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Su origen se remonta al Paleolítico. Primero fue el caldo y luego, la sopa. Es una de las comidas más socorridas en el mundo entero, sobre todo en los meses más fríos. Los restaurantes parisinos más modernos de mediados del siglo XVIII ofrecían consomés y ... caldos a la clientela acomodada que necesitaba reponerse de alguna enfermedad. Es un alimento reconfortante que templa el ánimo y goza de muchos fieles en la capital alavesa. Un claro ejemplo es el caldo de La Hiedra (Extremadura, 17), es casero y asombra a todo aquel que lo prueba porque el sabor es impresionante. Y en Amarika (Plaza de Amárica, 3) también sugieren un caldo que quita el habla desde el primer sorbo, canta en la cuchara y calienta cuerpo y alma. También hay buenos caldos en El rincón de Luis Mari (Rioja, 14) o en La Unión (Plaza de España, 4).
Un periplo en plato hondo. En Restaurante Mesa (Chile, 1) brindan un consomé de ave o una sopa de pescado y marisco, para que haya donde escoger. Está la receta tradicional, sobria, pero candente, y la enriquecida con ingredientes de primera que aportan un sabor fuera de serie. Y en el Conde de Álava (Cruz Blanca, 8), también hay consomé, pero de carne, muy apetitoso. Si se acerca al ensanche, en la carta del Zabala (Mateo Moraza, 9) destaca una sopa de pescado elaborada a la manera más tradicional, arropada con merluza y gambas. Sorbos reparadores.
La sopa de pescado del Araba (Avenida de Los Huetos, 17) es gloria bendita. Cocinada con mimo, paciencia y productos de categoría, aporta un sabor impresionante, concentrado y delicioso. También pueden presumir de una sopa de pescado increíble en The Bost (Florida, 5), enriquecida con marisco de primera, es sobresaliente. El Portalón (Correría, 151) acoge al visitante en un edificio del siglo XV y allí bordan una sopa de cocido vitoriano. Un caldo de zancarrón, gallina, hueso de caña y hueso de jamón que prospera el cocido de tres legumbres -dos alubias pinta y blanca, y garbanzos-, con cocciones diferentes. Sensaciones impresionantes de una receta recuperada de principios del siglo XIX. ¡Qué gustazo!
Si hay un templo gastronómico que huele a mar en Vitoria ese es La EsCotilla (San Prudencio, 5). Y en ese ambiente náutico no puede faltar una sopa de pescado de Iparralde, fórmula típica de la costa vascofrancesa que se elabora con hortalizas, pescado y marisco. Merece la pena desplazarse a pocos kilómetros de la capital, para degustar en Taberna La Era (Escota) una sopa de ajo con almejas que tiene muchos fieles. Lógico. Y si ampliamos las fronteras, probemos el Caldo Verde de O'Moinho (Venta de la Estrella, 6), una sopa de berza con chorizo que es una de las delicias gastronómicas portuguesas. Es de textura más espesa, pero muy sabrosa. Los sabores originales de Asia relucen en Pattaya (Ortiz de Zárate, 15) con el Tom Yun, una sopa thai con langostino, pollo y tomate, aromatizada con lemon grass y especias, y con crustáceos; y la sopa de Miso, uno de los platos principales de la cocina japonesa con base de pasta de soja, y aromatizada con tofu y algas.
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