Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Con ‘El arte de volar’, Antonio Altarriba obtuvo de la mano del dibujante Kim el Premio Nacional de Cómic en 2010, además de los galardones de la Generalitat y del Salón de Barcelona. Más adelante, el arte de matar que el guionista ... plasmó junto a la plumilla de Keko supuso el premio de la Crítica en Francia para ‘Yo, asesino’. Pero era tan sólo el principio. Aquella historia, en la que el profesor de la UPV Enrique Rodríguez –con los rasgos físicos prestados del propio Altarriba– ponía a Vitoria en el mapa del crimen, abría una trilogía que este mismo año tendrá continuidad.
El guionista y el dibujante Keko ya tienen elaborada buena parte de esta segunda entrega, que rondará las 130 páginas de viñetas y que ha sido bautizada como ‘Yo, loco’. Si en el primer tomo salían la librería Elkar, el Museo de Bellas Artes, la estación de Renfe o el Casco Viejo, «una de las localizaciones que aparecerán más es el edificio corporativo de la Caja Vital. Me parece un espacio magnífico, con vistas a Salburua y los ciervos», señala Altarriba.
«En la trilogía, cada uno de los tomos va a tener una narración autónoma. Vas a poder leerlos de manera independiente. Pero luego –y espero que me salga bien– vas a poder seguir una intriga que atraviesa los tres libros y que leyéndolos todos, se podrá resolver», anuncia Altarriba, y agrega que será posible asimismo aclarar «algunos de los misterios de los personajes». Eso sí, «cada parte va a tener un protagonista distinto. Aquí no es un asesino. Siempre es un ‘thriller’, es policíaco, hay crímenes, es una historia muy negra y hay un trasfondo de denuncia social muy fuerte. Este es el esquema básico», relata el guionista.
En la primera entrega, «denunciábamos un poco la crueldad de cuello blanco, el que mata sin mancharse de sangre, a partir de quien sí se mancha con ella. Y considera peor a quien lo hace para hacerse rico y demás. En ‘Yo, loco’ se denuncia a la industria farmacéutica. De hecho, el edificio de la Vital será un observatorio de trastornos mentales llamado Otrament. Allí se dedican a crear perfiles patológicos para que el espectro de enfermedades mentales aumente y poder vender más».
Antonio Altarriba explica que en 1946, tras la Segunda Guerra Mundial, «la Organización Mundial de la Salud tenía identificadas unas 26 enfermedades mentales. Hoy en día son cerca de 400», compara. «Puedes decir que la medicina ha avanzado y que ahora se diagnostican más cosas. Pero cuando empiezas a ver la lista, observas que está muy condicionada por la cultura, la sociedad o el ambiente», expone.
Y aporta ejemplos de arbitrariedades como que «hasta 1980 la homosexualidad estuvo clasificada como trastorno mental». O que siempre ha resultado más duro ir a trabajar los lunes y «ahora se habla de deuterofobia, el miedo al día siguiente cuando se presenta complicado. Si después de un puente dices que tienes un ataque de deuterofobia, te pueden dar unas pastillas. Crean enfermedades para ampliar el mercado y una de esas sedes la pongo en Salburua», señala el autor.
A partir de esos manejos, uno de los que trabajan allí intentará denunciar lo que sucede. «Tratan de acallarle, hay asesinatos y al final del libro ha conseguido reunir en un sobre muchas pruebas y documentación», adelanta el guionista de ‘Yo, loco’, que verá la luz en septiembre.
La tercera entrega llevará por título ‘Yo, mentiroso’, con aspectos tan candentes como las ‘fake news’, la postverdad y «periodistas que son agentes infiltrados de una mafia y partidos políticos que funcionan así. Dan noticias falsas o las crean a partir de un informe que les facilita la Policía», apunta. «El problema que tengo es que con el entramado político-mediático de este país hay tanto material... A un político, cuando entra en un partido, no se le enseña a gestionar, sino a mentir. Los cursos de formación son de oratoria y fotogenia. Son escuelas de mentirosos», concluye el escritor. «No me creo que en determinados partidos haya políticos honrados, porque si crees en unos principios, no puedes aguantar esos enormes tirones de corrupción. Si tienes un mínimo de conciencia, te vas. Si no, son cómplices, porque es su manera de vivir, porque algo les caerá en el reparto», lamenta.
En los tres tomos de novela gráfica también hay una estética que se apoya en el poderoso blanco y negro del dibujante Keko. Además, «en cada uno de los tres hay un bitono diferente. En ‘Yo, asesino’ era el rojo de la sangre que también aparecía en otros elementos. En ‘Yo, loco’ es el amarillo», que ya aparece en la primera viñeta, en un primerísimo plano de un par de ojos desorbitados. O, un par de viñetas después, en una luna llena. Y, más adelante, en las vestimentas con las que oficia cierto sacerdote.
Antonio Altarriba imparte esta semana en la UNED de Vitoria el taller ‘Contar en viñetas. Historia y peculiaridades de la narrativa gráfica’. La propuesta, a la que asisten tanto alumnos presenciales como online, permite conocer de primera mano numerosos aspectos de lo que sucede detrás de las viñetas, desde maneras de contar hasta vías de difusión editorial o presentación de proyectos.
Por fin, quien ha sido durante años docente de la Facultad de Letras de la UPV puede explicar en un foro universitario de la capital alavesa cuestiones tan interesantes como desconocidas por el público. «El proceso de elaboración de un cómic es muy laborioso. Por ejemplo, sólo de dibujo ‘Yo, loco’ supone un año y medio, y eso que Keko está encerrado y centrado en él», ejemplifica.
En cuanto al guión, Altarriba señala que en muchos casos toma notas en una libreta antes de escribir la historia, viñeta a viñeta, en el ordenador. Hay aspectos como «la planificación y los encuadres que es muy narrativa también y foma parte del guión», precisa Altarriba. Y recuerda que «algunos me preguntan si yo escribo el texto en los bocadillos. Hasta me lo dice gente que es aficionada al cómic y que se supone que sabe algo», indica el también novelista.
Aunque cada guionista tiene su forma de trabajar, Antonio Altarriba explica que «me gusta hacerlo dentro de esta narrativa visual: prefiero no contar literariamente lo que se puede contar visualmente. Por ejemplo, un estado de ánimo como un momento especialmente dramático de un personaje puede ser más sugerente, aunque sea más ambiguo, hacer un zoom hasta un primerísimo plano de los ojos. Siempre es dramatizador. Si, además, lo haces en tres viñetas, ves que le ha dado fuerte. Un novelista tendría que usar descripciones para reconstruir cómo se ha venido abajo al escuchar una noticia», contrasta.
«Hay una gramática visual en el cómic que me parece muy potente.Hay recursos repertoriados, pero tienes muchas posibilidades de creación. Pero para que esa narrativa funcione, tienes que ser muy detallista en el guión y precisar desde el lugar que ocupa el personaje hasta su indumentaria o por dónde entra la luz», expone.
Claro que no siempre es así. En el extremo opuesto a reputados autores como Altarriba o Neil Gaiman –también novelistas– «hay guionistas inexpertos que se piensan que todo tiene que sustentarse en el texto y los bocadillos. Pero no entran en los matices. Y todos los detalles en la viñeta condicionan».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.