Por fin volvió ayer la feria de Viernes de Dolores a Llodio tras tres años de ausencia, dos por la pandemia y uno más -2022- en protesta por el cierre del matadero. Y se notó, porque «la feria sin animales no es lo mismo», señaló ... Justo Urquijo, miembro de la asociación Aberedunak, que se encarga de la selección las 250 cabezas de ganado que participaron por toda la comarca de Ayala. Como siempre, las vacas limousin, pirenaica, asturiana y mixta fueron el meollo de la fiesta. Eran los mejores ejemplares, lustrosos, enormes, bien cuidados. «Las he duchado tres veces en los últimos días para estén 'guapas' hoy», explicó el llodiano Iñaki Pagazaurtundúa mientras charlaba al lado de sus animales. Se mostraba esperanzado por la «la reactivación del sector primario, que está desamparado. Los piensos han subido un 40% en los tres últimos años y nosotros, que tenemos cinco hectáreas de terreno para las vacas, tenemos la mitad destrozada por los corzos y porque el jabalí lo revuelve todo», se quejó. Él es uno de los veteranos del Viernes de Dolores. «Vengo desde que tenía catorce años y recuerdo una de las primeras veces, la vergüenza que pasé al tener que atravesar toda la plaza llevando una vaca porque había ganado el primer premio». recuerda. Ahora, la feria ya no es un concurso, pero sigue teniendo el encanto de mostrar lo mejor del caserío, los productos seleccionados de la huerta y las artesanías y productos caseros más exquisitos y elaborados.
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Pese al protagonismo de las vacas, este año, han sido los caballos los más numerosos en la feria con más de 60 cabezas. «Es que da menos problemas sanitarios y tenemos muy buen ganado caballar de carne», señaló Justo Urquijo. Incluso los preciosos caballos de monta se hicieron un hueco en la exposición. Algunos de ellos pasaron por las manos de Guillermo Negueruela, de Zalla, que recorre Euskadi, y las zonas limítrofes, a bordo de su furgoneta equipada para 'calzar' nuevas herraduras a los equinos.
Otro de los veteranos de la feria fue Fernando Ibarrola, que a sus setenta y siete años, no ha faltado a la cita «más que cuando ha dejado de celebrarse como la vez que se suspendió por el lobo», recordó. Contabiliza más de medio centenar de ediciones y este año hizo de nuevo acto de presencia con dos lotes de ovejas desde su caserío en Lakandatzar. «Antes las bajaba andando los tres kilómetros y medio que hay desde el caserío hasta aquí, pero ahora, vienen en el remolque», aseguro. Él, como el resto de los ganaderos de la feria, se quejaba de «la situación tan difícil que estamos atravesando. La leche y los corderos se pagan lo mismo que hace veinte año, y como tengas familia, es complicado». Lo dice él que ha dedicado toda su vida al caserío. «No sé lo que es ir de vacaciones a Benidorm. No iría tranquilo pensando que se quedan aquí», reflexionó mirando a sus ovejas.
La que faltaron fueron las aves» que no se pueden mover por el tema de la gripe aviar», explicó Urquijo, satisfecho con el enorme éxito de una feria envuelta en el delicioso aroma del talo con chorizo.
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