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El Defender asciende por una carreterita tortuosa que no es más que un camino de parcelaria asfaltado. El cielo está plomizo, ya empieza a caer una lluvia fina y, aún así, el paisaje resulta bellísimo, con una vegetación que apabulla. Es difícil no acabar con un Stendhal de manual aquí, en Aramaiao, en la pequeña Suiza alavesa. Esto no se diferencia tanto del Alp Stierenseeberg, aunque estas vacas no son blancas y negras como las del anuncio del chocolate aquel, qué va. Pardas, imponentes, estas pirenaicas miran con curiosidad a los forasteros que acaban de llegar. Uno de los novillos alcanza los 900 kilos. Mansas como ellas solas, se acercan al ganadero que les tiende una especie de granulado compacto que es como golosina para ellas. Habría que preguntarles, pero se diría que son felices. O al menos Joseba Jauregi se esmera todo lo posible para que lo sean. Él es uno de los 235 productores que se dedican a la agricultura y a la ganadería ecológica en Álava: hacen que aquí el campo sea cada vez más verde.
Según las últimas cifras que maneja la Diputación de Álava, en la provincia se alcanzan ya las 5.933 hectáreas de superficie de producción ecológica. Por poner la cifra en perspectiva, el total de la superficie cultivada alcanza las 98.598 hectáreas en la provincia. Sigue siendo una cantidad muy pequeña, sí, pero que no para de crecer: en tan solo un año se ha alcanzado un incremento de nada menos que un 28%. El dato certifica que lo 'eco' está viviendo un 'boom' en el agro alavés, que ya aporta más de la mitad (el 55,1% para ser precisos) de toda la superficie inscrita como ecológica en Euskadi.
5.933 hectáreas
se cultivan en ecológico en Álava. Es un 28% más que el año anterior, según los últimos datos forales.
«En los últimos meses hemos notado un incremento notable de nuevos socios, de personas que salen del sistema convencional y que hacen la transición a lo ecológico», destaca Noemí Aguirre, coordinadora de Natuaraba, la asociación para el desarrollo de la producción ecológica en Álava. La percepción de Aguirre está en sintonía con los últimos datos disponibles de Ekolurra, el organismo oficial encargado del control, certificación y promoción de los alimentos ecológicos en Euskadi, que estima que el pasado año medio centenar de productores vascos se registraron como 'eco'. El 80% venían de la agricultura y la ganadería convencional. ¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué cada vez más profesionales del primer sector se deciden a dar el salto más verde?
Más que una mayor concienciación sobre la necesidad (cada vez más imperiosa) de producir alimentos con menos impacto y más respetuosos con el medio ambiente -que también- lo cierto es que la clave del asunto hay que buscarla en la búsqueda de una mayor rentabilidad para las explotaciones. «Ese es un factor, pero a eso hay que sumar que la PAC viene cada vez más verde y hay quien ha decidido anticiparse», explica la responsable de Natuaraba. No conviene perder de vista que la hoja de ruta de la Comisión Europea en su estrategia 'Del campo a la mesa' pasa por garantizar que para 2030 el 25% de toda la superficie agrícola cultivada sea ecológica. Eso supone un reto mayúsculo para Álava, que tendrá que casi quintuplicar el número de hectáreas 'eco' actuales en tan solo 6 años. En el sector, asediado por los problemas tal y como se volvió a reflejar en la manifestación de ayer, pocos, muy pocos creen que tal cosa pueda ocurrir.
«Pasar de producir convencional a ecológico es muy difícil, requiere de un cambio ante todo mental: el agricultor deja de tener muchas armas y pasa a luchar únicamente con sus manos», sostiene Txema Martínez de Antoñana, de 60 años. Él sabe muy bien de lo que habla. Es uno de los pioneros de la agricultura ecológica alavesa. Lleva más de tres lustros produciendo en Orbiso. «Cuando empecé solo éramos cuatro chiflados, pero yo siempre lo he tenido muy claro», destaca.
Una intoxicación alimentaria hizo que decidiera cortar por lo sano y dejar de utilizar fitosanitarios químicos ni abonos en sus tierras. «Creo de verdad que lo que no es bueno para mí tampoco lo es para el consumidor», destaca Martínez de Antoñana, que produce garbanzo, alubia y alfalfa en sus «granjas, que no explotaciones porque nosotros no explotamos nada» en plena Montaña Alavesa.
«Yo soy un convencido de la agricultura ecológica pero estoy muy harto de la burocracia, de que te pidan tantos papeles que cualquier día ya nos van a pedir hasta el certificado de penales para dedicarnos al campo», se queja el agricultor con tono socarrón al tiempo que avisa de que «se avecina un problema muy gordo, pero no solo para la profesión, para este sector: para todos. En estas condiciones, nadie se va a querer dedicar a esto y, entonces, ¿qué vamos a comer?», se pregunta.
La misma cuestión plantea Joseba Jauregi en la otra punta de la provincia, en Aramaio. Él está al frente de una explotación de un centenar de vacas pirenaicas, una especie autóctona que a punto estuvo de desaparecer por la irrupción de razas más productivas. Él hace solo unos meses que se dedica al ecológico, «aunque no tuviera el certificado yo ya llevo en realidad desde 2006 sin utilizar piensos transgénicos, ni con aceites de palma, ni abonos sintéticos ni tratando a mis animales porque sí: defiendo que ellas mismas tienen que coger sus defensas», explica el ganadero, de 51 años.
La transición 'eco' le ha obligado a cambiar totalmente su forma de trabajar. Tiene que luchar contra las malas hierbas con la desbrozadora: nada de utilizar herbicidas. Tampoco nada de fertilizantes minerales nitrogenados, ni ningún otro tipo de fitosanitario artificial. Y, por supuesto, a sus vacas nunca se les ha administrado ninguna hormona, algo que por otra parte en España está prohibido desde 2009, también para la ganadería convencional. Los antibióticos están limitadísimos: solo se les administra cuando lo precisa el estado de salud del animal. «Estoy convencido de que esta es la única forma sostenible de hacer lo que hacemos, que es producir alimentos, alimentar a la gente», remacha.
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