Aquellos Salones del palacio de Bendaña
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Lo que tiene la mudanza de nombres. El famoso palacio renacentista de mediados del XVI ubicado en la segunda vecindad de la calle de la Cuchillería porta durante tres siglos largos de descendencia el apellido de sus fundadores, los Arrieta (o Arrieta-Maestu), para terminar ... al final siendo más conocido este edificio por un marqués gallego que, además de ser el noveno de su linaje o así, apenas disfrutó de vínculos con la historia local. 'Cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras'. Nos referimos, por supuesto, al palacio de Bendaña.
Arrinconando ahora curiosas y siempre interesantes historias sobre Bendaña, pues de tener tuvo hasta fantasma propio y otros episodios para el desvelo, se convirtió en el primer enclave vitoriano de la posguerra en prestar sus instalaciones a los artistas: desde mediados de 1940. Como sabemos, el inmueble perteneció durante gran parte de la pasada centuria a la familia artesana de los Aguirre -originariamente Teodoro Aguirre e Hijos-, especialistas en el trabajo de la madera que fueron, además, quienes restauraron con esmero sus estructuras arquitectónicas más nobles (escalera monumental, galerías del interior y salones), salvando así esta construcción de su decadencia y ruina. Adquirido el palacio por la Diputación, en septiembre de 1994 se inauguró como Museo del Naipe Fournier, transformándose en marzo de 2009 en el Bibat (dos en uno) como Museo de Naipes y Museo de Arqueología de Álava. Vayamos, pues, a su pasado contemporáneo, algo lejano pero todavía recordado.
Cuentan que este inmueble suscitó la admiración del propio Ignacio Zuloaga, considerándolo como uno de los mejores del País Vasco en manos de particulares. Otro eximio pintor vasco, fascinado por la belleza singular del edificio, fue Gustavo de Maeztu, quien a principios de agosto de 1940 exhibió algunos trabajos pictóricos en su interior. Se menciona en la prensa, no así en sus más extensos datos curriculares. Parece también que el vitoriano Maeztu, ya en el ocaso, llegó a comprometerse con la familia Aguirre para ejecutar varias pinturas murales con temas de cacería en los rellanos de las escaleras. Un proyecto por el que también mostró aprecio Obdulio López de Uralde, quedándose al final el asunto sin concretar.
Además de don Gustavo, que por entonces frecuentaba su ciudad natal desde Estella, otros renombrados artistas expusieron igualmente en el palacio de Bendaña desde 1940 hasta 1942, período que acogió tales menesteres públicos en sus salones. Así el guipuzcoano Eloy Erenchun mostraba en noviembre de 1940 un extenso conjunto de óleos, acuarelas y dibujos. El navarro Jesús Basiano Martínez exhibía 46 paisajes en mayo de 1941, y unas semanas después, del 12 al 28 de julio, simultaneaban sendas comparecencias el pintor Miguel Jimeno de Lahidalga, con 24 acuarelas, y el etnógrafo Gerardo López de Guereñu, éste con fotografías fruto de sus labores investigadoras sobre las costumbres y los modos de vida de las gentes de Álava.
Jesús Apellániz, con un ritmo acelerado de exposiciones en la mitad norte peninsular, cumplimenta también un par de muestras en el entonces número 60 de la calle de la Cuchillería: siempre por las mismas fechas, primera decena de agosto, años de 1941 y 1942. Acaso también en 1940. Rincones vitorianos, paisajes de pueblos y villorrios de la provincia, de Guipúzcoa, Burgos, Navarra, Zaragoza y de lugares pintorescos de Madrid capital, con otros cuadros de bodegones y flores, definen su acreditado estilo impresionista. Una producción copiosa de más de setenta y ochenta óleos, en una y otra convocatoria, que sabemos encontró la sensibilidad de un público comprador, como ocurrió también con su homólogo Jesús Basiano.
Para reforzar el proyecto expositivo de Bendaña, los Aguirre asumieron también un acuerdo de colaboración temporal con la galería Pallarés de Barcelona por el que se comprometía ésta a traer hasta Vitoria una selección de sus artistas más representativos. Como resultado de ello, entre el 6 y 21 de junio de 1942, se mostró una cuarentena de obras firmadas por Barbieta, Farreras, Ferrater, Foix, Gándara, Rogelio López, Llauradó, Pisuet, Planas Doria, Pujol, Rosales, Serra, etc. A la par que se ofrecía en la capital alavesa aportaciones artísticas procedentes de otras latitudes, ampliaba la galería Pallarés su estrategia comercial de ir explorando nuevos mercados.
Durante los dos años escasos que estuvieron abiertos los Salones de Bendaña era costumbre iniciar la temporada artística en torno al mes de mayo o junio para darla por concluida después de las fiestas patronales de la Virgen Blanca. Esto es; el período de exposiciones venía a coincidir con la bonanza meteorológica propia del estío, cuando el trasiego de paseantes y de visitantes por las calles gremiales de la vieja colina de Gasteiz aumentaba. No obstante, recordamos que Erenchun llegó a exponer en noviembre.
Los horarios, por lo general, eran de once a una por la mañana, y por la tarde de cinco a siete, con aperturas matinales domingos y festivos. No estaba nada mal para la época: en unos tiempos caracterizados por horizontes y límites tan concretos como férreos sin viento favorable para las cuestiones artísticas. Así, de este modo, las actividades en el palacio de Bendaña ofrecían un remanso de posibilidades a pesar de las dificultades ambientales. Tareas que fueron de reconstrucción. De todo ello hace ya ochenta años, a veces más de una vida.
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