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Ikram El Aarrass Amachraa
Domingo, 3 de marzo 2024, 00:31
La familia Ben Yaakoub lo dejó todo en su Nador natal (en Marruecos) por el sueño europeo. En julio, esta pareja formada por Soufian y Chahida abandonó sus trabajos como camarero y cocinera. Se trajeron a sus cuatro hijos –todos menores– hasta Vitoria con la promesa de una vida mejor. Fue un engaño. Una pesadilla más bien.
El hombre que les convenció para probar suerte a su servicio ejerció también de arrendador. «Me dijo que no me preocupase por nada, que nos conseguiría piso, nos ayudaría a hacer los papeles y que tendría trabajo», comparte Soufian. Le soltaron 1.200 euros de fianza y apalabraron una mensualidad de «600 euros más gastos» por un piso en la calle Hondarribia (Lakuabizkarra). Les omitió un detalle fundamental. La casa pertenece a Alokabide y el inquilino oficial era otro. Meses después descubrirían que los empadronó en Santa Cruz de Campezo, a 37 kilómetros de su ubicación real.
A su vez, el mismo hombre les contrató en su restaurante. Pero en 'negro'. Primero incorporó a Soufian como camarero. Enseguida hizo hueco en la cocina a su mujer, Chahida, cocinera profesional. «Me prometió hacer las cosas de forma legal, para que pudiésemos tener papeles. Me dijo que no podría pagarme mucho, pero que recibiría ayudas. He estado tres meses, sin un solo día de descanso. Encima gran parte del sueldo se lo quedaba él para pagar el alquiler. Lo que sobraba no nos daba para pasar el mes», denuncia Soufian. Su ritmo laboral asusta. «Doce horas cada día. Me tenía explotado».
Su mujer le sustituyó con idéntica suerte. «Me quería a mí porque soy cocinera. No podíamos estar los dos porque tenemos cuatro niños. Me quedé yo y mi marido se hizo cargo de ellos», narra esta víctima. El lunes 4 de febrero dijeron basta, tras negarle un día libre para celebrar el cumpleaños de sus gemelas. «Ahí decidimos que teníamos que dejarlo. No podía más, estaba desesperada», lamenta Chahida entre lágrimas. Tras su marcha, la pesadilla alcanzó un nuevo rango.
«Desde ese día sólo hemos recibido amenazas. Nos decía que no podíamos hablar con nadie, que al estar en una situación irregular nos iba a denunciar y que perderíamos a nuestros hijos. También nos amenazó con echarnos del piso», enfatiza el marido. Un ultimátum que terminó cumpliendo cuando le denunciaron el 12 de febrero.
Esa semana, «desde el juzgado nos dijeron que en la Ertzaintza no cogieron bien la denuncia, porque solo pusieron 'amenazas', y que volviéramos para contar que, en realidad, éramos víctimas de tráfico de personas». Lo hicieron el domingo 25. «Sólo hicieron una ampliación del primer parte. No sirvió de nada».
De hecho, les citaron al día siguiente para un juicio rápido por «amenazas». Cuando regresaron a su hogar descubrieron que alguien les había cambiado la cerradura. En ese momento interpusieron la tercera denuncia. Ésta por robo con fuerza.
«Todos nuestros papeles y pertenencias se han quedado ahí, llevamos la misma ropa que con la que salimos, no tenemos nada», lamenta Chahida. La familia pasó los siguientes tres días en un apartahotel proporcionado por el Ayuntamiento de Vitoria, que a partir de ahí se desentendió. El viernes les telefoneó una trabajadora social... de Santa Cruz de Campezo, donde el estafador les empadronó para que los niños fueran al colegio. Desesperados, los Ben Yaakoub lanzan un último grito de auxilio. «No queremos nada, sólo recuperar nuestras cosas».
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