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Al igual que viene siendo habitual desde 2013, el Ayuntamiento de Vitoria protege el principal monumento de la ciudad durante las Fiestas de Vitoria. Sin embargo, este año, se cumple su centenerio. El 4 de agosto de 1917 era inaugurado el Monumento a la Batalla ... de Vitoria. La ciudad se volcó con desfiles, misas y bandas de música. Entre otras piezas se tocó la sinfonía de Beethoven que el genial sordo escribió para celebrar la victoria aliada. Hoy, 100 años después, no hay un triste recuerdo a la efeméride. Ni siquiera un cartel anuncia el cumpleaños a los visitantes para bochorno de la Historia local. Al menos estará tapado para que no sufra la invasión de los ‘trepalaris’ que buscan la mejor perspectiva o los abanderados que quieren dejar siempre su sello. Un pobre cumpleaños para la escultura más emblemática de Vitoria.
El Monumento se inauguró un 4 de agosto de hace 100 años, la víspera del día grande de las fiestas de La Blanca. Así lo atestigua el magnífico cartel anunciador de la feria de aquel año. Igual que lo que relata en sus zócalos, igual que el propio devenir de la ciudad, la historia de esta «tarta nupcial», o «falla» como la definen los más refractarios a su presencia en la plaza, ha sido tortuosa, llena de dificultades y algunas polémicas. Este grupo escultórico, salido de la escuela de Mariano Benlliure y que enlaza con gestos marcados por Auguste Rodin, es hoy día la foto de ciudad por excelencia, parte del decorado de la plaza más emblemática, lo primero que encuentra el visitante. Y en general gusta. Un tropiezo de bruces con la gran historia de Vitoria.
La concejala de Cultura, Estíbaliz Canto, reafirma «el valor histórico, cultural y simbólico del monumento. Es identificativo de la ciudad y patrimonio común. El Ayuntamiento usa los medios a su alcance para proteger, mantener y promocionar esta imagen característica de la ciudad».
Cumple un siglo pero en su estado, con figuras decapitadas o cuarteadas, bayonetas torcidas, espadas rotas, cañones cubiertos de algas y musgo, restos de pancartas, parece mucho más viejo. El tremendo invierno que hemos pasado lo ha deteriorado sin que se atisben en el horizonte restauraciones como las que se hicieron en otros aniversarios.
Que nadie se equivoque. No es un grupo escultórico impuesto desde fuera, aunque haya quien se empeñe en verlo así. Desde que las tropas francesas salieron huyendo de la ciudad tras seis años de ocupación militar, el pueblo vitoriano quedó en «deuda eterna» con su liberador o salvador, el que impidió que fuera saqueada, sus mujeres violadas y sus hombres asesinados, como ocurrió en San Sebastián. El 21 de junio era denominado un «día feliz» por la prensa del siglo XIX que evoca a menudo la figura del general.
«Además de la conmemoración de uno de los episodios bélicos definitivos de la Guerra de Independencia, que ocurre a las puertas de Vitoria, el monumento tiene otro cariz importante, el agradecimiento del pueblo vitoriano al general Miguel Ricardo de Álava. Desde que las Cortes de Cádiz aprueban la obra hasta que se inaugura pasan más de cien años. Vitoria en ocasiones ignora la batalla en un siglo plagado de guerras, pero nunca olvida a su héroe, a su liberador con quien se siente en deuda, al que organizan un funeral cuando llegan sus restos desde Francia y a quien está empeñado en dedicar una gran escultura ecuestre». La reflexión es de Patxi Viana, historiador y miembro de la Asociación Histórica Vitoria 2013, que lleva años escrutando la historia del conjunto escultórico.
Fue un alavés, el fiscal de Hacienda y diputado por Álava en las Cortes de Cádiz, Manuel de Aróstegui y Sáenz de Olamendi, quien propuso en sesión de Cortes del 2 de julio de 1813, doce días después de consumarse la batalla, la erección de un monumento en Vitoria, que conmemorase el hecho de armas del 21 de junio. La petición fue aprobada en estos términos: «Cuando las circunstancias lo permitan se levante a expensas del erario público, en el paraje más apropiado de los campos de Álava, en el modo y forma que el Gobierno estime más oportuno, un monumento que recuerde hasta las más remotas generaciones esta memorable batalla».
Pero las circunstancias no fueron favorables y el proyecto cayó en el olvido. En 1909, el alcalde vitoriano Pedro Ordoño retomó el real decreto de las Cortes de Cádiz e hizo al Ayuntamiento la propuesta de construir el monumento en la Virgen Blanca ya que existía una antigua lámina donde el general Álava hacía «huir al ejército francés» en la plaza. La propuesta se aprobó por unanimidad pero el proyecto siguió estancado.
Hubo que esperar al 27 de enero de 1911 cuando el entonces presidente de la Diputación de Álava, Federico Baraibar Zumárraga, y el nuevo alcalde, Eulogio Serdán Aguirregavidia, decidieron que el centenario proyecto de construir un conjunto alegórico debía resolverse definitivamente. Tras nuevas gestiones se organiza un concurso al que se presentan siete proyectos. Gana el titulado "Si vis pacem, para bellum" del escultor valenciano Gabriel Borrás, hijo del pintor Vicente Borrás, que presenta un minucioso grupo escultórico para ser contemplado desde cualquier punto de vista.
El material proyectado por Borrás era de piedra blanca, de estructura compacta y grano fino para los tres escalones de la grada y la inmediata parte inferior. La parte arquitectónica del resto del monumento sería de mármol de un color que hiciese armonía con el bronce de los ejércitos aliados y sus escudos.
Se iniciaron las obras a mediados de 1914. Con la guerra europea de por medio, las prórrogas se sucedieron y hubo que adaptar los materiales. En lugar de mármol se trabajó con piedra alavesa de Fontecha. En Madrid y Barcelona se ocuparon de los modelados en bronce. Se concluyó, tres años después, superado el centenario.
A las cinco de la tarde del 4 de agosto de 1917, el gobernador civil, en nombre del Gobierno de Madrid, hacía donación de la obra al Ayuntamiento.
El monumento de Vitoria es el más espectacular de los dedicados a una batalla de la Guerra de la Independencia. La localización en la Virgen Blanca tuvo sus detractores liderados por los ediles carlistas que objetaban que era más importante seguir con el mercado agrícola. Pero se aprobó finalmente. El principal argumento esgrimido fue el «croquis que el arquitecto municipal Ángel de Echávarri presentó, en su momento, al Ayuntamiento». En él se representaba a Miguel Ricardo de Álava «acuchillando» a los últimos franceses en la misma Plaza Vieja y evitando así el saqueo y la destrucción de la ciudad como la que se produjo dos meses después en San Sebastián .
«El monumento nos enseña muchas cosas y es una buena herramienta educativa. Una es que Vitoria tiene un héroe para siempre. Y la presencia de cuatro escudos europeos, los de Reino Unido, Portugal, España y el de una unidad militar alemana, nos habla precisamente de alianzas europeas con un objetivo común, de un camino que hemos hecho juntos y de la conexión de Europa con Vitoria. Nosotros queremos proponer que se incluya esta frase: "Los que ayer se enfrentaron, hoy trabajan en pro de la unidad europea"», concluye Patxi Viana.
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