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Si Joseph Conrad hablaba del corazón de las tinieblas, Antonio Altarriba muestra cómo la oscuridad late con fuerza en muchos lugares. Desde las minas de ... coltán en el Congo a las pateras en el Mediterráneo, desde la violencia de los kadogos o niños soldado a la venta de esclavos en Libia, de las violaciones generalizadas y sistemáticas al golpe brutal del filo de los machetes. Desde los niños a los adultos, desde las mujeres a los ancianos, miles de personas ven sus vidas enmarcadas en el horror. Y se ven obligadas a huir o, al menos, a intentarlo. El guionista de Vitoria, premio Nacional de Cómic, ha plasmado toda esa barbarie y miseria humana en 'El cielo en la cabeza' (Norma Editorial), que llegará en breve a las librerías españolas.
Pero en la aventura del preadolescente congoleño Nivek hay muchas más cosas. Altarriba le escogió para encarnar muchas realidades del África actual porque «la gran odisea de nuestro tiempo no la protagonizan héroes como Ulises», sino gente normal que uye de estos insostenibles gobiernos autoritarios y represivos. Se persiguen ideas y orientaciones sexuales, se amedrenta a la población para explotarla con el trabajo para las grandes compañías mineras», expone el escritor, que ha tardado tres años en dar forma a su nueva obra.
Una labor detallada de documentación e investigación, con el asesoramiento de gente que conoce el terreno como Idoia Moreno de la ONG Jambo Congo se suma a fuentes diversas. Entre ellas, el doctor Denis Mukwege, premio Nobel de la Paz en 2018 y autor del libro 'La fuerza de las mujeres', «al que está dedicada la novela gráfica».
En sus viñetas, con las potentes imágenes dibujadas por Sergio García Sánchez y coloreadas por Lola Moral, se ha buscado «la mayor fidelidad posible a entornos y paisajes. «Todo el relato está contado en un tono de realismo mágico, animista, muy africano», explica Altarriba.
Bueno, no siempre hay viñetas al uso. La personal ilustración del granadino lo mismo hace que elementos de la naturaleza invadan cuadrículas adyacentes que hace fundirse miembros en un combate cuerpo a cuerpo dentro de un encuadre fijo. O hay narrativas donde la secuencia no es explícita, como cuando Nivek y su amigo llegan a la selva «y la primera sensación es estar perdidos», sitúa Altarriba. Los dos muchachos aparecen en varios lugares de un paisaje vegetal intenso y a toda página «donde puedes seguir el recorrido que hacen».
Este es uno de los momentos positivos que aparecen en la novela gráfica, donde pronto aparecen los Baka o pigmeos. El escritor subraya su forma de cazar –«dejan parte de la presa para las alimañas de la selva»–, su armonía con el medio que también reflejan los instrumentos musicales hechos con hojas o ramas.
O los llamados 'tambores de agua' que «las mujeres tocan percutiendo la superficie del río, mientras los hombres que no pueden entrar en el cauce miran a la joven que les gusta». Incluso puede haber un duelo incruento por amor, a través del arte culinario de dos chicos, por una muchacha baka.
Ese tono mágico es especialmente evidente en la relación del protagonista con un hechicero que le enseña las virtudes de diversos vegetales y sus usos medicinales. «Me tomé la licencia de incluir que para que cada planta conservara sus propiedades había que cantarle una canción determinada», revela el autor de esta documentada ficción, en la que el chamán termina por retirarse y su cuerpo se funde con el tronco de un gran árbol.
La belleza omnipresente de lospaisajes africanos dota a la historia de una estética inigualable. Por eso, aunque la crudeza de la historia se mantiene, hay momentos con la calma del ojo de un huracán. Por ejemplo, cuando los niños soldado asisten a formación profesional o terapia de grupo en el centro del cirujano Mukwege. Y, sobre todo, cuando el protagonista recibe la ayuda de una mujer y disfruta con ella de una historia de amor.
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La epopeya de Nivek tampoco mantiene una línea estética constreñida a una sola fórmula. Si la línea clara característica del estilo de Gómez Sánchez predomina en el libro, el propio entorno natural marca diferencias entre la zona selvática, la sabana o, sobre todo, el desierto. En este capítulo las sombras tienen más presencia, para subrayar el contraste con la intensa luz solar.
Cada capítulo se separa del anterior con una doble página en negro, en la cual hay un par de ventanitas con detalles de paisaje y el título correspondiente. El negro sirve de fondo a las páginas y para crear las paredes de las viñetas. Pero también para suavizar el efecto de la sangre, que aparece con color de tinta oscura en lugar del rojo. «Así lo mitigas un poco, no hemos querido complacernos en la casquería», comenta Antonio Altarriba.
'El cielo en la cabeza' inicia ahora su recorrido en países hispanohablantes. El próximo jueves se presentará en la librería Finestras de Barcelona y el 8 de noviembre, en la Casa del Libro de Madrid, a las siete de la tarde en ambos casos. Más adelante, será la librería Zuloa la que acoja el contacto entre el cómic, sus autores y los lectores. En Francia, hace ya tres semanas que está en manos de los aficionados y de los especialistas. Ha habido comentarios como «'obra maestra', 'cómic imprescindible' o 'cómic del año'. Las críticas han sido muy positivas», refiere el reconocido autor. De momento, antes incluso de llegar a los lectores en España, ya ha recibido el IX premio Granada Noir.
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