Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
IÑIGO CRESPO
Martes, 27 de octubre 2020
Álava estrenó este martes el confinamiento perimetral con una extraña mezcla entre la expectación y una persistente sensación de duda. Bien pensado, el territorio, el único de Euskadi que permanece sin municipios en alerta roja, apenas percibió sutiles diferencias entre el primer día del ... confinamiento perimetral y el del estado de alarma. Quienes debían moverse por motivos laborales podían hacerlo, al igual que los estudiantes universitarios. Los cafés, los pintxos y los vermús fueron desterrados de las barras y las terrazas, tomadas por algunos valientes, retomaron cierta actividad gracias a los discontinuos rayos de sol. Pero más allá de vivir una rutina con matices, el segundo estado de alarma ha instaurado el temor a revivir el primero, cuando el virus enjauló toda actividad social.
Ese perturbador augurio que trajo el estado de alarma del pasado domingo y el confinamiento se confirmó horas después con la postura del Gobierno vasco, que no descartaba un nuevo encierro domiciliario si la evolución epidemiológica empeoraba en las próximas fechas. La provincia, sin embargo, trató de seguir su particular lucha contra el virus. Si algo aprendió la sociedad durante la devastadora primera ola, fue que tras la primera línea que formaban los sanitarios, se puede aportar para frenar los efectos del virus, tanto en los niveles de contagio como en su golpe económico.
El pulso industrial se percibió desde el amanecer en Júndiz; es decir, solo unas horas después de que concluyera el segundo toque de queda. Sin apenas controles de acceso, quizás por aquello de que la vigilancia es algo más laxa durante las primeras horas de las nuevas medidas, el goteo de trabajadores fue continuo, tanto en vehículos privados como en el transporte público.
El tranvía y los autobuses urbanos, por su lado, mantuvieron sus frecuencias y un número de viajeros similar al de los días previos. En este sentido, Euskotren y Tuvisa no tienen previsto modificar sus horarios con el nuevo estado de alarma, al menos hasta que se restrinja un número mayor de actividades. La compañía de autobuses, de hecho, mantiene sus servicios recortados desde el pasado marzo, y debe garantizar una oferta suficiente a los centros educativos, laborales y sanitarios, entre otros.
Algo más tardó en activarse la estación de ITV del polígono industrial, a la que acudieron unos pocos vehículos a primera hora. Donde sí hubo presencia policial fue cerca de Treviño, donde la Guardia Civil controló el tránsito de coches entre las 6.30 y las 8.00 horas. Agentes del instituto armado establecieron también un control en el cruce de Ventas de Armentia. La Ertzaintza, por su lado, desplegó la vigilancia en la N-622, a la altura de Murgia.
La vida en la ciudad, mientras tanto, trataba de desperezarse con un buen café cargado. Aunque algunos despistados que ignoraban las nuevas restricciones se acomodaban en la barra, otros valientes optaron por la terraza pese al punzante frío que comienza a golpear la capital alavesa hasta que el sol se yergue. Incluso con los nueve grados que marcaba el termómetro al filo de las 9.00 horas, hubo quien apostó por consumir en el exterior ante la reducción del aforo del 50% en el interior. «La vida sigue, y por eso nos hemos animado a salir a la terraza», afirmaba Blanca. Eso sí, los veladores cubiertos notaron una mayor afluencia de clientes por su protección ante el viento.
No cabe duda, sin embargo, de que el frío terminará por doblegar la voluntad de hierro de los alaveses a la hora de consumir en el exterior. No dejan de advertirlo los hosteleros, que incluso anticipan el «cierre» de numerosos negocios antes de que el territorio esquive la pandemia. Las últimas noticias relativas al sector, llegadas desde Logroño, desalentaron aún más a los propietarios de bares y restaurantes, que permanecerán cerrados en la capital riojana durante al menos un mes.
Los locales de hostelería de Vitoria vieron cómo las reservas de grupos de entre seis y diez personas comenzaron a desaparecer de su agenda en cuestión de horas. El nuevo descenso en el consumo tras haber «sacado la cabeza» durante el verano les obliga a buscar fórmulas seguras de forma constante. En algunos bares del centro de la ciudad, de hecho, han llegado a colocar dispensadores de gel hidroalcohólico cada 1,5 metros a lo largo de la barra.
Para el fin de semana, sin embargo, esperan un nuevo golpe a causa del toque de queda, que obliga a clausurar todos los locales para las 23.00 horas. Pese a la excepcionalidad de la medida, los vitorianos la cumplieron a rajatabla. Hasta ayer, la Policía Local no había realizado intervenciones en este sentido, a pesar de contar con un dispositivo especial.
La celeridad con la que se decretó el confinamiento perimetral obligó a improvisar salvoconductos a estudiantes y trabajadores, que todavía carecían de permisos para abandonar su término municipal por causas justificadas. Algunos tuvieron que rescatar la matrícula universitaria a modo de justificante, mientras que otros, como Ángela Marquínez, se encontró con un email de su empresa durante la madrugada. Esta joven vitoriana fue uno de los cientos que acudieron a la estación de autobuses de Lakua, que funcionó con relativa «normalidad». Las compañías mantuvieron buena parte de sus frecuencias durante el primer día de confinamiento perimetral (hubo autocares que llegaron hasta Benidorm), a la espera de observar el impacto real del estado de alarma en la demanda de desplazamientos.
Ese continuo trasvase de viajeros por motivos justificados, como laborales, sanitarios y educativos fue una de las paradojas que provocó el último decreto del Gabinete Urkullu, en una permanente búsqueda de equilibrio entre la actividad socioeconómica y la protección sanitaria. Y es esa realidad tan volátil la que es capaz de aunar dos realidades paralelas en Vitoria, que el mismo día de su blindaje perimetral se convirtió en escenario de un acontecimiento de máxima relevancia como la salida de la séptima etapa de la Vuelta a España. La presencia de la gran ronda en el territorio también 'relajó' los controles policiales en diferentes accesos.
Casi en paralelo al pistoletazo de salida d la ronda ciclista, el departamento de Sanidad del Gobierno vasco ofreció de nuevo un estremecedor parte de ingresos hospitalarios en la última semana, que ascendían a 381. A pesar de que la cifra de contagios permanece relativamente estable con 978 nuevos casos (en los últimos días se rebasó la barrera de los mil), Vitoria y Salvatierra aún bordean la tasa de 500 casos por cada 100.000 habitantes, que supone la entrada en alerta roja. Aunque el último decreto elimine las diferencias en las restricciones entre los municipios, no deja de ser un indicador fiable de la situación epidemiológica real.
Pero más allá de la relativa normalidad que se percibía en la capital alavesa, que vive en su propia burbuja de actividad, las prohibiciones fueron mucho más palpables en las localidades que dependen de la movilidad de las ciudades cercanas. Entre ellas se encuentran la comarca de Rioja Alavesa y Salinas de Añana, que observan con preocupación el futuro inmediato de su turismo y restauración.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.