Joseba Arenosa vive rodeado de paz y tranquilidad. Llegó a la comarca de Ayala por amor desde Mutriku (Gipuzkoa) y se ha quedado a vivir allí. «Me fui acercando poco a poco. Pasé por Markina, Amurrio, Menagarai y ahora estoy asentado en Izoria», repasa. En ... esta localidad alavesa de menos de 200 habitantes vive «encantado». Se ha convertido en un ayalés más que disfruta de una vista privilegiada a los pies de Sierra Salvada. Aquí se aloja en la antigua casa del maestro, que se caía a pedazos y se ha restaurado.
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Su llegada a Izoria ha permitido a la localidad contar con un vecino más que, además, está muy implicado en la vida local. «El edificio estaba en mal estado, así que dimos varias vueltas a ver qué podíamos hacer... En la asociación de concejos nos dijeron que existían ayudas para hacer viviendas sociales. Las pedimos y gracias a esa subvención pudimos hacer dos pisos», explica Julen Ibarrola, presidente de la Junta Administrativa de Izoria.
Con esta reforma, el pueblo ha salido ganando porque ahora cobra a los dos inquilinos de la casa. Y, aunque se trata de una cantidad pequeña, eso les ayuda equilibrar las precarias cuentas del concejo. Los dos ocupantes son los únicos que cumplían los requisitos para acceder a una vivienda de este tipo. Las condiciones son las mismas que para conseguir cualquiera de las promociones de Etxebide. Los nuevos vecinos cuentan con una casa renovada y hasta un pequeño terreno para huerta y jardín. «A mí me encanta Izoria, pasear por el monte, por el camino que va a Respaldiza, subir al barrio y cuidar las flores», explica Arenosa. Tanto se ha adaptado que se ha convertido en el 'fiel de fechos', equivalente al secretario de la Junta Administrativa.
La inversión para renovar la casa ascendió a algo más de 250.000 euros y «la mayoría fue subvencionada». Las cuentas cuadran porque «podremos recuperar la inversión en unos años», asegura Ibarrola. Hasta quince inquilinos podrían vivir en este inmueble.
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Otras localidades siguen el ejemplo de Izoria para poner en marcha proyectos similares. Es lo que va a ocurrir en Llanteno, también en Ayala. En este caso no se trata de un edificio entero si no de unas viviendas ubicadas en las antiguas escuelas que se usan ahora para talleres culturales. «Eran las casas de los profesores y del médico pero se han ido quedando vacías. Las queremos rehabilitar para alquilarlas», explica Iratxe Parro, presidenta del concejo.
Esta es una oportunidad idónea para atraer población a estos pequeños pueblos rodeados de tranquilidad. Además, nunca se podrá construir un bloque de pisos porque su urbanismo se desarrolla en caseríos con amplias extensiones de terreno. «Tenemos sitio en el edificio de las escuelas para hacer seis viviendas. Aún así, vamos a empezar por una porque al resto tendremos que instalarles ascensor. Nuestra idea es rehabilitarlas todas cuando nos lo permita el Plan General», añade Parro. El concejo tiene previsto renovar la casa para acoger un nuevo inquilino en el pueblo tras una inversión de 127.000 euros que también mejorará el estado general del edificio.
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En el concejo de Baranbio (Amurrio) han replicado el mismo proyecto. La antigua escuela de chicas se convertirá en dos viviendas con dos habitaciones de sesenta metros cuadrados cada una «que estarán destinadas a colectivos vulnerables», apunta su presidente, José Mari Bernaola. El objetivo es el mismo. Fijar población en zonas rurales y agrícolas donde el índice de envejecimiento es muy alto y se van perdiendo habitantes.
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