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El agricultor comprueba los surcos recién sembrados.
Quien bien ara, bien segará

Quien bien ara, bien segará

DE SOL A SOL CON JAVIER ·

Al menos, eso promete el refrán. Tras la cosecha del cereal y la patata, los agricultores labran y siembran las tierras para iniciar un nuevo ciclo, atenazados por la subida del precio del gasoil y los fitosanitarios

Domingo, 14 de noviembre 2021, 01:03

Sydney Guilaroff fue el peluquero oficial de grandes damas de la jet del Hollywood dorado como Marilyn Monroe, Marlene Dietritch, Greta Garbo, Grace Kelly y Lucille Ball, a la que tiñó de pelirrojo para que su carrera como cómica terminara de dar un petardazo. Entre los consejos que el virtuoso de las tijeras ofrecía a sus clientas de postín se encontraba el de dedicar, cada noche y sin excusas, entre 20 y 30 pasadas de cepillado a sus cabelleras para que lucieran sedosas y brillantes. Bien visto, esto tampoco es tan distinto de lo que que anda haciendo estos días Javier con sus largas, larguísimas melenas de varias hectáreas de arcilla y arenisca. Tras toda una mañana peinando y repeinando con mimo esa tierra parda, el arado acaba con grandes terrones apelmazados, en una imagen que recuerda un poco a cómo queda el cepillo de un alopécico, repleto de pelos ralos adheridos, cuando termina de acicalarse.

«Siempre digo que es una tierra cariñosa... porque se pega mucho», sonríe. Sólo alguien que habla así de sus cuatro terrosas hectáreas y pico, personalizándolas, siendo consciente de que son únicas y precisan cuidados delicados, les puede dedicar tantísimos mimos. Javier Ortiz de Orruño, el agricultor al que en estas páginas acompañamos durante todo un año se afana estos días en peinar, en acicalar sus campos para dejarlos listos para el tempero, el estado idóneo para la siembra.

Arriba y abajo de la pieza, arriba y abajo, toda la mañana, con la radio de fondo, muy bajita. En el boletín están hablando de la crisis de los microchips y de esa tormenta perfecta que se avecina en el horizonte del comercio internacional. A él, claro, le importa mucho más lo que ve desde su tractor, lo tangible, lo que tiene ante sus narices: la escalada de los precios de los suministros agrarios. El gasoil, por las nubes y los fitosanitarios, a precio de oro. «Y más que van a subir los nitratos y los fungicidas. Y el gasoil hace unas semanas estaba a 0,60 euros el litro, ahora 0,86. Llenar el depósito (de 350 litros) del tractor me salíapor 210 euros. Ahora, por 301», bufa el agricultor.

Arado mellado

De todos modos, aunque por los altavoces de la cabina se escuchen tertulias políticas monótonas y más tarde música, Javier en realidad sólo está atento al sonido del arado, al sonido de la tierra revolverse entre esa especie de grandes púas espesas que, de pronto, ¡crack!, un enorme pedrusco hace quebrar. «Es la primera vez que me pasa en todos estos años», se duele el agricultor mientras hace balance de daños: una de las juntas, relucientes como el acero de una guadaña, se ha partido. Con todo, la jornada tiene del labriego tiene que continuar.

Antes con arado romano y azada, a puro riñón, y hoy con el enorme John Deere, maniobrando con el volante, el resultado de la labor no deja de ser el mismo: remover la tierra, airearla, para hacerla menos compacta y prepararla para la siembra. Con el paso del apero, las malas hierbas desaparecen de la superficie y se entierran. La parcela, lisa, plana y verdosa se vuelve a cada pasada terrosa, marrón y apelmazada. El arado penetra unos 30 centímetros en el suelo y, más que peinarlo, parece cardarlo.

La radiografía

  • 43.133 hectáreas de cereal se sembraron en la pasada campaña. En 2020 se obtuvieron unos rendimientos medios de 5.675 kilos por hectárea.

  • 20.335 hectáreas de trigo se trabajaron en Álava en 2020. Es el cultivo mayoritario y con más rendimiento: 7.000 kilos por hectárea.

Ya lo dice aforismo: quien bien aró, bien segó. En efecto, los beneficios de una buena labranza son incuestionables. Sin embargo, la técnica está relacionada, a largo plazo, con la erosión de los suelos. En los últimos años se han tratado de introducir laboreos menos invasivos, como el de la siembra directa, sin necesidad de labranza previa. El propio Javier decidió optar por este método en una campaña anterior. Además del teórico menor impacto medioambiental también acarrea una reducción de costes tanto en tiempo como en recursos.

Sólo un día después, el labriego ya está sembrando. «Con un día es suficiente para que la tierra se oree y si ha habido alguna pequeña helada por las noches, como pasa en esta época, ya es perfecto», explica. Para sembrar una hectárea de trigo filón, la variedad por la que ha optado Javier para la próxima temporada, son necesarios 240 kilos de semilla. La tolva que lleva acoplada la sembradora tiene una capacidad de 900 kilos. Justo para la finca.

El proceso es sencillo, con la tierra removida, de aspecto esponjoso, la máquina escupe de forma automática el grano, lo clava en la tierra y un sistema de pequeños rodillos neumáticos los tapa con delicadeza hasta que quedan enterrados. Y ya está. Más tarde llegará el momento de tratar el cultivo de cereal, de aplicar los tratamientos necesarios, de estar al tanto, pero ahora, ante esta gran finca que ahora sólo es un solar y que en unos meses volverá a ser un mar de mies dorada, solo queda esperar. Aguardar a que venga un buen mayo, otra vez, el mes clave para este el trigo. A merced del tiempo.

El agricultor

Patatero (y a mucha honra), pero también labriego del cereal y la remolacha, Javier, de Arangiz, 49 años, casado y con dos hijos, lleva desde los 25 trabajando en el campo. Tiene el oficio más hermoso del mundo. Él es uno de los 3.000 alaveses que viven del campo. EL CORREO le acompaña durante todo un año de trabajo.

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