Las obras de encauzamiento del río en Llodio para aumentar su capacidad hidráulica todavía siguen a la altura de la calle Doctor Fleming. Aún queda pendiente la obra para mejorar la desembocadura del Aldaikoerreka. Aunque el trabajo se prolongará hasta finales de año, cada vez ... queda menos para que la maquinaria se retire del río y Llodio pueda convertir el cauce en la columna vertebral del centro urbano.
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Pero mientras se sigue trabajando, el río Nervión va recuperando la vida después del cambio radical que han hecho las excavadoras en los últimos dos años. Las huellas de la obra aún son visibles en unas escolleras impolutas, en las que la hierba empieza a asomar. Todavía quedan remates como la barandilla de la calle Nervión, por donde han bajado los camiones durante meses al tajo o el acceso desde el puente de Villosa, el último que se va a retirar para seguir permitiendo la entrada y salida de material. A pesar de estos signos, el río lucha por recuperar su espacio y convertirse en un cauce que dentro de no muchos meses volverá a lucir una espléndida vegetación en sus márgenes.
Donde la obra terminó hace tiempo, la hierba ya crece en la zona alta de la escollera y la revegetación con especies de ribera contribuirá a mejorar su aspecto con el paso del tiempo. El río tendrá alisos, sauces, fresnos, «y algunos árboles de valor», explicó el responsable de la obra, Eduardo Sancho. A esos hay que añadir algunos frutales y las resistentes higueras que se mantienen en pie. A pesar del aspecto del río en el centro de Llodio, Sancho insistió en que «no hacemos jardines», aunque en este momento algunos tramos de cauce lo parezcan.
Especialmente, en la margen derecha de la desembocadura del Aldaikoerreka, donde ha crecido una espléndida planta sobre la que se ha abierto un debate vecinal. «Son sandías», apunta un residente en la calle José Matía. «Parecen calabazas, que se dan mejor en esta zona», apunta otra vecina. La responsable de obras hidráulicas de URA, Aitziber Urquijo, señala que «las semillas han podido llegar accidentalmente porque alguien las ha tirado y han encontrado un buen lugar para crecer», señala. No recomienda comerlas porque la desembocadura del río no es precisamente un lugar a salvo de patógenos.
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La fauna también ha vuelto a conquistar el río y esta primavera los patos han paseado entre cascotes como si la obra no fuera con ellos, aunque lo cierto es que la mayoría han preferido retirarse a zonas más tranquilas con sus camadas, que suelen llenar los puentes de curiosos. Pero se echa en falta a las garzas reales, que se habían convertido en habituales. Ahora apenas se ven en el casco urbano, pero se mantienen aguas arriba, en Gardea y hacia Luiaondo.
Tampoco abundan los peces, que antes de la reforma competían con los patos por la comida, e incluso servían de alimento a algún que otro cormorán y gaviota que se adentra en el río cuando el mal tiempo azota el Cantábrico. Pero no hay nada que pueda con la ilusión de unos cuantos críos que entretienen las mañanas del fin de semana asomándose a alguno de los puentes de Gardea para echar la caña, que suele regresar de vacío a casa.
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Habrá que esperar al próximo verano para que los anfibios colonicen el cauce y se vuelva a oir croar a las ranas en las noches de calor. Con las obras terminadas, también encontrarán acomodo las ratas que en estos meses han invadido casi todos los barrios de Llodio. El río es para ellas un lugar cómodo y con alimento suficiente. Controlar su población depende en gran medida de que no se alimente a la fauna silvestre.
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