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El Festival Internacional nos ha abierto la esperanza de tener cierta regularidad teatral. Así mismo, nos ha generado ilusión de que se pudiera establecer un compromiso de traer a Vitoria producciones inspiradoras que alimenten la sed escénica de los espectadores. La presencia de obras de ... Peter Brook, La Royal Shakespeare Company o Miguel del Arco consigue que las personas que aman el teatro se alegren ante la posibilidad de no tener que viajar a otras ciudades para ver espectáculos punteros.
No obstante, choca que estas expectativas se derrumben tras el Festival. Si miramos las propuestas anunciadas por la Red Municipal de Teatros para la temporada de invierno nos topamos con un cajón de sastre. Encontramos una amplia programación de conciertos, un pellizco de circo, un show de humor, un ballet, un par de espectáculos de captación comercial y una pequeña selección de producciones teatrales de compañías locales como Borobil, Paraíso y El Mono Habitado. Si bien se pone la cruz en todas las casillas escénicas para asegurar la presencia de los diferentes formatos no resulta una programación llamativa.
Reconforta saber que la creatividad local tiene un espacio para mostrar sus obras y el trabajo de Paraíso y El Mono habitado siempre genera interés por su continuo compromiso de búsqueda. Sin embargo, choca que haya tan poco teatro y que no se continúe la apuesta de traer a compañías de impacto en el mundo de las artes escénicas.
La programación que se asoma evidencia que cuesta encontrar en nuestro teatro una identidad propia, lo que como consecuencia impide que este genere un vínculo con sus audiencias. La red de teatros nos lanza estaciones de lluvias seguidas de sequía, dándonos de comer manjares, para luego ponernos a dieta lo cual impide generar una estabilidad y que se asiente su presencia en el día a día de los espectadores.
Nos espera una época navideña con música para acompañar el frío invernal, con espectáculos que nos harán pasar un rato ameno y con algún toque de teatro para cumplir con el porcentaje. Así que parece que nos conformaremos con escribir una carta teatral al Olentzero.
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