El retablo explica con imágenes las vidas de Jesús y de la Virgen y recrea los ambientes de hace medio milenio. E. C.

Un espejo de hace 500 años

El retablo de Artziniega es una talla excepcional en el País Vasco por su rareza y la riqueza de su ornamentación, de inspiración flamenca

Domingo, 20 de septiembre 2020, 03:56

El retablo del santuario de la Encina es una obra espectacular. «La gente se queda asombrada cuando lo ve», explica el párroco, Benjamín Respaldiza. Estos días, Artziniega celebra el 500 aniversario de la talla, aunque se desconoce la fecha exacta de su construcción, que se ... remonta a la década comprendida entre 1510 y 1520.

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Se trata de uno de los pocos ejemplos del gótico tardío en el País Vasco, con una clara influencia flamenca que se puede apreciar en la riqueza de su ornamentación y en detalles como el sagrario telescópico, independiente del retablo, situado a su izquierda y ubicado en una torre de cuatro pisos de altura.

Una de sus mayores riquezas es la técnica del brocado aplicado que reproduce las telas de la época.

nORTE DE EUROPA

Su riqueza habla de un lugar de peregrinación muy importante. No se explica de otra forma la riqueza de una construcción monumental en una localidad que en aquel momento, apenas superaría el medio centenar de habitantes. «Los donativos seguramente llegarían de los peregrinos, incluso se pueden encontrar los escudos de los Reyes Católicos y de Carlos V, que es posible que contribuyeran con donaciones a su construcción», explica Respaldiza. Decisiones de ese calado se derivan de la aparición de la Virgen en una encina hacia el año 1200, que trajo no pocos problemas a la localidad. Definir el lugar exacto de la aparición donde debía construirse del santuario ocasionó una seria disputa judicial entre Ayala y Artziniega que el propio retablo recoge con humor. En uno de los casilleros, una paloma con una madera en el pico que simboliza el material de construcción para el templo sobrevuela a un escribano que mira a la Virgen. El milagro se produce cuando la paloma deposita su excremento sobre los ojos del escribano, cegándolo y simbolizando así la victoria de Artziniega en el conflicto.

El eje central del aniversario será la charla que se ha programado para el próximo dos de octubre en el propio santuario en la que intervendrán Jesús Muñiz Petralanda, profesor de la UPV y experto en el retablo, y la restauradora llodiana Montse González, que analizará las peculiaridades técnicas de decoración que se aplicaron, «donde es patente la influencia de Flandes, especialmente en el brocado aplicado», explica.

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Artziniega celebra estos días el 500 aniversario de la obra. No se conoce su fecha exacta, pero está datada entre 1510 y 1520

CHARLA EL 2 DE OCTUBRE

La riqueza del retablo está relacionada con su estructura en casillero, sus dorados y esta compleja técnica del brocado aplicado, «que simulaba las telas de la época y es un proceso artesano importado del Norte de Europa, poco frecuente en el País Vasco. Es probable que los artesanos que se dirigían a Castilla a trabajar pasaran por esta zona y dejaran aquí su impronta», explica González, que hará una demostración práctica de la técnica durante la charla. También pondrá el acento en la especialización de cada gremio a la hora de intervenir en una obra como esta, «porque las tareas estaban muy definidas y no había intrusismo».

Santuario marinero

El santuario de la Encina tiene una estrecha relación con el mundo marino. De hecho, todavía conserva ofrendas de agradecimiento un inspiradas en el mar. «Había barcos con el nombre de 'Encina' en la zona de Musquiz, incluso capitanes que eran del pueblo», explica Respaldiza. Es conocida la historia del monte Peñalba o Montenegro en cuyas faldas se asienta el santuario, que los marineros veían cuando se acercaban a la costa.

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También tiene un papel fundamental la Beata, que aparece en el retablo junto a la imagen central que escenifica la aparición de la Virgen en la Encina. Esta mujer es la que recibe las herramientas, una escuadra y la maceta para construir el santuario. Todas las mujeres que desarrollaron esta tarea eran las encargadas de velar por el complejo, atender a los peregrinos en el edificio anexo y acoger a los niños abandonados.

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