Blusas y neskas con más ganas que nunca

Este domingo la imagen era bien diferente. Desde los más pequeños hasta los veteranos se volvieron a calzar las abarcas, deseosos de poder hacerlo el próximo año en un marco de normalidad. Hasta los txistus y tamboriles volvieron a sonar por la mañana durante una kalejira improvisada que montó un grupo de blusas y que llamó la atención de todos los que paseaban por las cercanías de la plaza de la Virgen Blanca.

El 25 de julio es día de comidas de amigos y de familia, en restaurantes y en sociedades gastronómicas. Y muchos no renunciaron a la tradición. Era el caso de 'Los Marianos' de Luken, que tomaban el vermú en el callejón entre la plaza de España y la Virgen Blanca. El pasado año no dudaron en lucir sus trajes de blusa y este año tampoco. Eso sí, con una importante novedad. «Nos hemos hecho todos un test de antígenos para estar más tranquilos», contaban minutos después de realizarse la prueba y algunos todavía a la espera del resultado. «Acabo de llegar de Reino Unido porque vivo allí y los he traído yo, que nos entran en la Seguridad Social», explicaba Pablo. La cuadrilla optó por quedar pronto, después del desayuno, y el plan era comer en la sociedad después de los primeros potes. «Refleja que se puede ser blusa y responsable», pedía uno de ellos mientras los chiquillos de la cuadrilla jugaban alrededor. Ahí queda.

A pesar del gran ambiente en las calles del Casco Medieval y el Ensanche, a este Día de Santiago le faltaron muchos ingredientes en la capital alavesa. Ni carrera de barricas, ni feria agrícola, ni dianas, ni vaquillas, ni herri kirolak, ni mercado de ajos en la Cuesta para abastecerse durante todo el año. Tan solo se celebraron dos actos oficiales. Una misa en la Catedral de Santa María oficiada por el deán del cabildo catedralicio, José Domingo Gómez, a la que asistieron el alcalde y representantes del Centro Gallego de Vitoria, y un homenaje a los vitorianos fallecidos este año en el cementerio de Santa Isabel organizado por la Comisión de Blusas y Neskas.

Las terrazas volvieron a convertirse en lugar de encuentro, y en una de ellas habían reservado Ania, Mikel y la pequeña Laia, que a sus cuatro años lucía feliz el mini traje de neska. «Hemos quedado con la familia como todos los años. Daremos una vuelta, pero sin meternos en calles con mucho jaleo», compartía Ania, con su mascarilla negra y roja a juego con el traje tradicional. También deseosa de que fuera el último 25 de julio con tapabocas. Un deseo que compartían Julen Irazabal y su cuadrilla, de cañas en una de las mesas junto al Memorial. «Es un día a medio gas. Se echan de menos los paseíllos y las comidas multitudinarias», confesaban.

Este grupo de veinteañeros fue de los que el sábado salió y se recogió pronto, antes de las 2.00 horas en casa después de que los bares bajaran la persiana a la 1.00 o antes incluso. La noche del sábado hubo ambiente en las calles del Casco Medieval, pero no se registraron grandes aglomeraciones, altercados ni peleas como las de sábados anteriores en la calle Portal del Rey.