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Aitor Aspuru es la esencia del folklore vasco en Ayala. La música le llega directamente por la vía de «mis dos bisabuelas, Juliana y Severiana, que tocaban el pandero. Juliana hasta que tuvo cien años, incluso en la cama», resume. Todo empezó «en la fiesta ... de San Miguel de Etxegoien. Me acerque a los que estaban tocando y les pedí el pandero». Este fue su primer contacto con la música, cuando apenas levantaba unos palmos del suelo, con tres o cuatro años. A partir de ahí, sus padres, Sagrario Merino y Jabi Aspuru 'padecieron' durante años su pasión por las canciones de Pirritx eta Porrotx. «Aprendí a bailar el 'banako' del perro de Takolo» y su ama, decidió que había que encauzar aquel torrente de energía. Le inscribió en las clases de Aiara Dantza Taldea con seis años y ahora sus aurreskus se han vuelto imprescindibles en cualquier fiesta.
El joven, de 27 años, ha logrado a base de constancia tocar con grandes como Kepa Junkera, Leturia o Korrontzi. Ha tocado y bailado en la Plaza Nueva de Bilbao, el Kafe Antozkia o la sala BBK y en infinidad de pueblos. Subirse a un escenario es algo natural para él y se siente cómodo porque la música fluye como un lenguaje natural.
Degusta sus logros con sencillez. «Estuve en la feria de Durango tocando con Korrontzi y en la entrega del Guk de Oro a Aiara Danza Taldea, toqué con un músico callejero ruso que estaba de paso en Asturias y con Xabi Aburruzaga en la Sociedad Filarmónica de Bilbao». Y lo cuenta como si nada. Lo peculiar de Aitor Aspuru no es que tenga síndrome de Down. Lo especial es la música. Improvisa con la trikitixa sobre las decenas de partituras que se sabe al dedillo. «Ensayo todos los días, con la trikitixa, el pandero, la txalaparta, el cajón, el ttun-ttun...», explica. La lista de instrumentos es enorme y la colección de panderos supera las dos decenas, como asegura su gran amigo Iñaki García Uribe. «La trikitixa es lo más difícil», asegura, pero practica cada día, repasa sus partituras y añade variantes de su propia cosecha.
Siempre viaja con el pandero. «Lo llevamos a todas partes», asegura su aita. Nunca se sabe dónde puede surgir la oportunidad de tocar, como el día que participó en la presentación del disco 'Bost' de Xabi Aburruzaga en el Kafe Antzoki y aparecieron las Tanxugueiras. «Empecé a tocar el pandero y no sabía qué iban a cantar, pero me adapté», asegura.
Le quedan muchos sueños por cumplir. «Mi cantante favorito es Erramun Martikorena y me gustaría tocar con él», explica. Tampoco descarta publicar un disco-libro en el que lleva años trabajando. Fuerza de voluntad y constancia no le faltan. Porque además de los ensayos diarios y de las clases de danza, Aspuru trabaja como auxiliar administrativo en el departamento de personal de una empresa y está terminando un grado de restauración para hacer realidad otro de sus sueños, trabajar como cocinero.
Fue emocionante su encuentro con Kepa Junkera, «un sueño cumplido», asegura. Fue en la Sala BBK en la gala de la Fundación Síndrome de Down de 2015 y se acercó a conocer al trikitilari de Rekalde. Allí, en el camerino, empezaron a improvisar una melodía. La magia se trasladó al escenario y la conexión fue tan fuerte que Junkera le llamó en varias ocasiones. En 2018, Aspuru bailó un aurresku que le tocó Junkera ante una Plaza Nueva abarrotada en un Basque Fest que el ayalés lleva grabado en la memoria.
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