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A pesar de que miles de llodianos se arraciman ante los puestos y animales en el día de Viernes de Dolores, es fácil identificar a los ganaderos que pasean por la feria. Si llevan una vara de avellano, cerca estarán sus vacas o sus caballos. ... Pero este año, entre la multitud, lo más llamativo fue la gran cantidad de chavales jóvenes -la mayoría no sobrepasaban la treintena- que participaron en la fiesta de Llodio con su ganado. «Muchos proceden de familias que han trabajado toda su vida con animales y tienen por dónde empezar», explicó Benito Ganzábal, miembro de la asociación Aberedunak que se encarga de organizar la feria. Su compañero, Justo Urquijo, comparte esa opinión. «Se han implicado mucho porque venir aquí supone un mes de trabajo, hacer análisis, cuidados, que a veces no cobren todas las dietas de los animales que preparan... Pero están haciendo un gran esfuerzo».
El llodiano Itsusko Gil, forma parte de una de esas cuadrillas de amigos que comparten pasión por el ganado y que quedaron este viernes en la feria. «Tengo 21 años y cuidado caballos y cabras en el caserío Zabalbarri de San Bartolomé». «No tengo miedo a meterme en este mundo, ¡qué va! Al revés». A su lado un jovencísimo Julen Uriarte, con 17 años, cuida yeguas y ovejas. «Mi bisabuelo y mi abuelo también tenían animales y ahora son míos. Voy a estudiar ganadería y a dedicarme a esto», zanjó. Con ellos estaba Ekiñe Barinaga, de Artziniega. Con 25 años, ha optado por compatibilizar la ganadería con otra profesión. «Ya sé que no voy a vivir de esto, pero me gusta. Lo tengo como hobby. Es algo que he visto desde pequeña y tengo algunas cabras, aunque a veces, dan guerra».
En la misma línea, Ekaitz Urkijo, de 21 años, acudió a la feria con su yegua. «Acaba de preguntarme por ella un chico que ha venido desde Vigo a comprar un caballo de monta, pero no la vendo». Él además echa una mano en la ganadería de Letona, un joven que como él, reparte su vida laboral entre el sector primario y el trabajo en una empresa.
La exposición reunió este viernes 55 ejemplares de vacuno, 60 caballos y burros y una veintena de lotes de ovino y caprino. «Hay más que el año pasado», informó la organización. Entre ellos destacó un toro de raza limousin de Laura Zoraban, de Saratxo, que «en noviembre pesó 1.168 kilos, pero no quiero que engorde más porque se le estropean las patas», explicó la dueña.
Este año, la gran fiesta del sector primario de Llodio coincidió con otra gran cita, la del paso de la Korrika por el centro urbano. El ambiente fue inmejorable. Empresas, centros escolares, asociaciones y particulares se sumaron a la carrera en favor del euskera.
Para participar en la Korrika hubo que cuadrar calendarios y horarios para no dejar de ver la feria de ganado y correr por las calles. Fue el caso de Iratxe Pujana, que empujaba la silla de su hijo, alumno de la ikastola Laudio. «Le encantan las vacas y quería venir a verlas», explicó por la mañana. Ya salió de casa con el dorsal puesto, pero «hemos tenido que organizarnos para venir a las once a la feria, a las doce a la Korrika, a la una a comer el talo, y cuando salga su aita de trabajar, a disfrutar de la fiesta», explicó bromeando con esta ajetreada agenda.
El caso de Maite Dávalos fue parecido. El ritmo lo marcaba su hija, que estudia en el colegio Latiorro. La niña, hecha un manojo de nervios, salió corriendo para sumarse a la caravana en cuanto empezó a sonar la música. Su madre, «cargada con los dorsales que han hecho en el cole y que ella no quiere ponerse», salió detrás para sumarse a la fiesta. «Menos mal que tenía el día libre. No quería perdérmelo por nada del mundo», confesó.
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