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«Jamás había visto una violencia tan desproporcionada». Un ertzaina con más de dos décadas de servicio, y que acudió al lugar de los hechos, condensa con esta frase lo ocurrido la tarde del 23 de julio de 2020 en una nave abandonada de la ... calle La Peña, junto a la fábrica de Michelin. En ese lugar sórdido, un joven conflictivo llamado Ismael M.–contaba 18 años aquel día– asesinó a su supuesto amigo Ander, de 20. El juicio con jurado arrancará este miércoles con la segunda petición de prisión permanente revisable en la historia de Álava sobre el tapete. La primera fue el crimen de la niña Alicia, de diecisiete meses, en la calle Libertad.
En la práctica esta calificación implica un periodo mínimo en prisión «entre 25 y 35 años». Y en esta ocasión, el informe forense apunta a clave en este proceso de «asesinato con alevosía» que se alargará durante siete sesiones en la Audiencia Provincial de Álava. Esas conclusiones médicas causan espanto. Especifican hasta siete ataques diferentes por parte de este joven antes de convertirse en verdugo.
Aquella tarde, el ahora investigado presuntamente emborrachó y drogó con pastillas –medicamentos legales como trankimazin, ribotil y valium– a su colega en Zaramaga. De allí se encaminaron hasta el pabellón en estado semiruinoso. Ander –con una discapacidad acreditada del 65%– apenas podía andar. «Le ayudó a caminar y mantener la verticalidad cogiéndole por sus hombros», aprecian los escritos del fiscal Manu Pedreira y de la acusación particular, a cargo del abogado Ismael Díaz Herrán.
Subieron hasta la primera planta. Estaban solos. «Sin que se conozca el motivo, Ismael M. golpeó a Ander con un objeto contundente» en la cabeza. El agredido intentó huir. No lo logró. Fue empujado al vacío. Cayó desde una altura de tres metros y medio, lo que le causó «la fractura de la cadera derecha y de su muñeca derecha». Según las acusaciones, quedó «en una situación de total indefensión. No se podía mover».
Ismael M. le observó «unos minutos» desde el primer piso. Cuando bajó y comprobó que seguía con vida no le ayudó. Al contrario. «Con la intención de ocultar las heridas causadas, el acusado decidió acabar con la vida de Ander», dicen las acusaciones.
17.35 horas del 23 de julio de 2020. Ismael M., de 18 años en el momento de los hechos, queda con Ander, de 20. Le obliga a beber de forma desproporcionada y a ingerir pastillas.
18.44 horas. Aunque Ander apenas puede andar, Ismael le lleva a la primera planta de una nave abandonada en la calle La Peña (frente a Michelin).
Siete ataques distintos. Sin previo aviso, Ismael le golpeó con «un objeto contundente». Le empujó al vacío desde una altura de tres metros y medio. A pesar de la indefensión de la víctima, le arrastró, acuchilló y pegó. Le mató tras golpearle con un cascote de doce kilos en la cabeza.
Prisión permanente revisable. La Fiscalía y la acusación particular reclaman el mayor castigo legal. El juicio con jurado empieza el miércoles.
Lo que vino a continuación fue lo más parecido a un calvario. «Le arrastró 34 metros sobre un piso lleno de azulejos y cristales rotos, piedras y escombros». Luego le acuchilló «cinco» veces en el cuello, lo que le hizo «perder mucha sangre». Le pegó «en la cabeza con un travesaño de madera». Hubo nuevas puñaladas. Ander aún vivía cuando este joven de 18 años le golpeó en la cabeza con «un cascote de doce kilos». Tras ensañarse con el cadáver, marchó hacia la zona del centro cívico Iparralde.
En la fecha de los hechos, Ismael M. tenía diagnosticado un «trastorno por uso de sustancias y de personalidad en estudio». Apesar de ello, «sus facultades cognitivas pudieran haberse encontrado conservadas para conocer y comprender sus actos».
Policías locales le prendieron en la calle Reyes Católicos. Con los brazos llenos de sangre, alegó que Ander tenía «una deuda por drogas». Queda por ver qué dirá en la Audiencia. El miércoles, tras la formación de los nueve ciudadanos anónimos del jurado, será el primero en declarar.
Agresor y víctima se conocían «desde 2019». Compartían ratos de ocio trufados con consumos de sustancias estupefacientes. Pese a que Ander era dos años mayor, Ismael M. llevaba la voz cantante. Era lo que se conoce como «una relación asimétrica». Una amistad tóxica, vamos. «Desarrolló Ismael conductas de control y abuso» sobre su víctima «aprovechando su vulnerabilidad», concluyen los estudios forenses que se darán a conocer en el proceso con jurado. Esos informes facultativos tildan al chico asesinado de «especialmente vulnerable por razón de la discapacidad que presentaba».
El Instituto Foral de Bienestar Social le diagnosticó un trastorno generalizado del desarrollo y otro obsesivo compulsivo. Al parecer, el hecho de conocer a Ismael y su «relación con entornos marginales» conllevó efectos negativos en su desarrollo. «Supuso un grave riesgo por su incapacidad para hacer una reflexión sobre las consecuencias del consumo de tóxicos y la facilidad para ser influido y manipulado por su entorno», abundan las resoluciones periciales. Y entre esas malas influencias destacaba su presunto asesino.
A pesar de su juventud pronto ganó 'fama' entre los patrulleros de la Policía Local y la Ertzaintza. «Era un gallo. Siempre te plantaba cara», refresca un agente municipal que actuó varias veces con él. Un día intentó agredir a los okupas que controlaban los bloques ya derruidos de Olárizu porque no le hicieron hueco. Otra vez «le retiramos un cuchillo cuando transitaba por la vía pública». Siempre coqueteó con las drogas. «Hablamos de consumidores, no de camellos». En prisión preventiva desde el 26 de julio de 2020 –por orden del Juzgado de Instrucción número 4–, fue padre a los pocos meses de su encierro. «Su pareja ya estaba embarazada», desvelan estas fuentes.
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