Y 366 EN BISIESTO

Pienso que ante asuntos como este, el de la apertura desde las ocho de la mañana hasta las dos de la madrugada todos los días sin distinguir sobre el calendario jornadas negras o coloradas, cobra más sentido que nunca el valor de la perspectiva. Y me explico. De pertenecer al género de los compradores olvidadizos -esos que entran a por un algo, lo olvidan y se llevan a cambio lo que no tenían previsto adquirir- opinaría que algo así sienta como un tatuaje sobre la piel ávida de tinta. Aunque también creo que, salvo artículos de primerísima urgencia, lo no obtenido hoy bien puede esperar a mañana, incluso en esta sociedad para la que el futuro se conjuga en presente inmediato. De engrosar el gremio de los minoristas, tendría que agacharme para recoger la moral caída por una valla más en la dura carrera sostenida con grandes cadenas y ventas por Internet.

Entiendo que el comercio le quedan pocos remedios diferentes al de adaptarse a los nuevos hábitos consumidores de unas generaciones mutantes en las costumbres. Defiendo la libertad de cada cual para hacerse con el producto deseado donde quiera. Pero también comprendo que los profesionales de toda la vida necesitan ahora pértigas para saltar las dificultades que antes sobrepasaban con un buen talonamiento.