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Se quitó el traje de lycra blanco y colgó las punteras en 2008. La única gimnasta rítmica del mundo en competir en cuatro finales olímpicas reconoce que sintió un vacío tras ello y lo empezó a llenar al descubrir la interpretación, metiéndose en la piel ... de otras. «He entendido esta profesión como creí entender la gimnasia al principio: mejorando poco a poco sin una pretensión concreta», dice Almudena Cid (1980, Vitoria), que regresa este domingo a su ciudad natal como parte del elenco de 'Una historia de amor', obra escrita y dirigida por el francés Alexis Michalik que inaugura el Festival Internacional de Teatro en el Principal.
– ¿Qué sensaciones tiene en esta vuelta a casa?
– Siento responsabilidad porque va intrínseco en mi forma de ser y mucha emoción porque nunca he actuado en el Principal. Cada vez que pasaba cerca sentía era un espacio al alcance de unos privilegiados. Para mí es como un reencuentro con mi gente y los vitorianos, que siempre me han mostrado mucho cariño. También estoy un poco nerviosa.
– 'Una historia de amor' es una versión de la obra de un autor reconocido con diez premios Molières (seis de ellos como autor y el resto como director). ¿Cómo ha sido trabajar con Michalik?
– El proceso ha sido diferente al que estamos habituados. Con Michalik se trabajó primero la mecánica y después la parte de los personajes en los que nos vamos adentrando. Parece una obra muy sencilla vista desde el público, pero hay mucha entrada y salida de objetos y hay que mecanizar los movimientos.
– ¿Estuvo presente? ¿Cuánto tiempo han tenido para preparar el montaje?
– Estuvo presente al inicio y al final y nos dejó en manos de su ayudante, Ysmahane Yaqini, con la que estuvimos encantados. Fueron cuarenta días de preparación. Este actor no para, tiene mucho éxito en Francia, pero tiene muy claro lo que quiere en los montajes. Por eso es una réplica de lo que ha hecho en Francia, lo que quería nos lo ha trasladado con muchísima claridad, aunque cada actor tenga su propia esencia.
– Sabemos que la obra trata la historia del amor de dos parejas (Katía y Ana y Guillermo y Clara). ¿Cómo es su personaje?
– Puedo decir que Clara es la pareja de Guillermo, pero no puedo adentrarme mucho más... La obra es un canto al amor y tiene puntos de comedia. La gente que ha venido a ver los ensayos sale muy emocionada porque aborda temas cercanos a nosotros.
– Su primera participación en una serie fue en 2013 con 'Frágiles'. Además ha trabajado con Paul Urkijo en 'Errementari' y 'Dar-Dar', un corto muy premiado. ¿También está en el reparto de su próxima película, 'Irati'?
– No, no me ha llamado (risas). Tenemos muy buena amistad y sé que va a ser lo más cercano a una superproducción y un trabajazo porque tiene un sello de identidad muy propio. Sé que tiene más proyectos en mente y me encantaría volver a trabajar con él.
– Releyendo sus entrevistas, ya hace tiempo que hablaba de la necesidad de soporte psicológico en el deporte de élite, un tema que saltó a la palestra con Simon Biles.
– Yo sentí esa presión de la que antes no se hablaba. Y tenía solo 20 años. En rítmica, a esa edad me trataban como la abuela, la mayor, y con la Federación tuve problemas porque no tenían en cuenta que la madurez empezaba entonces. Fue duro enfrentarme sola a un sistema establecido y fueron ocho años de batalla desde dentro por seguir compitiendo. En realidad, mi momento de retirada estaba muy pensado.
– Pero fue duro.
– Cuando colgué las punteras sentí un gran vacío, estuve tres meses realmente mal. Miraba la línea roja del tapiz junto a mi entrenadora Iratxe (Aurrekoetxea) para aceptar que estaba fuera. Fue en la interpretación donde encontré oxígeno, además de mucha similitud porque en el teatro hay que trabajar mucho y contar historias. Antes lo hacía con el movimiento y ahora lo hago con la palabra.
– ¿Cuál es el grado de satisfacción con la actuación?
– He entendido esta profesión como creí hacerlo en la gimnasia al principio: mejorando poco a poco sin una pretensión concreta. Además, veo más respeto en la profesión que cuando empecé porque todos tenemos el mal hábito de criticar a alguien que se ha dedicado a algo y decide cambiar de rumbo.
– ¿Disfruta más sobre el escenario mientras actúa o cuando llegan los aplausos? ¿Cómo es esa tensión?
– Es un mecanismo parecido a cuando era gimnasta, sientes al público pero no le presto exceso de atención. Sé que trabajo para ellos, pero consigo crear una burbuja transparente para estar centrada en lo que estoy haciendo sabiendo que me observan, pero sin nitidez. En el teatro me ayuda mucho más la iluminación porque oscurece el patio de butacas, mientras que en rítmica veía hasta la cara del juez. Aquí tienes la capacidad de aislarte, el foco te da en la cara y hace que no veas al público. El aplauso siempre es un regalo, la gente suele venir a favor y valora el esfuerzo. Creo que también hay un símil en este sentido entre el teatro y la gimnasia.
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