Pueblos de Álava
Donde el bar es más importante que la iglesia... o el médicoTabernas rurales ·
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Pueblos de Álava
Donde el bar es más importante que la iglesia... o el médicoTabernas rurales ·
Los ayuntamientos más pequeños de la provincia luchan por mantener abiertas sus barras. En el Congreso se debate protegerlas con ayudas económicasCuando a Pepín, el de Navaridas, le cerraron el bar, el día se le quedó cojo. Acodarse un ratito aquí, en su sitio de la barra, le equilibraba la jornada. Para él, la vida es eso que pasa entre el blanco de antes de comer ... y el tinto de antes de cenar. Venir, entrar, saludar, darle sorbitos como de jilguero a la copa, ponerle la oreja a la conversación del uno, reírse con el chiste del otro, comentar que hay que ver lo seco que está el viñedo... Aunque aquí, en este pueblo, en esta tierra, esto suene a sacrilegio, lo de menos es el vino. Cualquiera diría que si le pusieran una infusión de manzanilla en la copa, le daría un poco lo mismo. Pero, por favor, que no, que no le vuelvan a cerrar el bar, el único del pueblo.
«Menos mal que lo volvieron a abrir porque, si no, aquí no queda nada que hacer», resuelve con alivio José Irurza, el parroquiano más fiel del bar de las piscinas de Navaridas, que volvió a subir la persiana hace seis meses. Tuvo que venir Charo Robledo, bilbaína afincada en Lapuebla de Labarca desde hace casi 30 años, para ponerlo en marcha de nuevo. «No tenía experiencia en hostelería», admite la mujer, que se ha dedicado toda la vida al diseño industrial y al patronaje y ahora prepara cocina tradicional, «casera pero de verdad: croquetas, pimientos rellenos, picantones y los fines de semana pongo una barra de pintxos tipo San Sebastián», presume con orgullo.
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Sin embargo, a Charo el entusiasmo se le está evaporando. «Viene gente todos los días, a echar la partida, pero hay días que no hago ni cien euros de caja y eso que doy menú del día a la hora de comer... así es imposible, si esto sigue así, nos tendremos que marchar», resuelve apenada. A Charo le vendría como anillo al dedo que saliera adelante la proposición de ley que ha presentado Teruel Existe en el Congreso para incluir los bares de pueblo en la Ley de Economía Social, con el fin de otorgarles beneficios fiscales y ayudas económicas para evitar su cierre. Es cierto que la propuesta está pensada para municipios de menos de 200 habitantes (Navaridas tiene 221), pero el largo camino que le queda a la propuesta es más que probable que este mínimo se flexibilice: en Álava, solo los bares de Añana, Lagrán y Kripan se podrían beneficiar de la medida. Zalduondo sobrepasa por 7 habitantes ese límite y hay casos como el de Salanillas de Buradón –sus 124 vecinos buscan quien se haga cargo del bar– que estaría fuera ya que el municipio es en realidad Labastida (1480 habitantes).
Entre tanto, los ayuntamientos alaveses más pequeños se las ven y se las desean para encontrar quien se encargue de mantener sus bares abiertos. «Es muy difícil que alguien venga, pero todavía más encontrar a gente comprometida, que sea constante», lamenta el alcalde de un pequeño municipio que tardó largo tiempo en lograr resucitar la única barra de su pueblo. «Estoy harto de gente que viene con muchísima ilusión, con muchos proyectos pero que se creen que esto es como la calle Dato, que se van a hinchar a poner cafés todo el día y se van a forrar en cuatro días... y después se encuentran con esto». Con ese «esto», el señor regidor se refiere a todo ese sacrificio, todas esas horas muertas en las que por la puerta no entra ni un alma. Un bar de pueblo es el Vietnam de la hostelería.
«Este es un negocio rentable solo si lo lleva una sola persona, si tienes que sacar otro sueldo es imposible así que yo soy la que limpia, la que cocina y también la camarera», explica Rosalía Rodríguez mientras sirve cafés a una clientela que llega con cuentagotas. Ella está al frente del bar de las piscinas de Zambrana, un local agradable y moderno que se ha convertido en el epicentro social del pueblo.
«Se me criticó mucho, pero lo dije una vez y lo mantengo: para un pueblo pequeño es tanto o más esencial tener el bar abierto que un consultorio», asegura Aitor Abecia, alcalde de Zambrana. Allí pasaron de tener tres tabernas, mesón y «un puticlub» a quedarse sin nada cuando se desdobló la carretera nacional. El Ayuntamiento decidió poner en marcha el bar de las piscinas en régimen de concesión por una cantidad muy, pero que muy por debajo del precio de alquiler de cualquier local de hostelería en la capital alavesa. El Ayuntamiento cobra 160 euros mensuales de renta los meses de invierno y 250 en temporada alta.
Con Rosalía, Zambrana ganó bar y una nueva vecina: decidió mudarse al pueblo, al igual que Víctor, Isaac y Vanesa, tres jovencísimos amigos gaditanos que llegaron a Leza en 2020 justo un mes antes de la pandemia para resucitar el único bar del pueblo. Y allí siguen. Han conseguido que la gente de varios kilómetros a la redonda se acerque a su barra para meterse entre pecho y espalda una 'jartá' de tortillitas de camarones, pescaíto adobado y puntillitas de chopitos... en plena Rioja Alavesa.
«La gente nos ha respondido muy bien, pero hay que trabajar mucho, mucho, mucho», apunta Víctor García, uno de los socios de la exitosa tasca. «Y el que viene a un pueblo pequeño para abrir un bar tiene que tener muy claro de qué va esto, no solo somos un bar, somos el centro social del pueblo», abunda.
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