La avispa asiática gana terreno a la abeja

Ese fatal balance (que se agrava para los apicultores) se enfrenta, sin embargo, a una lucha de todos cada cada vez más intensa. Los equipos del Servicio de Prevención, Extinción de Incendios y Salvamento (SPEIS) de Vitoria han aumentado sus intervenciones con la 'velutina' en dos años en casi un 30% (en 2023 fueron 150), mientras que las que tienen que ver con la negrita abeja autóctona (apis mellifera iberiensis) o la avispa común (vespula vulgaris) han descendido en el mismo tiempo en un 14%, con 286 en el ejercicio anterior.

Ante un aviso de la presencia de la avispa asiática, «se retira el nido y se trae al parque de bomberos para proceder a su eliminación mediante quema controlado. Si no es posible por su inaccesibilidad se eliminarán las avispas aplicando veneno», explican fuentes municipales del área de Seguridad. Y esa es sólo una parte de las medidas implantadas para combatir su expansión, ya que cada año se le planta batalla con más de 600 trampas.

Esta semana ha finalizado la campaña de trampeo que se ha concentrado, con especial intensidad, en la zona del valle de Ayala, donde el año pasado –cuando se capturaron en total 8.700 reinas– se registró el 50% de los nidos de todo el territorio por su clima templado. «Esta captura debe realizarse en primavera porque, si se continuara en verano, se atraparía a insectos autóctonos», alerta Eider Zearreta, técnico de Medio Ambiente en la Cuadrilla.

Lo cierto es que los meses entre febrero y mayo son los de «mayor vulnerabilidad» de la especie ya que la reinas fundadoras emergen de su lugar de hibernación (suelo, huecos de troncos...) e inician solas el trabajo de construcción del nuevo nido en el que se pueden producir entre 200 y 500 reinas más. Gracias a este control –que involucra a cientos de ciudadanos voluntarios y se ha de ubicar cerca de puntos de agua, riberas o frutales, colmenas o zonas afectadas con anterioridad– se intenta «minimizar el número de nidos secundarios» que originan las avispas cada año, ya que «nunca reutilizan el refugio anterior». Y es en la época estival cuando se crean esos grandes nidos que a más de uno asustan por su tamaño.

Para frenar el avance de este véspido de origen oriental que desembarcó en el puerto de Burdeos hace veinte años, las instituciones dedican más de 17.000 euros anuales. Según cálculos de la Diputación, en este tiempo se han recuperado y destruido alrededor de 3.500 nidos que contaban con 36.000 reinas.