que siguen compartiendo con sus antepasados 4.000 años después.
Saben también de priones (¿recuerdan el mal de las vacas locas?), enfermedades neurodegenerativas y de cáncer oral y otros tumores hereditarios. El bioquímico Félix Olasagasti y la genetistas Tamara Kleinbielen buscan marcadores moleculares del cáncer de mama para en un futuro poder desarrollar una terapia génica. «Determinar las características más relevantes de cada cáncer es crítico», señala Olasagasti, pionero en una línea de trabajo aún novedosa: la de estudiar las modificaciones de RNA para ayudar a los diagnósticos precisos.
También Leire Palencia ha vuelto a Vitoria desde el extranjero. En su caso desde Innsbruck (Austria) para completar una investigación de la que podrían sacar provecho en un futuro los forenses: «identificar los rasgos físicos de una persona a través de la saliva». «Ahora ya se sabe el color de la piel , los ojos o el pelo, pero se trata de ir más allá», relata. A su lado Ruth Moreira concluye sus estudios sobre las dos razas de perros pastores vascos, la Gorbea y la Iletsua, en las que ha encontrado diferencias genéticas. Ese tipo de conocimientos por ejemplo les ha ayudado a saber que la carne que requisó la policía en un pesquero procedía de delfines, relata Martínez de Pancorbo, contenta por dar visibilidad a todos los biólogos y otros doctorados en ciencias relacionadas con la vida «que están detrás de investigaciones punteras».
El centro Lascaray tiene otro importante grupo investigador que cuenta con biólogos expertos en parasitología e inmunoalergia a los que dirige Idoia Postigo. Comparten con Biomics el desarrollo de un nuevo dispositivo para detectar rápido el covid a partir de la saliva, pero su mayor campo de trabajo tiene que ver con las alergias. Están ahora con una prometedora investigación del asma alérgica, esa que produce un hongo que se encuentra presente en las casas. «Investigamos qué moléculas procedentes de los parásitos son inmunorreguladoras y pueden por tanto mejorar o curar el asma». Aunque en la búsqueda de una inmunoterapia nueva deberán contar con el respaldo de una farmacéutica, las expectativas son buenas.
Este grupo nació en 2007, aunque Postigo lleva ya 23 años persiguiendo alergenos. Junto con Biodonostia ha ayudado a relacionar el shock anafiláctico que sufrían algunas personas cuando comían carne con la picadura de una garrapata, ha analizado los parásitos de los perros que ocasionan quistes en el hígado de algunos humanos o el papel que juega la microbiota en el desarrollo del asma alérgica.
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