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«Un vasco nunca se rinde. Éste me va a tener detrás toda su vida». Al otro lado de la línea telefónica habla con tono firme Miguel González Borrajo. Este vitoriano se refiere al sospechoso de haber asesinado y descuartizado a su hermano Jesús. Sus « ... restos óseos» aparecieron la noche del martes en un pozo de Manzanares, en Ciudad Real, gracias a su tesón y al de otros familiares, que reactivaron la investigación policial, y a la reciente confesión de un compinche del supuesto autor material.
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El cadáver permaneció bajo tierra los últimos cuatro años. Se le vio con vida por última vez el 19 de junio de 2019. Vendió dos coches suyos de alta gama en compañía del «demonio», como renombra Miguel a un intermediario llamado Antonio Caba y -según la investigación- presunto asesino. Este amigo de la víctima permanece en prisión preventiva desde mayo por otro crimen similar. Le imputaron por matar y enterrar a un empresario alicantino en un pozo ubicado en una finca de su propiedad.
El día 20 de junio de 2019, Jesús debía coger un avión hacia Paraguay, donde posee explotaciones agrículas. No subió y saltaron todas las alarmas. «Yo estaba fuera de España. Hasta el 26 no denunciamos. En ese momento piensas en lo malo, pero también con esperanza», rebobina.
Cuando le «llegaron comentarios», Miguel habló con Caba, también vecino de Manzanares como el empresario vitoriano desaparecido y entonces considerado colaborador cercano. Habían compartido varios negocios. «Al ponerme en contacto con él me di cuenta de que un día me decía una cosa y al siguiente, otra. Pensé que había algo raro».
A raíz de la desaparición de Jesús hubo varios interrogatorios a su entorno. Entre ellos, al propio Caba, quien deslizó a la Guardia Civil una marcha voluntaria o un posible crimen por desavenencias económicas perpetrado por su único hermano; Miguel. Así que este caso se tramitó como una desaparición y estuvo varado en un juzgado durante muchos meses. Hasta que el tesón de la familia González Borrajo evidenció que alguien había acabado con la vida de este empresario alavés de 54 años.
19 de julio de 2019. Javier desaparece tras una compraventa con el intermediario Antonio Caba.
6 de junio. Sus «restos» aparecen en un pozo en Manzanares (Ciudad Real).
Según refleja a EL CORREO su hermano, Jesús «era una persona normal, más bien solitaria. Le gustaba viajar y no tenía vicios, porque había dejado el tabaco. No le sobraba pero tampoco tenía necesidades». Es decir, que nunca se hubiera marchado por propia voluntad y sin dar explicaciones. Caba, entre medias, intentó despistar los investigadores iniciales. «¡Nos llegó a señalar a nosotros! A los tres meses me di cuenta de que el sospechoso era él. Sabía que lo había matado».
Mientras el caso judicial se desinflaba, sus familiares rumiaban qué hacer. «Cuando se había cumplido un año sin noticias de Jesús, volvimos a su casa. Estuvimos rebuscando y descubrimos dos pagarés por un dinero prestado a este hombre (en referencia a Caba)». Vencían en junio y julio de aquel año y tenían un valor conjunto de 24.000 euros. Aquel hallazgao reactivó el expediente judicial. «Había móvil y era económico».
Esa constancia sintetiza muy bien la vida de los González Borrajo. Porque, como muchos vascos, optaron por abandonar su tierra ante la «amenaza de ETA». Hicieron las maletas al cumplir la treintena, en la década de los noventa.
Abandonaron su chalé en el barrio de Salvatierrabide -aunque crecieron en El Pilar- hastiados del clima social y del hostigamiento por sus actividades económicas. Miguel, no obstante, prefiere pasar de puntillas por aquel episodio. «Todo se ha solucionado. Me alegro por el País Vasco. Pero tenemos que estar donde tenemos que estar. La vida es así», sella.
Así que hace casi tres décadas, Miguel se estableció en Madrid, donde formó una familia. Regenta varias sociedades mercantiles. La más conocida se dedica al negocio de las máquinas recreativas. Su hermano y socio, tras varias mudanzas previas, optó por la tranquila Manzanares, un municipio manchego de menos de 20.000 habitantes pegado a las Tablas de Daimiel.
En mayo, Caba fue detenido por matar a otro empresario. Su compinche, de 70 años, cantó a la Guardia Civil que había otra víctima; Jesús. «En esta zona existen más de mil pozos. Hubiera sido imposible encontrarlo».
«Estamos al comienzo. Seguro que saldrán muchas cosas más. Además de los asesinatos de mi hermano Jesús y del empresario alicantino, se habla de que pudo estar detrás del supuesto suicidio de un hombre de la zona en 2009». Miguel González Borrajo considera que tras la imagen triunfadora labrada por Antonio Caba -intermediario, corredor de fincas y relaciones públicas- se esconde «alguien que es el demonio, no tiene otro nombre». Este vecino de 48 años de Manzanares guardaba buena relación con la Guardia Civil y hacía gala de ello. Le sirvió además para quedar fuera de la lista inicial de sospechosos. Tras esa fachada impoluta se amontonaba un carro de deudas que comenzaban a preocuparle. A Jesús le debía 24.000 euros. Así lo demuestra la posterior investigación de la UCO, una unidad de élite del instituto armado que halló el cuerpo el martes. «Seguro que mi hermano le exigió el dinero y...».
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