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La lucha de Mercedes Maroto-Valer (Vitoria, 1971) por descarbonizar la economía ha sido reconocida por cientos de instituciones. El último, el galardón Net-Zero ... que se le concedió en la categoría de 'Mujer Innovadora' durante la COP28 de Dubái. El próximo para la investigadora, directora del Centro de Innovación e Investigación sobre Descarbonización Industrial (IDRIC) en el Reino Unido, llega hoy: la medalla de Álava, la máxima distinción del territorio. Reconocida como una de las mayores expertas del mundo en su campo, señala a la industria del territorio el camino de la neutralidad de emisiones y advierte de las consecuencias del cambio climático: «O nos ponemos al volante para dirigir las cosas hacia un camino beneficioso o nos sentamos en el asiento de atrás». «Y no sabemos adónde nos va a llevar esto», subraya.
- Ha recibido distinciones de todos los tipos, pero el máximo galardón de su tierra será algo especial para usted.
- Todos los premios son especiales porque suponen un reconocimiento y un impulso para seguir trabajando. Pero es cierto que recibir un premio en tu tierra es algo que llevas con un poco más de orgullo. Sobre todo, siendo la medalla de Álava y todo lo que representa. Cuando lo pones todo en conjunto, la verdad es que estoy muy emocionada.
- ¿Cómo explicaría a lo que se dedica en el IDRIC?
- Lo que intentamos hacer es, en realidad, que podamos mantener el estilo de vida que tenemos: dar opciones, pero de una forma más responsable con nuestro medio ambiente y con las generaciones que vienen. Esto no se trata de empezar a prohibir. Tenemos que ser socialmente más responsables, pero lo que estoy intentando, desde la investigación y la ingeniería, es dar con tecnologías que se desarrollen y nos permitan mantener nuestro estilo de vida de una forma más sostenible de lo que estamos haciendo ahora.
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- ¿En qué se está centrando ahora su investigación?
- En el corto plazo lo más relevante es la descarbonización del sector industrial, que es algo muy importante para Álava. La industria es un sector complejo de descarbonizar. Aunque quisiéramos poner todas las renovables que podemos quizás no se completaría la descarbonización. Hay materias primas que vienen de materiales fósiles, los procesos emiten mucho dióxido de carbono... No es tan sencillo como con la electricidad y las renovables. Y también es muy importante porque la industria es un motor de la economía muy importante. Tenemos esa dicotomía de descarbonizar el sector, pero no a expensas de un crecimiento económico y social.
- Aquí hay mucha industria de ese tipo: acerías, tuberías... ¿Cómo abordamos la descarbonización de ese sector en el que no vale electrificar sin destruir miles de empleos?
- Creo que aquí se trata también de la narrativa, del discurso. Tenemos que tener claro que esto es una oportunidad económica. La Edad de Piedra no se terminó porque nos quedásemos sin piedras; se terminó porque encontramos tecnologías más avanzadas que nos permitían desarrollarnos de otra manera. Esta transición va a abrir oportunidades de mercado. Debemos tener claro es que desde el punto de vista medioambiental es irresponsable seguir así. Pero es que, además, se nos abre una oportunidad económica. No hacer nada nos va a costar mucho más que invertir en tecnologías.
- ¿Somos conscientes de las alteraciones que va a suponer el cambio climático para puntos como Álava?
- Quizás aún no hemos sido capaces de concienciarnos del todo. Se habla de gigatoneladas de dióxido de carbono, de los 1,5 grados... Pero eso no hemos sabido contextualizarlo a nivel personal. Uno de los proyectos que estoy desarrollando en el Reino Unido es un programa educativo para entender la huella de carbono que dejamos cada uno. Todo esto de la captura de dióxido de carbono, su almacenamiento, el hidrógeno... Va a ser importante, pero en todos los escenarios de neutralidad de emisiones existe una parte que es la acción individual: el comportamiento, el compromiso...
- Una parte conductual.
- Exacto. Creo que es muy importante tener claro que no hay una solución. No va a haber una solución mágica que nos lo resuelva todo. Hay tecnologías, hay comportamientos individuales y, no lo olvidemos, compromisos que dependen de las instituciones y a nivel global.
- La consejera Tapia ha dicho alguna vez que hay una parte de la sociedad 'nimby'.
- Sí, hay un efecto global de 'nimbismo' de esta idea de 'Not in my backyard': renovables sí, pero no en el patio trasero de mi casa.
- ¿Qué le diría a esos vecinos que se oponen a parques eólicos, por ejemplo, como el de Azáceta?
- Si seguimos usando recursos como ahora, el calentamiento global y el cambio climático nos van a afectar a todos. Aunque ahora parezca que podemos seguir así, esto es un espejismo. Las cosas van a cambiar. Tenemos la oportunidad de ponernos al volante y dirigir las cosas hacia un camino beneficioso o sentarnos en el asiento de atrás. Y no sabemos adónde nos va a llevar esto.
- Hubo protocolo de Kioto y no cambió casi nada. Hay unos acuerdos de París que también pintan mal en el horizonte. ¿De qué sirve marcarse una hoja de ruta si no la cumplimos?
- Las hojas de ruta son buenas porque nos ponen un rumbo, una meta. Pero ha quedado claro que por debajo de ellas tiene que haber un plan mucho más detallado de cómo se va a realizar ese viaje, esa transición. Creo que los gobiernos están profundizando en eso. La primera transición ha sido la del sector eléctrico a través de renovables. Ahora nos quedan la industria, transporte... y esos son sectores más complejos, en los que hay que poner muchos más esfuerzos de los que hemos hecho hasta ahora. Los primeros partidos se han ganado, pero lo que nos queda es más complejo y vemos que algunos gobiernos empiezan a echar las cuentas y creen que no nos salen.
- El Gobierno vasco cuestionó el año pasado la imposición del coche eléctrico para 2035.
- Desafortunadamente, esto lo estamos viendo no sólo en Euskadi, también con el Gobierno escocés: un poco de temor, de preocupación porque los objetivos son difíciles de alcanzar. Creo que en estos casos hay que replantear las cosas, no abandonar hojas de ruta. Si algo no se puede alcanzar de una forma, podemos hacer otras cosas o quizás lo podemos acelerar después. Cuando hablamos de cambio climático, hablamos de objetivos para 2050. Para mí, la fecha clave, aunque no seamos del todo conscientes es 2030. Vamos a tener que disminuir las emisiones globales cerca de un 50%, incluso un poco más.
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