Como en aquella isla de 'El señor de las moscas', aquí mandan los niños. No en el sentido literal, claro, pero Alegría/Dulantzi se ha adaptado en los últimos años para ellos. Si el orgullo de Lagrán, las instalaciones más utilizadas, son las del centro ... de día para los mayores del pueblo, aquí es la Casa de Cultura. Y mucho más en concreto, su ludoteca. En este pueblo de La Llanada cuentan con un colegio, parques infantiles y hasta un skatepark (solo les falta un instituto, al que tuvieron que renunciar en el año 2010 con la excusa de la crisis) en una localidad de apenas 2.900 vecinos donde apenas el 13% de población tiene menos de 65 años: son casi nueve puntos porcentuales menos que la media vasca. Solo Irura, en Gipuzkoa, tiene una tasa menor de mayores.
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A pesar de estar en plena Llanada, Alegría aguanta la comparación con la isla de 'El señor de las moscas'. Ojo, no porque sus críos estén asalvajados. Qué va. Esta es una isla demográfica. Una rareza. Al contrario que la mayoría de los pueblos alaveses, en los últimos años no ha parado de ganar población. Según los últimos datos del Eustat, tiene 3.165 habitantes. Hace dos décadas, en 2002, eran prácticamente la mitad (1.598, según los registros del INE).
La explicación de su crecimiento a contracorriente hay que buscarlo en pleno 'boom' inmobiliario. Los precios de la vivienda se dispararon de forma exponencial en Vitoria en los años previos a la crisis. Y muchos jóvenes encontraron refugio aquí, a tiro de piedra de la ciudad. Se levantaron nuevas promociones de pisos, pero también de adosados pareados, algunos hasta con patio, con su jardincito y todo. Y muchos sembraron un futuro de césped, barbacoa y churumbeles en el pueblo.
Sin embargo, al contrario de lo que ha ocurrido con otros municipios cercanos a las ciudades, Dulantzi jamás ha sido un pueblo dormitorio, uno de esos sitios en los que durante el día no te encuentras ni un alma y por las noches solo se ven luces tras las ventanas. «Aquí hay mucha vida, según que días incluso más que en muchos barrios de Vitoria», asegura Vanessa Horrillo, 42 años, mientras espera a que su hijo Danel salga de la ludoteca. «Aquí tenemos un montón de servicios, después del cole todos los días van a extraescolares», destaca.
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Hoy toca cocina. Y el chaval, de 8 años, sale en tromba, corriendo a abrazar a su madre con un tupper con algo, de apariencia indescriptible, dentro. «Es un donnut de calabaza, es lo que hemos cocinado hoy», asegura con una algarabía de críos de fondo. Sí. El nombre le sienta a este pueblo como un guante. Porque si dicen que un niño da alegría a un hogar... imagine 792. Según el Eustat, esa es la cifra de chavales menores de 19 años que viven en el pueblo. Aquí, uno de cada cuatro no llega a los 20.
«Es que es un sitio perfecto para vivir y para criar a tus hijos tienes de todo, todas las comodidades: siempre digo que hay lo mejor de un pueblo pequeñito y lo mejor de una ciudad», asegura Alejandra Bogarín, de 33 años y madre de dos pequeños de 3 y 8 años.
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«La gente se sorprende de la vida que se respira aquí, no tiene nada que ver a la mayoría de pueblos de Álava», certifica Rogelio Lage, que «ni de broma» cambiaría Dulantzi por la ciudad. «Ni siquiera por un piso en la calle Dato: la tranquilidad que tenemos, saber que tus hijos pueden jugar en la calle y que no les va a pasar nada, es un lujo».
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