![Más arqueólogos dudan de las inscripciones que aparecían en el proceso de lavado de las piezas](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202002/06/media/cortadas/veleia-1-kOEC-U10068283181wzH-624x385@El%20Correo.jpg)
![Más arqueólogos dudan de las inscripciones que aparecían en el proceso de lavado de las piezas](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202002/06/media/cortadas/veleia-1-kOEC-U10068283181wzH-624x385@El%20Correo.jpg)
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Sergio Carracedo
Jueves, 6 de febrero 2020, 13:29
El arqueólogo Raúl Sánchez, que trabajó en la excavación de Iruña Veleia en 2006 y 2007, reiteró este jueves con su testimonio, en el juicio que se sigue por falsificación y estafa contra los responsables del yacimiento alavés, que las inscripciones presuntamente ... revolucionarias aparecían en las piezas en el proceso de lavado y nunca el ser extraídas de la tierra. Esta versión coincide con lo que declararon los tres arqueólogos que destaparon el escándalo, José Ángel Apellániz, Miguel Ángel Berjón y Carlos Crespo.
El testimonio de Sánchez, escuchado en la mañana de este jueves por el tribunal en el Juzgado de lo Penal 1 de Vitoria, ha sido igualmente tajante en lo referente a una de las piezas en discusión, un grafito en el que se apreciaron palabras en euskera (concretamente 'ian' y 'edan', comer y beber) que, de ser ciertas, adelantaban 600 años el primer testimonio escrito hallado de palabras comunes en lengua vasca.
Sánchez ha asegurado que en esa pieza «se hizo algo». Ha confesado que él mismo estaba «con la mosca detrás de la oreja porque en campo no salían grafitos excepcionales y salían todos en el lavado». Por ello, decidió tomar medidas para evitar que no se le escaparan inscripciones. «Me llevé de casa un táper para lavar el material en el propio sondeo y no salía nada», aseguró. En este sentido, Daniel Vallo, compañero de Sánchez en 2006, coincidió en que «se nos podía pasar uno o dos, pero no tantos», en referencia a los 476 grafitos excepcionales hallados en la excavación, muchos de ellos con referencias en euskera, otros con jeroglíficos egipcios o representaciones cristianas, como un calvario o la primera representación de la última cena. Ambos aseguraron que no localizaron ningún grafito excepcional, a pesar de excavar su sector «a paletín», es decir a escasos 50 centímetros del suelo.
Los especialistas también informaron al tribunal de una visita de dos funcionarias del servicio de restauración que advirtieron de la mala praxis en el proceso de lavado. «Si seguís lavando así el material os vamos a denunciar. Si salen grafitos paráis y nosotras lo limpiamos», adviertieron, según explicó Raúl Sánchez.
Unos días después, en un sondeo fuera de las murallas de Veleia, el propio Raúl Sánchez y Henar Fernández encontraron un plato funerario. En el momento en que se desenterró, en compañía de José Ángel Apellániz, «tenía muchas adherencias», pero «se podría haber visto si tenía algún grafito porque quedó limpio», atestiguó Sánchez.
Según Vallo y Sánchez, ese día comieron junto a la sala de lavado, mientras Ainhoa Gil lavaba el material recogido. «Ainhoa comenzó a lavar el plato y a darle muy fuerte», por lo que Sánchez le recordó el aviso de las funcionarias de restauración, pero «no hizo caso. En un momento dado se levantó y se fue. No sé si se pasaron 10 o 15 minutos y aparecen todos los del equipo en alegre compañía con el plato en el que había aparecido otro grafito», testificó Sanchez. «Se fue con la pieza sin decir nada. En él se leían palabras en euskera, 'ian' y 'edan'». Las sospechas de fraude se acrecentaban en el equipo de arqueólogos.
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