El viñedo viejo, ese que tiene al menos sesenta años, es considerado en Álava como «un bien escaso que debemos proteger». Es el mensaje en el que coinciden los viticultores que cuidan a diario esas cepas con historia y la Diputación, que apuesta «sin ninguna ... duda» por su conservación «porque forma parte de nuestro patrimonio». Y para ello articula ayudas que van de 600 a 300 euros por hectárea en función de la antigüedad.
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Solo el 12 % del viñedo alavés fue plantado antes de 1960, apenas 1.600 del total de 13.100 hectáreas repartidas por Rioja Alavesa. Únicamente «por ser viejo no quiere decir que vayamos a tener buenas uvas y un vino de calidad. Esto no son matemáticas», señala Juan Valdelana, que junto a su padre y su hermana dirigen la bodega familiar en Elciego que suma 35 hectáreas de viñas con más de sesenta años, de las 120 que tienen en propiedad y alquiler. Pero en muchos casos «son auténticos tesoros», reconoce este joven ingeniero y enólogo, un enamorado del terreno sobre el que llevan décadas y décadas asentadas unas cepas que «nos dan una materia prima fantástica para hacer maravillas».
¿Qué características tienen estos viñedos viejos? De entrada, unas raíces más profundas que los plantados hace menos tiempo «con lo que les cuesta más alimentarse y por ello dan una producción notablemente inferior, pero el fruto está mucho más concentrado», explica Valdelana. El director de viticultura de Bodegas Luis Cañas, Rubén Jiménez, apunta que «desde un punto de vista técnico son viñas más regulares y en años complicados se comportan mejor». En su caso, «hemos encontrado hasta 19 variedades diferentes de uvas y esa mezcla es mágica. El cliente está dispuesto a pagar un poco más por estos vinos».
Viñedos anteriores a 1960. 1.594 hectáreas, el 12% del total de las 13.100 repartidas por Rioja Alavesa.
Principales pueblos. Laguardia, el municipio más extenso de la comarca, suma 390 hectáreas de viña vieja, pero suponeel 11% del total. Los porcentajes más elevados los registran Leza (31%), Villabuena (29%), Navaridas (27%) y Samaniego (21%).
Ayudas. La Diputación concede 600 euros por hectárea en viñas anteriores a 1930, 540 si el viñedo se plantó entre 1931 y 1940, 420 si fue entre 1941 y 1950 y 300 euros si la plantación se hizo entre 1951 y 1965. El tope por explotación son 4.000 euros.
En épocas de sequía «estas vides sufren menos porque están mejor arraigadas en el terreno» y también «se sobreponen mejor a las enfermedades y a los hongos», confiesa Javier Sampedro. Pero también «el trabajo y la dedicación que requieren son mayores porque las cepas están muy juntas unas de las otras y hay que hacer todo a mano». Este joven bodeguero de Laguardia cuenta con diez hectáreas y más de seis son de las denominadas 'viejas', principalmente anteriores a 1945, «y media hectárea, La Taconera, es de 1920, de la que sale quizá mi vino más especial», pero en producciones pequeñas.
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Porque otro denominador común es el menor rendimiento de estos viñedos porque si la normativa permite 6.500 kilos por hectárea, «aquí nunca se obtienen más de 3.000», señala Jiménez -entre Bodegas Luis y Amaran tienen 457 hectáreas y 127 con más de 60 años-. Mientras que los costes de mantenimiento se incrementan «porque se precisa de más mano de obra, aquí en muchos casos labramos la tierra con mulas. Hay un trabajo detrás muy grande y a veces piensas que no sale rentable», asegura Valdelana.
El diputado foral de Agricultura, Eduardo Aguinaco, reconoce esta labor de los viticultores de Rioja Alavesa, una zona que «si algo tiene es una historia y un pasado que están muy arraigados a ese viñedo antiguo patrimonio de la comarca. Cualquier bodega importante desea contar con esas cepas que en algunos casos son centenarias».
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Con el fin de profundizar en su revalorización, la Diputación se propone crear un catálogo de viñedos «valiosos y remarcables» porque «hablamos a veces de rincones únicos, de una ladera concreta. Vamos a intentar identificarlos para inventariarlos y protegerlos. Como institución estamos obligados a esa labor de custodia de nuestro patrimonio».
Por ello, Aguinaco considera una «contradicción» que desde la Unión Europea concedan ayudas a la reestructuración de viñedo -la Diputación se encarga de recibir las solicitudes que haya en Álava y tramitarlas- que supone arrancar plantaciones mientras que «nosotros destinamos una importante cantidad de dinero -cerca de 260.000 euros en el último año- a conservar esas viñas aunque sus rendimientos de producción no sean elevados. Pero su valor sentimental y también en cuanto a riqueza de variedades y conservación de paisaje es significativo».
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Faula es el nombre de uno de los vinos «más especiales» de Bodegas Mitarte de Labastida que Ignacio Gil elabora con uvas de una viña que ya no va a ser la misma. La Consejería de Agricultura del Gobierno de La Rioja le «obliga» a arrancar 0,15 hectáreas de las 0,32 que tiene el viñedo plantado por su abuelo hace más de siete décadas en San Vicente de la Sonsierra. Pese a llevar tres años tratando de evitar tener que pasar «este mal trago, la burocracia se lo lleva por delante», lamenta el bodeguero riojanoalavés.
El problema se originó en la «inscripción del viñedo en el registro vitícola». Hace cincuenta años «eso se hacía de manera manual y entonces el funcionario de turno se equivocó al inscribir el número de parcela». Aquel error administrativo tiene ahora sus consecuencias, «aunque en ningún momento nadie ha discutido que la finca fuera de nuestra propiedad».
Hasta que en 2017 la familia Gil fue conocedora del error por el catastro de Haro. «La parcela estaba registrada a nombre de un tercero que nada tenía que ver con nosotros y que nunca había reclamado nada porque había un error», confiesa Ignacio Gil. Actualizó la inscripción en el catastro pero el Ejecutivo de la comunidad vecina le comunicó que «1.500 de los 3.200 metros no coincidían y que debíamos arrancarlos porque ya no había opción de regularización». El último proceso se había cerrado en 2009.
El bodeguero de Labastida ni siquiera ha tenido la posibilidad de mantener esa viña «a cambio de ofrecer una superficie equivalente para arrancar otro viñedo más joven. Queríamos salvar el que plantó mi abuelo pero no ha podido ser», concluye con resignación.
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