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Araia se despertó cubierta por la niebla, pero el cielo se despejó para despedir a Félix Ormazábal. El funeral en la iglesia San Pedro del «pueblo más bonito del mundo», como él lo describía, se convirtió este lunes en una misa de acción de gracias ... de los compañeros, colaboradores y amigos de quien fue diputado general de Álava (1995-99) y consejero de Agricultura bajo los gobiernos de Carlos Garaikoetxea, José Antonio Ardanza e incluso Ramón Rubial, en el Consejo General Vasco. Hasta el coro del templo se llenó.
Porque, además de todos los cargos que pudo ocupar en treinta años de política, Ormazábal jamás dejó de ser vecino de su pueblo. «Tenía casa en Vitoria, pero decía que su momento preferido era salir a la terraza en Araia una noche de verano y observar las estrellas», comentaba su amigo José Manuel. La ceremonia destacó por su emotividad y los pañuelos tuvieron que secar las lágrimas de más de uno cuando un acordeón interpretó 'Agur Xiberua'. Pero no es que fuese una misa triste y tras los discursos más personales nadie pudo reprimir los aplausos.
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El acto ha contado con la presencia del lehendakari Iñigo Urkullu; el diputado general de Álava, Ramiro González; el alcalde de Vitoria, Gorka Urtaran; la regidora de Asparrena, Txelo Auzmendi, y los burukides Andoni Ortuzar, José Antonio Suso, Itxaso Atutxa y Joseba Egibar. Pero acudieron personas alejadas de la política que guardan un grato recuerdo de Ormazábal, como los exconsejeros Juan María Atutxa o Gonzálo Sáenz de Samaniego. También se acercó el exalcalde de Vitoria, José Ángel Cuerda, sin el cual -muchos coinciden- Félix Ormazábal tal vez no hubiese abandonado el sacerdocio por la política. «Es una tristeza», aseguraba a la salida de San Pedro agarrado del brazo de su hijo.
Pero las autoridades no quisieron restar protagonismo a los más allegados a Félix Ormazábal. Sólo habló Urkullu, que le describió como «un referente de la justicia social, la defensa del sector primario y la cohesión territorial que se plasmó en el desarrollo de Álava como territorio y Euskadi como país». «Fue un hombre comprometido con las personas», destacó.
El sacerdote Eduardo Calleja, que ofició el funeral, no consiguió evitar los gratos recuerdos que conserva de Ormazábal y cómo le gustaba acudir a «la cuadra de Jorge para ayudar nacer a los corderos». Pero también los partidos de pala que ambos disputaron en el frontón de Araia. «Jugando a pala era zaguero, alguien que no se luce en el juego pero resiste y sabe aguantar hasta que llega el momento. Así era él», puso como ejemplo el cura mientras muchos de los asistentes asentían con la cabeza.
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