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Pocas costumbres hay tan peligrosas y desagradables como la de celebrar la Navidad antes de tiempo», escribía el siempre citable periodista Gilbert Keith Chesterton, uno de esos eruditos que supo transmitir su curiosidad y honda sabiduría a todos los géneros literarios que tan proteicamente cultivó. ... Una nota que, en estos tiempos cada vez más tempraneros y apresurados en el festejo de acontecimientos, se torna ya en rabiosa actualidad. Cada cosa a su tiempo y en su momento que dirían los antiguos, o sea los clásicos, aquellos que no pierden la luminosidad ni el pulso de la historia, aunque ahora nadie los consulte, acaso -es una ironía- en la más estricta intimidad.
Pero hay singularidades representativas como los belenes, nacimientos o presepios que, si bien alcanzan notoriedad y cierta exclusividad en las fechas que se ciernen, deberían disponer de una autoridad mucho más allá incluso de la esclavitud de una determinada cronología o de los fraternales abrazos que afloran en estas épocas tan concretas del año. Permanencia, estabilidad y regularidad que afortunadamente ha gozado antes con el Museo de Bellas Artes, cuando era Provincial y 'Casa de Álava', como ahora en el Museo de Arte Sacro de la Catedral Nueva, el soberbio conjunto del belén napolitano adoptado en estas tierras hace ahora siete décadas, que se cumplirán en el inmediato 2020.
Fue a lo largo del año 1950 cuando se iniciaron las gestiones y los trámites harto laboriosos y ahora privilegiados para el patrimonio artístico alavés en conseguir la exportación de este presepio. Ya estaban sometidos a protección, salvaguardia y escrupulosa vigilancia por las leyes italianas, no podían salir del país transalpino ni comprarse salvo en muy honradas ocasiones. Las circunstancias, los hados, jugaron a favor. El ilustrador y dibujante Carlos Sáenz de Tejada ya era pimpante director artístico de la empresa naipera Heraclio Fournier. Y lo profesional se trocó rápidamente en cariñosísima amistad con Félix Alfaro Fournier, el mandamás de la fábrica, adalid y promotor de la aventura de traer el belén napolitano hasta estos lugares.
Don Félix ponía el peculio; don Carlos las influencias y las diligencias. Contaba el artista con la inestimable complicidad de su amigo el prestigioso arquitecto madrileño Luis (Martínez) Feduchi con quien había colaborado en algunos de sus edificios y hoteles más emblemáticos y céntricos de la capital pintando grandes decoraciones murales. Asumido el encargo, las conexiones con las autoridades italianas al más alto nivel vendrían por añadidura, pero nunca resultaron fáciles. Hubo que involucrar a las embajadas, a la italiana en Madrid y a la española en Roma. Un trajín diplomático de órdago, casi un verdadero belén entre papeleos oficiales y otros menesteres. Jubilosamente todo ello con los resultados ahora disfrutados.
Para lograr el éxito, se imponía estratégicamente una campaña sobre el terreno. Las gestiones debían ser directas, 'face to face', o sea, cara a cara, sin intermediarios. Con motivo de sus bodas de plata, en mayo de ese año 1950, Sáenz de Tejada emprendía viaje a la península itálica con su mujer Mª Luz Benvenutti. Mientras recorría algunas de las ciudades más importantes y visitaba sus principales museos, asistiendo incluso en el Vaticano a una audiencia papal -colectiva- con Pío XII, en medias, entre idas y venidas, cerró negociaciones. Así un espectacular y genuino belén napolitano del siglo XVIII -la centuria de máximo esplendor creativo de los talleres partenopeos- podía emigrar con todos los papeles en regla hasta la ciudad de Vitoria. A nadie escapa que aquello, ya por entonces, no era precisamente moco de pavo.
Además de pinturas, esculturas, armaduras y armas de épocas y geografías diversas, naipes y otras colecciones, a Félix Alfaro debemos la donación a la provincia de este acreditado belén napolitano. Aportamos la fecha probablemente también como primicia: julio de 1952; en la Sesión del Consejo de Cultura de la Diputación alavesa celebrada el día 12 de aquel mes y año. Dejó muy claro el donante, asimismo, que el montaje del belén correspondería exclusivamente a Sáenz de Tejada.
El presepio está compuesto por un total de 56 figuras, entre humanas y animalísticas, dotadas de gran expresividad, gestualidad y exotismo. Piezas articuladas en barro policromado (terracota), madera y alambre, con ricas telas y materiales más bastos como la estopa que con otros complementos y accesorios siempre muy singulares, los llamados 'finimenti', conviven en particular puesta en escena. Todo ello con el atrezo debido.
Escenografía original, por tanto, del propio Sáenz de Tejada, que recreaba bajo bóveda un paisaje de secano muy decoroso a tono con las desérticas tierras de Palestina en su ubicación primitiva del Museo Provincial o de Bellas Artes, para desde 2004-2005, después de cuatro años sin exhibirse, volver a mostrarse este belén napolitano en su emplazamiento actual del Museo Diocesano. Ya con el cristianismo triunfante sobre unas ruinas y arquitecturas clásicas, enraizados estos vestigios otrora entre creencias paganas.
Justo es mencionar que, con otros, a contumaces enamorados del belenismo vitoriano como Pedro Pablo González Mecolay se debe esta distribución más reciente. Año tras año, la tradición continúa.
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