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Marta peciña
Lunes, 20 de febrero 2023, 08:16
Los vecinos de Goikoetxe se han cansado ya de pedir a las instituciones que tomen medidas para paliar el ruido que sufre el barrio desde ... que se construyó la autovía, en 1986. Desde entonces, el principal acceso a la localidad pasa por delante de sus casas. Eso significa un tráfico de 9.700 vehículos diarios de los que 680 son camiones, según los datos de 2021. Y es que que gran parte del tráfico pesado que se dirige a empresas como Tubacex, Jez o Envases, pasa por el barrio.
Por si fuera poco, tienen el parque de bomberos y la comisaría de la Ertzaintza al otro lado de la calle. Desde allí salen los vehículos cuando se produce alguna emergencia. Sin llegar a vivir en el barrio, mantener una conversación junto al paso de peatones donde desemboca la circunvalación es complicado. El ruido continuo obliga a elevar el tono para poder entenderse.
Marisol Bravo vive en el número cinco de Goikoetxe y se queja de la falta de medidas para paliar el problema. «Al muro que tenemos debajo de la autovía podían ponerle algo de vegetación, como hay al otro lado, porque por lo menos amortigua algo los ruidos». Ella, como la inmensa mayoría de los vecinos, tuvo que «cambiar las ventanas cuando hicieron la carretera».
Sin embargo, Ana Sánchez no termina de acostumbrarse al run run. Atiende día y noche a su padre en el primer piso del número 4. «Todos los camiones que vienen a Llodio pasan por delante de nuestras casas. Empiezan a las cinco de la mañana y me da la sensación de que algún día va a entrar uno en la habitación mientras dormimos».
No lo dice como exageración sino porque ya ha presenciado varios accidentes importantes. «Cuando un autobús se empotró contra la parada de Zumalakarregi, al final de la cuesta, y el camión que volcó en la subida y se cayó hacia la zona de la urbanización nueva antes de que la hicieran», relata. A su padre también le afecta el ruido. «Tiene que poner la tele más alta para oírla y luego, no oye el timbre», apunta.
Begoña, una de sus vecinas del número 12, asegura que «ya nos hemos acostumbrado. Llevamos muchos años viviendo en el barrio». A ella le molestan «los ruidos menos frecuentes, como los camiones congeladores que esperan con el motor encendido para poder descargar en el supermercado». A María García, que vive en el cuarto piso del número 8, le afecta mucho más que la autovía «el ruido de ambulancias y bomberos que cada vez que salen, son muy escandalosos».
En los pisos nuevos recién construidos en el último tramo de Zumalakarregi no tienen motivo de queja. Aunque algunas de las casas tienen vistas directas al puente de la autovía, «están bien hechas, así que con las ventanas cerradas no se oye nada. Tampoco hemos oído quejas entre los vecinos», explica la joven Idoia Jiménez, que vive en el quinto piso de uno de estos bloques.
Tampoco tienen motivo de queja en el número 81, situado junto a la rotonda. Los vecinos del primero aseguran que «si cierras las ventanas, no se oye nada». Mucho más sensibles son los clientes de la clínica veterinaria Zaunka, justo al pie de la rotonda. Naiara Mora, que atiende a los animales, asegura que «hay algunos a los que les afecta el ruido, sobre todo si viven en zonas tranquilas. Se ponen nerviosos cuando notan algo que no les es familiar».
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