Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Ante usted, los líderes de las redes sociales en Álava. Algunos ya son famosos en su vida real. Otros llevan una doble existencia. Y cada vez que cuelgan una foto, un comentario o se graban en vídeo arde internet. EL CORREO ha charlado con algunos de los más significativos para conocer sus inquietudes, el secreto de su fórmula y los motivos para, en algunos casos, exponerse ante miles -incluso millones- de internautas hasta límites insospechados. Son los llamados ‘influencers’. Haga un clic y empezamos.
El sueño americano pasa por Abetxuko. Allá por 2007, un chavalín llamado Leroy y de apellido Sánchez empezó a colgar en internet versiones de grandes éxitos. Cada interpretación mejoraba la anterior. Jim Josin, productor conocido por haber trabajado con Beyoncé o Usher, se fijó en él. Hace ya siete años que se lo llevó a los USA. Hoy, su canal de Youtube -plataforma de vídeos- revienta de seguidores; tres millones. Probablemente se trata del alavés más internacional del momento. Enfrascado en plena gira, atiende desde Houston.
«Nunca imaginé que tantas personas se sintieran de algún modo identificadas o conectadas con mi música y mis vídeos. ¿Te imaginas tres millones de personas juntas? Es inimaginable», se sincera este veinteañero que comparte agencia de representación con Nickelback, nada menos. A pesar de su endiablado ritmo vital, «intento estar lo más conectado posible. Es muy difícil responder a todos los comentarios, pero me sirven para saber los gustos y preocupaciones de mis fans».
Sus vídeos se han visto 337 millones de veces. Posee 833.000 seguidores en Instagram, red donde el usuario muestra fotografías o breves vídeos. Suma otros 141.000 en Twitter, que reduce cada mensaje a 140 caracteres. Aun así, él solito maneja todas sus cuentas. Sin ayuda de ninguna empresa especializada. «No me siento cómodo si alguien se hace pasar por mí y mentir a mis fans. Si no tengo tiempo de subir contenido, entonces no lo subo». Leroy, que en su última visita a Vitoria tocó la guitarra en la calle Dato como si fuera un cantante anónimo, suele ceñir sus contenidos al ámbito profesional. «No creo que mi vida o mi personalidad sean demasiado interesantes como para compartirlas de manera exhaustiva».
Otro embajador perfecto para Vitoria. Éste, de nueva hornada. Roza el millón de simpatizantes en Instagram. Todos ellos están descubriendo la ‘Green Capital’ (‘yellow’ en algunos barrios) gracias a sus instantáneas. Tan pronto posa con su madre en el cruce de Dato con San Prudencio -supera los 40.000 ‘me gusta’-, como deja ráfagas de sus entrenamientos y partidos con el Alavés.
Tiene un hablar pausado y educado. Y un marcado acento francés. Todo muy similar a su famoso padre. Enzo Zidane, de 22 años, explica que «tengo Instagram desde finales de 2013. Lo hice porque me lo dijeron en el (Real) Madrid, que me hacía falta una red social por lo menos. Como nunca tuve me decanté por Instagram». El albiazul reniega de Twitter y Facebook. «Me gustó Instagram porque era algo de fotos y no había que escribir mucho y era más fácil para mí».
¿Para qué usa su cuenta? «Suelo poner sólo cosas sobre fútbol y alguna foto con la familia, pero no mucho la verdad», apostilla. En estos casi cuatro años de experiencia virtual acumula tan sólo 202 publicaciones. En su caso, se trata más de una relación unilateral. «No suelo mirar Instagram demasiado», confiesa.
Fernando Pacheco intercala sus palomitas sobre el césped con algunas estampas más personales. Por ejemplo, que hace unas semanas estuvo invitado en la megaboda en Menorca del madridista Sergio Llull. Casi medio millón de personas contemplan cada novedad suya en Instagram y en Twitter. «Manejo mis cuentas yo solo. Aunque en alguna ocasión me han preguntado si necesito ayuda, me gusta subir fotos cuando a mí me apetece y algo me gusta».
Perfeccionista como en el campo, el sólido cancerbero alavesista hace autocrítica sin pedírselo. «Creo que debería darle algo más de juego (a sus cuentas), pero me gusta estar cerca de los seguidores e intentar contestarles en la medida que puedo». ¿Cuándo abre sus aplicaciones en Instagram y Twitter? «Todos los días les echo un vistazo. Los futbolistas tenemos mucho tiempo libre, je je», responde socarrón.
No suele prodigarse demasiado en su perfil de Twitter, reverenciado por 123.600 personas. Así que cuando se decide a escribir, conviene leerle. Como el 9 de enero. A eso de las nueve de la noche colgó su carta de despedida como jugador de baloncesto. Lo sintetiza a la perfección el aludido, un Pablo Prigioni reconvertido en técnico azulgrana. «No suelo escribir mucho, pero cuando quiero comunicar algo importante lo utilizo, como hice para mi retiro», comparte franco.
Se define en su cuenta como «exjugador profesional de basketball. Hombre de familia. Esposo y padre de dos hijos». Y la emplea ¿para qué? «Sobre todo para estar informado sobre el mundo. Me gusta mirar cosas que no son baloncesto. Coches clásicos o lo que ocurre en mi país, Argentina. Sigo a amigos, a jugadores», enumera. También ‘retuitea’ (cuelga en su perfil informaciones de otras cuentas) «de mis jugadores, de mi equipo, para que vean qué novedades hay». Se trata de una postura inteligente en este universo de bronca fácil en que se ha convertido esa red social. «No soy de meterme en jardines, cuando quiero decir algo prefiero el mensaje directo, decirlo a la cara».
Si uno quiere empaparse de moda, viajes y música, la vitoriana Sara Baceiredo encarna una elección oportuna. 19 millones de visualizaciones de sus vídeos, siempre positivos, sencillos y directos. 229.000 seguidores andan pendientes de sus novedades en Instagram. Y ella, risueña como en sus apariciones, señala desde la idílica isla de Malapascua, en Filipinas, que «me da bastante respeto que cada cosa que haga o diga pueda tener un impacto».
No le falta razón, ya que muchas de sus fans son menores de edad. ¿El remedio? «Me pienso las cosas dos o 200 veces antes de hacerlas. Además siendo tan joven» -sólo tiene dieciocho ‘primaveras’- «y viviendo en una ciudad donde todos nos conocemos, siento bastante presión y trato de medir mis palabras. Pero bueno, tampoco me supone un problema. Hablando con cabeza y respeto ¡lo demás ya sale solo!».
Semejante flujo de internautas se traduce en un sueldo mensual, que esta bloguera de olfato fino para el éxito invierte en material. Estudiante de Liderazgo Emprendedor e Innovación en la Universidad de Mondragón, Sara tiene claro que «compagino esto con mi carrera universitaria y con una vida no tan ‘de película’». Por cierto, su hermana menor ha seguido sus pasos.
Actual escritora de éxito, hubo un tiempo pasado en que publicó un par de libros en el más estricto anonimato. Era ‘La saga de los Longevos’. Gracias al boca a boca en internet, ambas obras dieron las primeras alegrías a Eva García Sáenz de Urturi. «Van cinco años desde que los publiqué y fue la gente la que hizo que fuesen un ‘bestseller’ y se hiciera viral», rememora la superventas.
«Y desde el primer momento he seguido en contacto con toda la gente que los recomienda, porque lo valoro mucho, valoro que se tomen su tiempo en hacer reseñas de mis libros», explica.
Ante semejante demostración de fe a sus páginas, siempre trata de devolver el cariño mostrado. «¡Qué menos que contestar! Aunque no pueda hacerlo a todos. Respondo con el tiempo libre que me queda. Sin olvidar que si estamos ahí, en las redes sociales, es porque escribo. Mi tarea principal es meter, como mínimo, ocho horas diarias escribiendo. Llego hasta donde llego», precisa la vitoriana, que puede presumir de 105.000 fieles en Twitter, donde suele anunciar avances como la película que se hará de ‘El silencio de la ciudad blanca’.
«¿Qué la pasa?» es la última -y laísta- muletilla que triunfa en las redes sociales. Su autor intelectual responde como Oto Vans, inclasificable bloguero criado en Vitoria y que arrasa en Youtube, Instagram y Twitter tras darse a conocer en Snapchat (aplicación de vídeos y fotos efímeros). Con una personalidad singular -se define a sí mismo como «ella»-, adjetivos como descarado, inteligente, provocador o choni le sientan como un guante.
Apenas tiene 19 fotos en Instagram, devoradas por 235.000 seguidores, pero es que suelen censurarle sus imágenes cada dos por tres. Lo mismo ocurre con sus vídeos... Lo que no hace sino engordar su legión de fieles. Y lo mismo pone a parir a sus hermanos -a una la denomina «La hetera»- que sale en la rama de un árbol en los madrileños Jardines de Sabatini. Rehúsa salir en este reportaje porque «no quiero que se me relacione con Vitoria. Vivo en Madrid. Cuando hice cosas allí, que tampoco fueron tan superimportantes, no se me hizo ni caso». Genio y figura.
*En este reportaje también han colaborado Fernando Ruiz de Esquide, Carlos Pérez de Arrilucea, Sara López de Pariza y Cecilia Albéniz.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.