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Con tanta paciencia como el santo Job, el maestro Joaquín Rodrigo murió aburridísimo de que siempre lo recordaran por ser únicamente el autor del 'Concierto de Aranjuez'. Lamentaba que esta obra, ideada sin alcanzar siquiera el ecuador de su biografía, hubiese eclipsado a las demás; ... todo un extenso repertorio, la de un músico que vivió casi un siglo.
Emerge así también en paralelo la trayectoria del escultor Aurelio Rivas. La popularidad que alcanzó con las diez últimas gárgolas construidas en la Catedral Nueva de Vitoria entre 1964 y 1965 ha sobrevolado quizá machaconamente su figura. Fue, no obstante, un capítulo muy determinante en su ejecutoria, que lo identifica además tempranamente, con la treintena recién estrenada. Pero hay más, mucho más; un despliegue escultórico que está todavía por desglosar. Por estudiar y desmenuzar, por descubrir. Terra ignota. Casi todos los relatos que abordan a este escultor se orientan hacia la talla de aquellas gárgolas. Evidentemente seducidos por su particular iconografía, su inventiva formalista y original imaginería. No extraña, pues, los diversos escritos realizados mayoritariamente en torno al conocimiento de estas piezas. Una de las mejores contribuciones historiográficas, creemos que desgraciadamente inédita, quizá también la más reciente, corresponde a Zuriñe Fdez. de Carranza García. Presentado este trabajo en la Facultad de Bellas Artes de San Carlos, Valencia, en 2015, se nos antoja una referencia ineludible. Lo teníamos y lo hemos vuelto a leer gustosamente.
Quedan entonces muchas realidades ocultas por descubrir y divulgar en el peregrinar artístico de Aurelio Rivas. La segunda fase constructiva de la Catedral de María Inmaculada aglutina, por lo tanto, gran parte de su periplo escultórico más conocido: con las mencionadas gárgolas, los relieves y altorrelieves del tímpano central y dos tímpanos laterales del pórtico, las tallas para la capilla del Rosario, las dedicadas a la Provincia de Álava y a San Prudencio, a los escudos mismos de la provincia y de Vitoria, a Guipúzcoa, a San Ignacio y Pablo VI, así como otras labores ornamentales que discurren entre su trama arquitectónica. En otro orden, cantidad de figuras del Belén Monumental de La Florida no existirían sin su magisterio y sin el trabajo desplegado por algunos de sus mejores alumnos desde 1975. Aquel mismo año resultó clave para el despertar de esta disciplina artística en nuestro territorio con la creación del Aula de Escultura que él mismo capitaneaba desde la Escuela de Artes y Oficios. Había ingresado en su claustro de profesores durante el curso 1967-68. Al frente, tres décadas de magisterio. La efigie de Ignacio Aldecoa, en el jardín aledaño a la Casa de Cultura de La Florida, también es suya.
Este pasado sábado, 4 de abril, se despedía silenciosamente, como fueron sus últimos años de vida, Aurelio Rivas Varela. Un hombre sólido y pétreo como su materia predilecta de trabajo. Laborioso, austero y reconcentrado, desde principios de 1960, un vitoriano más. Había nacido en Santiago de Compostela en julio de 1934.
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