No exhiben una arruga ni una cana de más, a pesar del paso del tiempo. Y las manzanas no se han agriado, siguen con ese brillo apagado en su cesto. Esa pareja con la mirada al horizonte, conocida como 'Pareja de aldeanos vascos', pintada por ... Valentín de Zubiaurre, es una de las obras que se asoma en los 'peines' del almacén del Museo Bellas Artes de Álava. Se encuentra en depósito tras un acuerdo suscrito hace tres años por la Diputación Foral de Álava y la Fundación Juan Celaya, conservados a una temperatura de 18-20 grados y con una humedad relativa que no supera el 50%.
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Esos espacios se pueden considerar el hogar de los lienzos que no se exponen en las salas del museo. Sin embargo, ese espacio está a un paso de quedarse pequeño. «Los peines están casi al cien por cien. Hay un problema de espacio importante», reconocen desde la pinacoteca foral acerca de los paneles deslizantes donde se almacenan los cuadros. Y es que esa parte invisible del museo del paseo Fray Francisco, localizada en una sala adjunta a las antiguas cocinas del Palacio Agustin Zulueta, está cerca del límite para acoger más obras. Lo atestiguan tanto Sara González de Aspuru, directora del Bellas Artes, como Javier Fernández Bordegarai, jefe del servicio de museos de la red foral, en un recorrido por las tripas del espacio.
Ambos consideran necesaria una «modernización» en los próximos años del almacenaje de los museos provinciales para que cuadros, como los Zubiaurre, junto a otros firmados por Vicente López, Díaz Olano, Darío de Regoyos o Federico de Madrazo, puedan tener más vecinos en y profundizar en esa colección centrada en el arte vasco del periodo 1850-1950.
Por el momento para el Bellas Artes de Álava no supone un problema mayor tener ocupadas la mayoría de paneles. Pero podría ocasionarse en caso de que llegue una donación amplía. Al mismo tiempo, esta falta de espacio obligaría a limitar las adquisiciones con el paso de los años. «Es un problema con muchos museos que fueron concebidos hace años y han tenido otros usos», reconoce Bordegarai. Otro ejemplo es el Museo de Armería, cuyos fondos se encuentran en una estrecha salita a la que se accede subiendo por las angostas escaleras de recepción. Del total de 1.600 piezas –armas, uniformes, medallas...– en el edificio anexo de Ajuria Enea, antiguo frontón del palacio, se exhiben el 50%. «La mayoría de peticiones de cesión son para exposiciones históricas como las relacionadas con Elcano o El Cid», señala Itziar Ruiz de Erentxun, técnica de dicho museo.
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Aunque no hay sobre la mesa un proyecto concreto para ampliar el almacenaje en los museos de la red foral, uno de los modelos cercanos que más admiran los especialistas en conservación es Gordailua (Centro de Colecciones Patrimoniales de la Diputación Foral de Gipuzkoa), que custodia fondos públicos y privados. En total, más de 70.000 objetos, entre bienes etnográficos, artísticos y arqueológicos, donde destacan el Museo San Telmo o diferentes obras del artista Néstor Basterretxea. Sin embargo, su elevado coste (16 millones de euros) lleva a pensar a los profesionales del servicio de la red alavesa en que la alternativa sería ampliar o reformar los espacios antes que levantar un nuevo edificio.
Esta pandemia ha puesto de relieve aún más la importancia de los fondos, ese registro de la Historia, y ha acelerado una tendencia en la que ganan importancia las obras propias a la hora de organizar exposiciones temporales y temáticas. «Los museos están haciendo menos exposiciones en las que tienen que pedir prestada obras e insisten en sus propias colecciones para sacarle rendimiento», señala Sara González de Aspuru, quien apunta a que a ese repliegue han contribuido los altos los costes de transporte y seguridad en cada cesión. «Ahora mismo, ese tipo de exposición temporales (con un gran número de préstamos) se han demostrado de escasa rentabilidad social, más si se le suma que la por la limitación de movilidad ha acudido menos gente a los museos», añade Bordegarai.
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Es una constante en el circuito que gran parte de las colecciones de museos permanezca oculta al público, alcanzando el 90% en muchos casos. En grandes instituciones internacionales, como el Louvre, se exhiben un 8% aproximadamente; y en la Tate Britain al 10%. Otros ejemplos más cercanos:el IVAM de Valencia expone el 28% del total y el Museo de Bellas Artes de Sevilla el 21%, como recoge un estudio de la empresa Albayalde, especializada en estudios de conservación.
A las consultas para cesiones y de especialistas para estudios que atienden diariamente los responsables de los museos alaveses se les ha sumado en los últimos meses otro perfil. «Notamos que hay cada vez más gente que tiene una obra en casa y quiere saber qué hacer con ella e identificar al autor. No damos valoraciones de obras porque hay un código deontológico de Icom (Consejo Internacional de Museos) que nos dice que en el mercado no nos metemos», cuenta González de Aspuru deslizando que esos tesoros ocultos no tienen precio.
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El almacenamiento de obras, la apertura al público y la digitalización forman parte de los debates y estudios de la museística, especialmente, en los últimos años. En ese sentido también se han llevado a cabo diferentes proyectos, como Collection Care, liderado por la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) y en el que colaboran dos museos de la red foral –Bellas Artes de Álava y Museo de Armería– junto a otras instituciones de Francia, Grecia, Países Bajos, Italia, Polonia, Lituania, Dinamarca y Bélgica. Se trata de una prueba piloto de unos avanzados sensores de última tecnología diseñados para facilitar la conservación y financiado por la Comisión Europea Horizonte 2020.
Fue a finales de julio cuando un equipo de investigadores de la UPV, en colaboración con la Diputación de Álava, instalaron diferentes sensores inalámbricos en ambos museos para la «conservación preventiva». A través de estos aparatos se controla humedad, temperatura, vibraciones, luz y condiciones de degradación de las obras expuestas y almacenadas. «Han escogido el de Armería por sus piezas de metal y el de Bellas Artes de Álava por sus pinturas y obras policromada», cuentan desde el servicio foral.
«Los datos recogidos por el sensor se transmiten y analizan en la nube», cuenta Andrea Peiró, una de las investigadoras encargadas de Collection Care a. A través de estas muestra se permite «estimar el proceso de degradación de cada obra y definir la estrategia más adecuada en cada caso para minimizar su riesgo de deterioro y asegurar su conservación a largo plazo», explica acerca del proyecto en el que participan el Museo de Historia Nacional (Atenas) o la Colección Real Danesa (Rosenborg).
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