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Los montes de Álava esconden los refugios más inhóspitos. Desde ermitas que hace tiempo que vieron su última misa hasta puestos de caza y cabañas que los pastores frecuentaban cuando el vendaval y la lluvia les sorprendía a la intemperie con el rebaño. Es el ... caso por ejemplo de Askazaroi. Ubicada en el parque natural de Aitzgorri-Aratz, la población más cercana es Araia, a cinco kilómetros ladera abajo. Un lugar que entre la niebla o en en noche cerrada se puede antojar hasta terrorífico, pero que para los montañeros más intrépidos sirven de magnífico lugar para una escapada rural en familia.
El Ayuntamiento de Asparrena ha invertido en recuperar esta vieja txabola para que en lugar de resguardar latxas o vacas, empiece a dar techo a senderistas desorientados o simplemente con ganas de asar unas txistorras en buena compañía. «Hace unos meses que la arreglamos. Ahora solo falta trasladar el equipamiento, pero es difícil porque no hay un camino marcado», explica la alcaldesa, Txelo Auzmendi.
No es el único abrigo que esconden las laderas de los montes de Araia. El Consistorio tiene habilitados otros tres como la de Gaztazapadoi. «Tenía un uso pastoril hasta que la Diputación nos subvencionó el arreglo». Hoy ya tiene su cocina y sus literas, lo imprescindible para hacer noche. «Solo hay que pedir la llave en el Ayuntamiento, se abona una fianza y la puede utilizar cualquier familia que quiera», anima.
La que sigue teniendo un uso preferentemente ganadero son la de la Dominika y Aiarte. La primera, sin ir más lejos, es propiedad de la Parzonería General de Álava-Gipuzkoa. La administradora de montes comunales más antigua del territorio sigue haciéndose cargo de estos lugares en los que los labradores que todavía pasean los caminos del Aitzgorri tienen prioridad de pernocta.
Propiedad de la junta administrativa de Albéniz, la txabola Martín es quizá una de las que se ha hecho más famosa entre las casas rurales de esta zona. «Está abierta a todo el que quiera ir, aunque ya nos han mandado mails preguntando por ella», explica Alain Mendíjur, presidente del concejo. Los vecinos tratan de tenerla lo más adecentada posible aunque, asume, no siempre es fácil. «Alguna vez hemos comprado algo nuevo y luego nos lo rompen o lo roban. Por ejemplo, pusimos un depósito para almacenar el agua que recogía el tejado y desapareció», lamenta.
Monta ña Alavesa también esconde rincones con sus refugios. En Azáceta el de referencia fue durante años la ermita de San Vitor, gestionada por la Federación Alavesa de Montaña. Poco después de que dejaran de hacerse cargo, los vecinos de Vírgala construyeron su propio albergue. Bautizado como El Askarro, esta coqueta cabaña en pleno bosque la levantaron en 1999. «Está abierta, los vecinos la usamos para hacer comidas de vez en cuando. Tiene una cocina de butano, chimenea y una mesa con bancos», cuenta la responsable de la junta vecinal, Ana Fernández de Monje.
De similar factura también es el refugio de una de las cumbres más conocidas del territorio: el Joar. «La construyeron entre los vecinos de Campezo y alrededores hace 15 años», recuerda la alcaldesa, Ibernalo Basterra. «De vez en cuando hacen vereda y suben leña. Tiene una cocina abajo y un altillo para dormir».
No muy lejos, entre las copas altas de los hayedos de la cara norte de la sierra de Cantabria, está el refugio de la fuente de San Juan. Las llaves están puestas todo el año. Y en su interior se puede encontrar dos camas, una modesta mesa y unas sillas para comer y unas parrillas.
Aunque la cabaña más tradicional en la zona ya no son las de pastoreo. «Hace por lo menos hace 30 o 40 años» que la ganadería extensiva pasó a mejor vida, señala el alcalde de Lagrán, Jose María Martínez. Hoy los que necesitan encontrar techo son los cazadores. De uso exclusivo para la actividad cinegética son los refugios de El Estillar y El Taldape, en Lagrán, y el de Onzate, en Pipaón. «Son casas que usan para guarecerse cuando es época de cazar palomas» explica el edil, «son propiedad del Ayuntamiento. Acceden a su uso cuando se subastan los puestos de caza. Ellos se encargan por el periodo que les toca de cuidarlas».
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