
Antonio Rivera | Catedrático de Historia de la UPV y analista político
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Antonio Rivera | Catedrático de Historia de la UPV y analista político
El 24 de mayo se cumplen 45 años desde que Vitoria fue designada sede oficial del Parlamento y el Gobierno vasco, lo que viene a ... ser una capital de facto a falta de un reconocimiento legal. EL CORREO entrevistará durante las próximas semanas a protagonistas de ese momento clave de la ciudad y a analistas para evaluar sus consecuencias. Antonio Rivera estrena la serie. Vicerrector del campus alavés de la UPV (1997-2005) y viceconsejero de Cultura del Gobierno vasco (2009-2012), ha retratado la historia del territorio alavés como pocos en numerosas publicaciones, en las que ofrece una perspectiva amplia de la transformación de la capital.
- ¿Ha merecido la pena todo este proceso?
- Ha merecido la pena para el proyecto político de autogobierno y democracia en el País Vasco, que es la experiencia histórica más importante que hemos tenido nunca. Ser residencia de la mayoría de las sedes institucionales vascas, que no es capitalidad en el sentido más estricto, sirvió a partir de los ochenta para que Vitoria se 'terciarizase' y completara una economía que aún sigue siendo fuertemente industrial. Ha sido un valor añadido de mucha entidad porque no hay que perder de vista que la administración acoge un tipo de empleados y funcionarios de alto rango, tanto en términos de capital social y de conocimiento, así como de salarios y rentas. Todo ello contribuye a que la propia ciudad incremente notablemente su posición. No cabe ninguna duda de que la capitalidad ha sido un gran negocio.
- ¿Y cómo ha modificado el papel que juegan Álava y Vitoria en el engranaje vasco?
- Es el 15%. Es lo que era. No cabe ninguna duda de que la capitalidad le dio una presencia, una visibilidad y una dimensión a la ciudad, y por ende al territorio, que sin ese factor no hubiera tenido. Vitoria y Álava serían la hermana pequeña, que no la pobre, de Bizkaia y Gipuzkoa. Además sigue siendo la provincia menos identificada con los estereotipos vascos que pretende vender determinada cultura política. En eso no hemos cambiado demasiado.
- Usted ha escrito que el nacionalismo se inclinó por Vitoria con la esperanza de que «las bondades de la elección hicieran más vasca la provincia».
- El nacionalismo era muy consciente en 1979 de que la adhesión de los alaveses era muy inferior a la que podían manifestar vizcaínos y guipuzcoanos. Este es uno de los factores que entran en liza. La administración genera una población a su alrededor que, de alguna forma, vive dependiendo de ella (aprovisionadores, servicios, empresas que abastecen...), y eso lo aprovechó el nacionalismo para generar una población que se vincula directamente a la continuidad de las propias instituciones vascas y por ende en la apuesta por el autogobierno.
- Bilbao parecía entonces la apuesta segura.
- No había transferencias, ni siquiera estaba bien establecido cuál iba a ser la aportación de las diputaciones. Pensar en contar con seis o siete ubicaciones físicas era una auténtica quimera. Y ahí apareció Emilio Guevara, diputado general de Álava y portavoz del PNV en el Parlamento vasco, que coloca un instituto en desuso y sin ninguna función como sede del legislativo, la vivienda de un empresario local como residencia del lehendakari o un geriátrico como el actual edificio del Gobierno vasco. ¿Quién se podía resistir a eso?
- ¿Sería posible alinear a los partidos hoy en día para que Vitoria consiga ser capital por ley?
- En estos momentos no habría ningún problema en normalizar esta situación. Lo lógico es que si alguna vez abordamos una reforma en condiciones del Estatuto, consensuada por la política y la sociedad vasca, esto forme parte del debate. Serviría para que deje de ser esa 'revolución' pendiente que aún deja abierta la puerta a que la capital pudiera ser Pamplona alguna vez, o cosas por el estilo, sino que establecería directamente que la capital de Euskadi es Vitoria. Se podría hacer una ley que aclarara de una vez este asunto y el canon de capitalidad.
- Eso serviría para acabar con las suspicacias del resto de territorios.
- Es que posiblemente normalizando esta cuestión dejaría de ser un motivo de discusión cada cierto tiempo. ¿Por qué no lo arreglamos? La respuesta es que los vascos tenemos esta inclinación hacia el chalaneo, como lo venimos haciendo con Madrid desde hace 300 años. Le hemos cogido el tranquillo y como nos va bien hacia afuera... ¿por qué no nos va a ir bien hacia dentro?
- ¿No cree que los partidos políticos tan sólo se acuerdan de que Vitoria representa a 20 de los 75 parlamentarios vascos en elecciones?
- Aquí tiene más que ver el silencio en el día a día. Pensemos en lo que está sucediendo con el debate sobre si el tren de alta velocidad (TAV) tiene que pasar por Vitoria o por Ezkio Itsaso. La posición que ha adoptado el conjunto de la élite guipuzcoana ha dejado anonadados a los alaveses. Es una actitud, una disposición beligerante que no se corresponde demasiado con lo que es una relación democrática y de cierto sosiego en la resolución de las cuestiones políticas. Esas son las grandes decisiones y donde, en este caso, está en juego el futuro de una ciudad, de una provincia. No es tanto lo que se pueda decir en las campañas electorales o en las proclamas porque no se debe confundir lo aparente con lo real. En este pequeño país siguen teniendo una influencia extraordinaria determinadas instituciones, entidades, lobbies y grupos de interés que tienen un gran peso en Bizkaia, menos en Gipuzkoa y muchísimo menos en Álava.
- ¿Está de acuerdo con el canon de capitalidad?
- No puede ser el resultado de un tira y afloja. Pero en cualquier caso es un asunto que no se sostiene. ¿Cuál es la razón para que paguemos como un perjuicio aquello que en sí mismo es un factor positivo? La capitalidad reporta una gran cantidad de beneficios de orden económico y de intangibles, como es la propia visibilidad. Es palmario que no hay justificación en cómo se invierte el canon. Cuando ves en qué se ha gastado el Ayuntamiento los diez millones de euros que se le aportan por este concepto, te encuentras con que básicamente lo dedica a cuestiones ordinarias y he encontrado que, por ejemplo, lo ha usado para el arreglo y la mejora de cementerios.
- Ningún partido político se ha opuesto a ello.
- Porque una cosa es la realidad y otra cosa es cómo se juega en política. El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, es un tipo muy listo y un gestor muy eficaz, y en unas declaraciones hace unos años le decía al entonces regidor de Sevilla que él no pediría un canon, sino que lo pagaría por convertirse en la capital andaluza.
- ¿Qué supondría para Vitoria la pérdida de su condición de cabeza autonómica?
- Es imposible, pero en el hipotético caso sería perder uno de los tractores económicos y eso limitaría algunas posibilidades. Pero pensemos que, a diferencia de lo que ocurre en las otras capitales vascas, Vitoria sigue creciendo en población. ¿Por la administración? No, por la industria y la inmigración. Generaría determinadas dificultades, pero peor sería que cerrase Mercedes. Ahí estaríamos hablando, del ser o no ser de la ciudad. Si se perdiera la capitalidad sería un jarro de agua fría, un serio hándicap, un problema añadido que habría que resolver de alguna forma, pero no convertiría a Vitoria en Detroit después de la marcha de General Motors.
Antonio Rivera es un experimentado 'runner'. Muchas veces elige el Anillo Verde de Vitoria para hacer deporte y aislarse del ruido de la ciudad y despejar su mente para preparar las clases y los análisis sociales y políticos. «Me gustan mucho el bosque de Zabalgana y el de Armentia», señala el catedrático de la UPV, pero sobre todo le gusta «su parte más interior». «Normalmente paso siempre corriendo y vestido de corto porque los visito cuando salgo a correr, pero son espacios dentro de la ciudad donde te encuentras por un momento al margen de ella», explica en su despacho de la Facultad de Letras justo antes de entrar a impartir una asignatura.«Yo soy un urbanita, pero me gustan estos lugares un tanto aislados. Bosques urbanos, si sirve de aparente contradicción», completa el profesor universitario, a quien no paran ni las lesiones.
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