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La restauración de los sepulcros de alabastro del canciller Pedro López de Ayala y su esposa, Leonor de Guzmán, en Quejana, se abrirá al público antes de que acabe el año, según explicó ayer la diputada de Cultura, Ana del Val, en la visita que ... encabezó junto al consejo alavés de diputados al completo al solar de los Ayala.
La Diputación adquirió el complejo a finales del año pasado por 2,7 millones y se dispone a abrirlo al público mientas «estudiamos los materiales y levantamos los sepulcros para hacer un control arqueológico, los aislarmos y estabilizamos, los limpiamos, escaneamos y analizamos sus policromías. La idea es paralizar su deterioro», explicó la responsable del servicio foral de Restauración, Cristina Aransay, dado que el alabastro del que están hechos es delicado y acusa el paso del tiempo. Durante ese proceso, la capilla estará abierta al público. La capilla de la Virgen del Cabello, donde están los sepulcros, es una de las joyas del conjunto monumental. Solo ayer, durante la visita, varias personas, ente ellas dos llegadas de Australia, se acercaron hasta Quejana, para visitarlo aunque a día de hoy, está cerrado al público.
La apertura para visitar la restauración de los sepulcros permitirá contemplar una copia del retablo de la Virgen del Cabello que está en Chicago y la magnífica arquitectura del siglo XIV de la toda la torre, que alberga la capilla en la planta baja y un soberbio salón de recepciones en la primera planta. La iglesia, del siglo XVI, junto a la torre, es la zona visitable del conjunto.
Los diputados, acompañados del jefe del servicio de Museos y Arqueología, Javier Fernández Bordegarai, recorrieron todas las estancias, más de 7.000 metros cuadrados construidos en una parcela de 83.000 que incluye un amplio jardín, un enorme lavadero y un gran aljibe de agua para la cría de pescado destinado a comunidad religiosa.
El diputado general, Ramiro González, explicó que «estamos preparando el concurso de ideas y nos gustaría que estuviera listo a finales de año». La disposición del complejo, que ha albergado un convento de monjas dominicas durante seis siglos, desde 1378 hasta el año 2008, ha convertido Quejana en un laberinto de estancias construidas en distintas épocas.
Especialmente el antiguo convento necesita una «enorme inversión que no solo puede ser pública», según González, que confía en la aportación de un inversor privado para dar «un uso hostelero evidente» al complejo.
La treintena de antiguas celdas de las monjas, la magnífica sala capitular, las cocinas y el comedor se encuentran en estado de abandono desde que en el siglo XX, la Diputación construyó un nuevo convento en el conjunto, al que se trasladaron las monjas. Se trata de la zona más moderna de Quejana.
El antiguo Museo, donde se explicaba la historia de la familia, también está cerrado y «lo vamos a usar como almacén mientas se hacen las tareas de limpieza», explicó Bordegarai. Quejana espera recuperar su esplendor para poder volver a acoger sus tesoros que ahora se guardan en el Museo de Arte Sacro de Vitoria.
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