Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Silvia Osorio y Helena Rodríguez
Domingo, 16 de octubre 2022, 02:43
Los niños con altas capacidades representan un desafío educativo. Ser demasiado listos no implica sacar las mejores notas de la clase. Se estima que el 65% de los alumnos con superdotación intelectual fracasa a nivel académico. Si la detección de su elevado nivel de inteligencia ... no se identifica de forma precoz y no reciben la atención necesaria para potenciar sus habilidades, estos cerebros privilegiados corren el riesgo de aburrirse, de perder las ganas de aprender e, incluso, de quedar aislados socialmente.
El Departamento de Educación ultima el primer protocolo específico en los colegios de Euskadi para atender y detectar de forma precoz las altas capacidades. Según fuentes del área que dirige Jokin Bildarratz, se presentará a los centros en los próximos meses y busca avanzar en la identificación. Los expertos llevan tiempo insistiendo en la necesidad de un diagnóstico más temprano.
Algunos talentos no llegan a emerger por la falta de una estimulación adecuada. «La falta de identificación provoca la ausencia de procesos educativos personalizados que contemplen su naturaleza y sus necesidades de aprendizaje. Al no ser detectados, se enfrentan a aprendizajes lentos, repetitivos, que desencadenan situaciones de aburrimiento, apatía, desconexión e, incluso, aversión a la escuela», afirma Miryam Martínez, profesora de la Facultad de Psicología y Educación de la Universidad de Deusto y especialista en este ámbito.
En Euskadi, según los últimos datos publicados, 747 estudiantes fueron identificados en 2019 con una capacidad de aprendizaje excepcional. Un 0,20% de la población en edad escolar. En 8 años se ha multiplicado por cinco. En 2011 apenas se contabilizaban 147. No quiere decir que antes hubiera menos, sino que ahora se realizan más pruebas. La propia OMS calcula que el porcentaje de altas capacidades supera el 3%.
Para las familias supone un soplo de aire fresco saber cuanto antes qué les ocurre a sus hijos. «¡Las lágrimas que he visto! Los padres necesitan una explicación. Esta situación provoca mucho agobio. Muchas veces no saben ni qué hacer ni a dónde acudir», atestigua Elisa Álvarez, directora de Interac, un centro privado que presta apoyo formativo a un centenar de niños. Padres de la asociación Apatuz y expertos (Altas Capacidades Euskadi) y Alcavi (Altas Capacidades de Álava) coinciden en estas experiencias.
En 2019, Educación actualizó el plan para la atención de este colectivo. Se implementaron nuevas herramientas para la detección y se desarrollaron procesos de formación docente con el fin de generalizar las pruebas y la mejora de la intervención. En estos momentos, técnicos de Educación se encuentran validando los resultados de las nuevas herramientas empleadas, pero desde el Departamento señalan que la pandemia ha retrasado el proceso.
Los especialistas advierten de que en los colegios se sigue prestando más atención a quienes presentan dificultades de aprendizaje que a los más avanzados. Acaban desenchufando. «Si les repiten muchas veces las cosas, se evaden. Se quedan en la nube de Valencia. Toman el camino de aislarse», desliza Álvarez. Hasta que no se produce la identificación, estos críos muestran comportamientos variados. Hay quienes de manera temprana muestran gran curiosidad por el mundo que les rodea, una memoria elevada, riqueza lingüística, creatividad o facilidad de abstracción. «Son investigadores por naturaleza, les gusta indagar, y son intensos emocionalmente», precisa la docente de Deusto.
¿Y cuál es la solución para lograr que estos niños se adapten a los métodos de aprendizaje y exprimir todo su potencial? Las investigaciones realizadas en las últimas décadas sobre la flexibilización curricular, es decir, adelantarles un curso, arrojan resultados positivos.«Propongo aceleraciones en un 75% de los casos. A veces, a los padres les da miedo, pero las que he conocido han salido bien. Es importante actuar rápido», incide la directora de Interac. Estos críos logran mejorar su rendimiento escolar, su relación con los iguales y su autoestima. Sin embargo, conviene ir paso a paso. «Se debe aplicar de manera progresiva sin esperar resultados excepcionales en el primer momento», añade Martínez.
Aitor y Yolanda (Vitoria)
«Con dos años hablaba como uno de siete u ocho y aprendió a leer por su cuenta. Como era nuestro primer hijo a nosotros nos parecía normal, pero luego vimos que es que era brillante», recuerda Aitor, un vecino de Vitoria que prefiere no dar muchos detalles sobre su identidad porque «bastante mal lo ha pasado el crío como para que se le identifique más». Él y su mujer, acceden a contar su experiencia como 'aitas' de un chico con altas capacidades «para visibilizar la situación». Con 15 años, el muchacho ha pasado por varios episodios de bulling y saben que puede ser objeto de más. «Es solitario. La música, el fútbol, las novias o salir no le interesan pero sí la física, la robótica, la inteligencia artificial», dice Aitor.
Como a la mayoría de estos chicos, las notas no reflejan su brillantez innata. «No son malas, pero no son excepcionales. En el último examen de matemáticas ha sacado un 8,45 y no ha estudiado, aunque luego se las bajan por el comportamiento». Aitor lo explica de modo sencillo: «Hasta los cinco años, los profesores elogiaban sus preguntas y su curiosidad constante. Después, aquello pasó de virtud a un problema foco de continuas notas del 'cole'». La educación reglada no les ofrece «ningún refuerzo» así que la desilusión de Aitor y Yolanda es total. «Solo espero que salga ileso del sistema educativo».
Estíbaliz González y Andrés Marmolejo se dieron cuenta que Astrid, ya de muy chiquitina, no hacía lo mismo que otros niños. «No era normal que una cría de 2 años se supiera el abecedario de pe a pa», rememora esta pareja de Leioa. Fueron momentos duros, de mucha incertidumbre. Tuvieron que sacarse las castañas del fuego porque «hablar con los profesores del colegio era hacerlo contra una pared».
Alertaron de la situación al centro en el que estudia su hija, pero les negaron en varias ocasiones la prueba WISC-V porque no llegaba a la edad mínima exigida. Fue en Interac donde se detectó su superdotación. «Me llegaron a decir que no sabían qué hacer con ella. En el colegio era todo quejas, para nada se implicaron en saber por qué se comportaba de esa forma», afirma la amatxu de Astrid sin poder reprimir las lágrimas.
Confirmada la asombrosa capacidad intelectual de la pequeña, los nervios no se apaciguaron. Comenzó la «guerra» con el Berritzegune y el centro, que «se pasaban la pelota» para decidir si aceptaban la petición de los padres de adelantarle un nivel. Siguen a la espera, aunque este año ha empezado con dos materias de un curso superior para ponerle a prueba.
Cuando algún niño ofrece dificultades para acabar una tarea, Astrid ya la tiene lista. A sus 6 añitos, tiene memorizada la tabla de multiplicar del 2 y sabe dividir con decimales. «En clase se aburre. Nos insisten en que todos los niños deben coexistir, pero si tienen ritmos diferentes habrá qué ver qué es mejor para su aprendizaje», insiste su progenitor.
Juan Eduardo Lázaro | Presidente de la Asoc. para la Educación de Niños AA CC (Álava)
Antes de cumplir 4 años al hijo de Eduardo Lázaro le hicieron las primeras pruebas para saber si tenía altas capacidades. A los seis años se confirmó una realidad que para el aita estaba clara. «A los seis meses decía palabras y con dos años aprendió a leer y escribir por su cuenta». Aunque Eduardo es profesor y experto en este tipo de alumnos en casa «soy solo aitatxo» y se centra en «educarle en valores y respeto». Una tarea titánica para cualquier familia y que normalmente se complementa con la enseñanza reglada. En el caso de ese tipo de alumnos, ahí es donde todo se complica. «En el primer centro sufrió bulling por parte del profesorado así que le cambié. En el segundo la cosa mejoró, pero faltan recursos», resume.
El chico, que ahora tiene 14 años destaca en arte, programación informática y piano, pero el resto de asignaturas no le interesan. Y eso, en el sistema educativo actual, no tiene cabida porque «los profesores tiene una media de 30 alumnos y que alguno presente necesidades especiales les rompe totalmente y tampoco hay protocolos» para enfrentar esa situación. «Faltan medios, voluntad por parte del Gobierno vasco, que no da fondos, y una preparación específica para los profesionales de la enseñanza». «A parte de la Universidad de Nebrija no hay unos estudios superiores especializados en estos casos», critica.
Por no hablar de la incomprensión de una sociedad en la que «tener un hijo de altas capacidades es tabú». «Puedes decir que tiene un hijo futbolista o una hija bailarina, pero si les dices que es más listo de lo normal te miran mal».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.