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La desescalada llega también a la ONCE, y los más de 500 vendedores de la organización en Euskadi, todos ellos personas con discapacidad, vuelven el 15 de junio a la calle con el regreso del sorteo del tradicional cupón. Pero además en Álava hay 543 ... afiliados a quienes la entidad ayuda a adaptarse cuando pierden la visión. A las dificultades que se encuentran en circunstancias habituales se suman ahora las medidas derivadas de la crisis del coronavirus. La fundamental es la distancia personal, los dichosos dos metros. ¿Cómo lo afrontan las personas invidentes o con baja visión? «Con muchas complicaciones», advierten varios afectados. En su contra juega además que el confinamiento contribuyó a borrar las referencias auditivas y olfativas que les guían en su día a día.
Ahora que se permiten paseos y sesiones deportivas la dificultad es caminar por la calle evitando el contacto. Las bicicletas que cruzan la vía pública o los dueños de perros con correas largas, constituyen dificultades añadidas, cuando no evidentes riesgos. Subir al transporte público con limitación de aforo supone igualmente un reto. Para superar todos estos desafíos ellos piden a la gente sensibilidad y que se animen a advertirles abiertamente si ven que se equivocan o no guardan las distancias apropiadas.
Reclama la colaboración ciudadana pero también apela a la capacidad de superación del colectivo. «Nos adaptamos al entorno»
Con el confinamiento, la ciudad se convirtió en «un lienzo en blanco» para Concha de la Fuente. El cierre de negocios, la disminución de transportes públicos... Desaparecieron sonidos y olores que son «referencias importantes» para personas invidentes o con problemas de visión a las que están acostumbrados en su día a día, como describe la directora de la ONCE en Álava. «Puedes llegar a perderte por la calle». Eso fue en la primera etapa del 'encierro' y ahora en la desescalada surgen nuevas dificultades. Ese lienzo «poco a poco va adquiriendo colores», pero el distanciamiento para una persona invidente total resulta «muy complicado»: si la gente que pasa a su lado no habla ni se comunica, «no sabemos si estamos cerca o lejos», advierte.
Acompañada de su bastón, Concha recuerda que necesitan la colaboración de los demás peatones en la vía pública y llama a que se dirijan verbalmente para avisarles si se aproximan mucho. «Basta con que nos digan 'Perdona, te estás acercando'. La comunicación es fundamental. Si no, es muy, muy complicado, sobre todo para una persona completamente ciega», recalca De la Fuente. No hay que olvidarse de los invidentes que salen con perro guía. Estos canes «funcionan por instrucciones y órdenes. Le dices que vaya a la puerta del transporte público o el establecimiento y te lleva a la puerta, pero no sabe que tiene que respetar la distancia». Por eso en este caso solicita también a las personas «que nos ayuden a mantener esa distancia para que demos instrucciones adecuadas al perro».
Una de las referencias auditivas que se perdió con el confinamiento fue el sonido de los semáforos, que se suprimió en algunos casos para favorecer el tránsito peatonal, algo que desde la organización «pusimos en conocimiento del Ayuntamiento, ya que ese sonido para el colectivo es «fundamental». «Pedimos que se retomaran los sonidos o que nos avisen previamente cuando se realicen estas modificaciones en la vía pública», para disponer de una información vital en sus salidas.
Normalidad poco a poco
Concha subraya que teniendo la información adecuada, tratan de amoldarse a las distintas situaciones. «Nos adaptamos al entorno, no te vas a quedar en casa esperando a que lo arreglen, estamos muy acostumbrados». Pero resalta que pese a que se va recuperando la normalidad poco a poco, en las ciudades sin gente, sin sonidos y sin olores «es muy complicado moverse y nos afecta muchísimo».
No solo a invidentes sino a personas con baja visión.
De adaptación sabe mucho Concha, que sufre retinosis pigmentaria, lo que limita su campo de visión. Se incorporó a la dirección de la ONCE en Álava en 2019. «Soy de Barakaldo pero he estado 14 años en Eibar, luego me trasladaron a Algeciras y después a Vitoria». Desde la ONCE en estos momentos «estamos haciendo llamadas a afiliados, muchos mayores solos».
Julio Ávila reconoce que ha llevado bastante bien estas semanas de confinamiento y restricciones y en ese periodo «no he echado en falta la calle». En la huerta de su casa en el barrio de Coronación tiene tarea -planta tomates, pimientos, acelgas, puerros...- y también aprovecha este pequeño edén para tocar la guitarra, su gran afición pese a sufrir pérdida auditiva en los dos oídos («soy como Beethoven», comenta) y baja visión. Pero lo que más dificultades le causa al salir a la calle es el distanciamiento. «Llevo una placa de baja visión pero no sé si la gente se fija y por eso no me habla», advierte este conocido exvendedor de ONCE con 40 años a sus espaldas repartiendo suerte en la capital alavesa.
Con ese bagaje de tantos años en la calle día tras día, ahora está a gusto con sus ratos en casa y dando un pequeño paseo por la calle Aldabe donde reside. En esas salidas, guardar los dos metros le supone una barrera más debido a su discapacidad. No ve por su ángulo izquierdo y en el derecho solo conserva un 4% de visión, lo que le complica calcular las distancias con otros viandantes. Para mantener esos dos metros encuentra «verdaderas dificultades, tengo que mirar mucho. Bastante gente no tiene precaución para tratar de mantener las distancias», expone. «Hay momentos en que se quedan en medio de la calle charlando y obstruyen el paso sin darse cuenta».
Pese a sus problemas de vista y de oídos, Julio sabe manejarse, «llevo así toda la vida». Pero ahora reclama un poco de sensibilidad a la ciudadanía para cumplir las medidas. Le conoce «todo Vitoria» por su larga trayectoria despachando cupones y «muchos premios», primero en una cabina en la plaza Gerardo Armesto, junto a la Avenida Gasteiz, y también en la calle Dato en la esquina del café Casablanca, donde permaneció su última década tras el mostrador de la ONCE. «He sido un poco itinerante, me conoce muchísima gente, iba a muchos locales», evoca.
A pesar de que han abierto las terrazas, aún no las usa. «Yo, que antes era de entrar a los bares, ahora al ver esas colas no me atrae. No entiendo que haya aglomeraciones, francamente». A sus 59 años, Ávila reflexiona que «la gente que tiene bien la vista ve muchísimo menos que los que no tenemos. No hay cosa más insegura que sentirte confiado. Quien ve bien va tan seguro por la calle que muchas veces no se da cuenta de nada. En cambio, los que tenemos problemas ponemos más cuidado».
A la agradable sombra del paseo de La Florida, Dorita Roa y Raúl Martínez han caminado estos días respetando las normas de franjas horarias y otras limitaciones. Este matrimonio vitoriano -ella tiene 69 años y él 73- coincide en que «una vez que hemos salido del 'encierro' lo llevamos mejor». «Las semanas de confinamiento han sido agobiantes, pero igual que a todos». Sin embargo, «ahora nos encontramos con que hay que mantener el distanciamiento social. En mi caso, que no veo nada, esta restricción supone un problema más, porque no puedo calcular», resalta Dorita. Por ello «reclamamos a la sociedad que nos comprenda un poco porque no podemos hacerlo nosotros solos».
Ella camina con bastón, algo que resulta útil «para que la gente nos identifique y les resultará más fácil que nos puedan advertir» . Hay personas que «sí lo hacen y la verdad es que nosotros lo agradecemos, tanto por nuestro bien como por el de los demás». Dorita teme no darse cuenta de estar infringiendo alguna norma y molestar a otras personas sin darse cuenta.
Por su parte, Raúl es el que se ha encargado de salir a por alimentos y artículos básicos durante el confinamiento. En su caso el problema es que tiene baja visión, aunque «para andar por la calle me defiendo porque de frente y los ángulos alcanzo a ver. Otras personas invidentes sufren bastante al pasar de las zonas de sombra a las de luz», añade.
En estas últimas semanas «hemos notado mucho la falta de olores y sonidos, eso nos afecta, aunque poco a poco se empieza a normalizar la situación y eso nos facilita mucho al salir a la calle». Cuando pasean, lo hacen juntos procurando guardar las distancias y dentro del horario marcado. «No sé si se han respetado mucho». En sus caminatas «vamos mucho por Olárizu y Armentia, incluso hemos ido hasta Eskibel tras consultar a la Policía los horarios».
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