Focos a través de la noche de la capital alavesa anunciaban un alumbramiento que parecía más del Bulevar de Hollywood que de la calle Francia aquel 26 de abril de 2002. El nacimiento del Artium, tras una gestación deseada durante tres décadas, respondía a una ... demanda social y a una necesidad. Desde colectivos como los Amigos del Museo de Bellas Artes o diversos agentes culturales y creadores alaveses se reclamaba un lugar para acoger a una colección contemporánea con cerca de 1.700 obras, aseguradas en torno a los 26,4 millones de euros.
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Y, además de permitir a los ciudadanos acceder a ese patrimonio público almacenado en su inmensa mayoría en el palacio Augustin del paseo Fray Francisco, el nuevo museo iba a tapar un inmenso socavón en aquella Vitoria tan del ladrillo. Una firma, que terminó por abandonar los trabajos al quebrar, iba a levantar allí gratis una nueva estación de autobuses sobre un parking subterráneo. Pero como consecuencia de aquel acuerdo con el alcalde, José Ángel Cuerda, sólo quedó allí el enorme agujero.
Esto condicionaba en gran medida el diseño del edificio, realizado por el arquitecto foral, José Luis Catón. De hecho, el acceso principal ya tenía enfrente los primeros escalones que apuntaban hacia abajo, a las salas de exposición. Pero, por encima de las cabezas de los visitantes, colgaba la primera obra emblemática del centro –con un coste de construcción de 23,6 millones de los recién estrenados euros–, creada por Javier Pérez (Bilbao, 1968) un año antes. Ingresada en la colección como dación –fórmula de pago de impuestos– de Guardian Llodio S.A., 'Un pedazo de cielo cristalizado', es una gran semiesfera integrada por más de 15.000 pequeñas gotas de vidrio, como bombillas.
Hablando de alumbrar ideas, un año y medio antes de la apertura, el proyecto sumó a su ya potente colección un nombre de aires clásicos: Artium de Álava. El término, cuya traducción al castellano es 'De las Artes', es un genitivo del plural de la palabra latina 'ars'. Causó extrañeza, en principio, la denominación impulsada por el entonces diputado foral de Cultura, Pedro Sancristóval, que también había sido cuatro décadas antes uno de los 'padres' de la colección alavesa de arte contemporáneo.
Y, en cuanto a los amigos, el recién nacido empezó una cuadrilla nueva, propia, al margen de la asociación Amba y tras disputas entre este colectivo y la dirección delArtium. En junio de 2002 arrancó la iniciativa, que para septiembre sumaba 214 miembros asociados.
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Un mes más tarde, EL CORREO se convertía en el segundo patrono privado del museo, después de la Caja Vital. La apuesta del periódico, que continúa con su labor en el patronato del Artium, coincidía con los primeros 55 años de este diario en Álava.
El territorio en general abrazó al nuevo proyecto cultural con una entusiasta acogida, que tuvo reflejo en el sector hostelero y en los responsables turísticos del momento. Confiaban en que el Artium generase en la capital alavesa una avalancha de visitantes, como había sucedido en Bilbao con su museo internacional de arte moderno. Pero el ansiado 'efecto Guggenheim' pasó de largo, dejando a los vitorianos con una cara digna del final de 'Bienvenido Mr. Marshall'.
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Aunque en sólo 8 meses el museo logró superar la barrera de los 100.000 visitantes, la opción museística no iba a por récords de público. Era más una apuesta por la calidad y por una atención a lo internacional, con muestras como las de la 'performer' francesa Orlan o el fotógrafo alemán Thomas Ruff en este tramo inicial. En todo este tiempo, las salas han acogido 283 exposiciones, de las que 45 estaban vinculadas a la colección. En este sentido, el Artium ha preferido reinterpretar sus fondos y dejar de lado la clásica exhibición permanente que, además de hipotecar espacios, no puede dar cabida a unos fondos tan extensos como las cerca de 3.000 obras de arte contemporáneo que tiene en la actualidad, entre piezas adquiridas, donaciones y depósitos diversos.
Históricamente la media anual de visitas al Artium ha rozado aquella afluencia inaugural, aunque en los últimos años la pandemia hizo pasar de los 91.000 visitantes de 2019 a los 27.500 de 2020 y a los 50.022 usuarios en 2021, ya en clara tendencia a la recuperación. La suma global asciende a cerca de 1,8 millones de personas, con un perfil que se decanta ligeramente hacia las mujeres.
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En cualquier caso, la excelencia y los atractivos de actividades –unos dos millares de charlas, proyecciones, talleres o conciertos– y exposiciones han buscado potenciar las visitas. Y éstas ya empezaron a agradecer al Artium su labor cuando, en 2003, los ingresos por las aportaciones voluntarias en momentos de acceso con la tarifa 'Tú decides' permitieron adquirir para la colección una gran fotografía de cuatro paneles, realizada en Chile por el artista valenciano Sergio Belinchón.
Cifras aparte, en la columna del 'debe', el museo alavés de arte contemporáneo ha sufrido la falta de conexión con un entorno en el que parecía haber aterrizado «una nave espacial» de otro planeta, según valoraba una de las responsables del museo hace más de una década. Tanto el primer director,Javier González de Durana, como su sucesor, Daniel Castillejo, ya habían apuntado que la ubicación del Artium no ayudaba especialmente al éxito de público, pero trataron de reducir la distancia entre éste y las salas de exposiciones. En esta segunda etapa, la plaza interior también comenzó a cobrar más protagonismo, con las pancartas de Grey Flag y otras iniciativas enfocadas a la gente del entorno del museo.
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Y esta dinámica sigue activa. Tras el relevo de Castillejo en 2018, en su mirada inicial desde el despacho de dirección, Beatriz Herráez ya subrayaba la importancia de llevar a los ciudadanos al museo, sobre todo si se tiene en cuenta que entre los propios alaveses hay un buen número de vecinos que aún no ha pisado las muestras del Artium.
Claro que el museo vasco de arte contemporáneo tampoco ha gozado de la proyección mediática de su vecino multinacional vizcaíno. Con la destacadísima excepción de la artista, poeta y cantante PattiSmith (que expuso sus dibujos y poemas en 2008), el glamur no ha sido un reclamo para un centro de gran prestigio entre los críticos y especialistas.
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Desde la dirección siempre se ha restado importancia a los números frente a este rigor artístico. Pero al examinar las cuentas del centro, no hay duda de que la crisis económica estranguló con fuerza alArtium hace una década, con un bajón presupuestario del 25% (unos 1,130 millones de euros). Hasta tal punto que el museo planteó un ERE, algo insólito en este mundo y que finalmente no fue admitido. Con el tiempo, ha tenido el arte de reponerse, para poder volver a adquirir obra y seguir adelante con más energía que nunca. Que veinte años no es nada.
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