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Nuevo acto en la perentoria reforma del Teatro Principal de Vitoria, que aspiraba a seguir un libreto más o menos previsible, sin grandes estridencias, y que ha derivado en una función eterna con múltiples líneas argumentales.Y sin desenlace a la vista. En el ... ocaso de la pasada legislatura se llegó a anunciar un cronograma que en el propio Ayuntamiento calificaban entonces como «muy realista»: sacar a licitación el proyecto constructivo en 2020, comenzar las obras en 2021 y tener el teatro remozado y listo para 2023. Pues bien, estamos en el ecuador de 2021 y, lejos de haber comenzado los trabajos, el teatro afronta ahora un peculiar giro de guión a pocas semanas de sacar a concurso el proyecto, cuando parecía quepor fin se iban a poner a trabajar los arquitectos e ingenieros en el detalle del plan de obra. El Gabinete Urtaran anunció ayer en un improvisado comunicado que está estudiando la ampliación de la bombonera vitoriana a través del anexo Edificio Ópera.
Es cierto que la pandemia ha distorsionado todos los planes que el Ayuntamiento había trazado para encauzar un proyecto que, a estas alturas, ya tendría que estar más que definido. Pero la crisis sanitaria no es el único factor que explicaría el retraso. Tal y como reconocía la propia concejala de Territorio, Ana Oregi (PNV) en una comisión a finales de mayo, el Ayuntamiento ha estado analizando en los últimos tiempos propiedades del entorno para solucionar una de las carencias más esenciales que presenta el gran escenario alavés: la falta de metros cuadrados.
El estudio de alternativas para la reforma del teatro que elaboró la consultora Idom en 2018 planteaba de forma explícita la compra de una sucursal bancaria anexa (que el informe valoraba en 720.000 euros) para instalar allí las oficinas del teatro y también 110 metros cuadrados de la trasera de una conocida superficie comercial de la calle General Álava para ampliar de forma parcial la caja escénica. Ahora también se estudia incluir al Edificio Ópera en la ecuación.
Mayo de 2018. Tras varios años prometida, el Ayuntamiento adjudica al fin a la firma Idom por 27.000 euros el estudio de alternativas para la rehabilitación del edificio.
Diciembre de 2018. La ingeniería presenta un informe en el que se exponen tres opciones. Una básica, de 7 millones de euros, en la que sólo se solucionan las carencias más estéticas de la bombonera; otra de 12,2 que además permite ganar espacios y una última de 18,6 millones, que llega a contemplar adquirir viviendas del entorno. El Consistorio se decanta desde un primer momento por la opción intermedia.
Mayo de 2019. El PNV resucita, en plena campaña, el proyecto de Auditorio y tras su victoria electoral lo fija como prioridad frente al Principal, impulsado por sus socios socialistas.
Noviembre de 2019. Antes de la pandemia Vitoria y Álava se habían comprometido a destinar 4,5 millones de euros para la reforma en sus presupuestos de los próximos años. A día de hoy, el proyecto no cuenta con soporte presupuestario del Gobierno vasco, propietario al 40% del edificio.
Aunque desde el Consistorio se evita hablar de negociación, fuentes cercanas a la operación sí reconocen que en los últimos tiempos se han sucedido los contactos (muy discretos) entre el Ayuntamiento y la propiedad de un edificio en el que sus locales, la mayoría despachos profesionales y oficinas, funcionan en régimen de alquiler. Los mismos medios admiten que «es muy difícil» que una operación de este calado pueda salir adelante y más en la actual coyuntura económica, sobre todo en lo referente a las maltrechas arcas del Ayuntamiento. Aunque no ha trascendido cantidad económica alguna, al parecer, las millonarias expectativas económicas del propietario del edificio están muy lejos de las posibilidades del Ayuntamiento.
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Jorge Barbó
Entonces, si se da por hecho que Vitoria no puede asumir la compra del edificio, si este plan se antoja tan remoto, ¿por qué se anuncia el estudio de esta ampliación? Fuentes municipales justificaron en un comunicado que, en realidad, se ha decidido aprovechar un informe técnico ya previsto y previo a sacar a licitación el proyecto constructivo para «conocer las posibilidades de los espacios adyacentes». «Es importante conocer todas las posibilidades antes de tomar una decisión que determinará las próximas décadas de nuestro teatro más querido», insisten los mismos medios. En otras palabras, el Ayuntamiento no quiere cerrarse ninguna puerta, aunque intuye que ésta, la del Ópera, está cerrada a cal y canto.
Sumar el Ópera al Principal supondría llevar al teatro a otro nivel. Ganar este nuevo espacio supondría un cambio radical en la fisionomía de la centenaria y achacosa bombonera. La futurible ampliación permitiría contar con nuevas zonas tanto de creación como de exhibición y también de un nuevo zaguán de acceso, por la entrada con concha en forma de pavo real.
Más incógnitas. De materializarse, ¿implicaría desechar de forma definitiva el viejo anhelo de contar con una sala sinfónica en Vitoria? «El proyecto de Auditorio está aplazado. Ahora hay otras prioridades, pero no está descartado», responden desde la parte nacionalista del Gobierno municipal. Hasta ahora, eran las socialistas las que habían liderado la reforma del teatro. Era su principal proyecto de legislatura.
El Ayuntamiento ha prometido que en «fechas próximas» se dará a conocer si esta operación del Ópera acaba cuajando. De momento, la opción más viable para remozar el Principal pasa por un proyecto de 12,2 millones de euros sin contar, claro está, la adquisición de espacios privados cercanos. El nuevo giro de guión que se ha introducido ahora hace que esta historia, la de la necesaria reforma del teatro, entre en una nueva y muy incierta dimensión.
El director Víctor Erice se quedó tan prendado por su interior que rodó aquí una escena de su película 'El Sur'. No tenía mal gusto el realizador. El edificio que Jesús Guinea y Emilio de Apráiz alumbraron en 1951 para acoger el Gran Cinema Vesa en la calle San Prudencio era fastuoso. Cuando se estrenó, con 'El diablo dijo no', de Ernst Lubitsch, los 1.350 espectadores se quedaron prendados con tanto marmol, tanta moldura, tanto lujo. Eran otros tiempos.
El cine cerró y se transformó a comienzos de los 90 en el Edificio Ópera. Pretendía atraer a boutiques, cafeterías con encanto y despachos de profesionales liberales de la ciudad. El tiempo ha demostrado que aquellos planes no llegaron a cuajar. Esta enorme galería, tan céntrica, desprende hoy un cierto aroma decadente. Siguen los mármoles y una lámpara de araña recibe todavía al peatón despistado, ese que lo atraviesa hoy para acortar su trayecto a la calle Fueros, donde tiene otra salida. En sus diferentes espacios hoy resisten pequeños despachos, corredurías de seguro, gabinetes de fisioterapia, una peluquería, un restaurante de comida rápida y también la delegación de Unicef.
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