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Hay personas que, ante la adversidad, hacen de la necesidad virtud. Mientras la crisis de suministros, agravada por la guerra en Ucrania, hace estragos en las baldas de los supermercados, los agricultores investigan aprovechar la escasez de girasol. Así lo empiezan a detectar en el ... sindicato agroganadero UAGA, donde esperan que las 2.174 hectáreas cultivadas en Álava el año pasado se queden cortas con respecto a las que se puedan cosechar este año.
Lejos de la psicosis por acaparar aceite de girasol, con su principal proveedor en guerra con Rusia, el desabastecimiento es temor más que fundado. El puerto de Tarragona, por donde entra la mayor parte de las materias primas de Ucrania en España, solo tiene existencias de maíz y otros cereales para poco más de un mes.
En manos de los agricultores está paliar esa escasez, pero todavía quedan algunas incógnitas por resolver. La principal es si las tierras puestas en barbecho se podrán utilizar para girasol, maíz y productos proteicos. En la cooperativa cerealística Garlan calculan que entre un 5 y un 7% de la superficie cultivable del territorio permanece hoy baldía. Para que se puedan poner en producción hará falta que Bruselas apruebe una modificación de la Política Agraria Común (PAC) que permita labrar estas parcelas. El diputado general, Ramiro González, hizo ayer suyas esta demanda y así se lo transmitirá a la UE a través del Gobierno vasco.
El tiempo no corre precisamente a favor. Tras la cosecha del trigo y la cebada, los kilos recogidos en Álava no son nada extraordinarios. «En diciembre se inundaron muchas fincas y algunos agricultores desistieron de cultivar porque para cuando tuvieron el campo a punto ya era tarde», describe Javier Torre, presidente de la UAGA. Ahora tocaría plantar aquellos que son de regadío, principalmente la patata y la remolacha. Dos producciones frente a las que los agricultores no se muestran especialmente entusiasmados.
«Para regar hacen falta un sistema de bombeo que usa electricidad», advierte Torre. En cambio el girasol es «más barato» en muchos sentidos. «Tanto por las semillas como por ser un cultivo de secano al que apenas hay que echarle abonos o herbicidas», añade el responsable del principal sindicato del sector primario. En ese sentido, augura que en comunidades vecinas como Castilla y León, con más superficie cultivable, el incremento será mucho mayor.
Los fertilizantes, es el otro factor que trae de cabeza a los productores locales. En Garlan, observan, su precio estará detrás del incremento más inmediato de la producción de girasol en Álava. Y mientras no se puedan usar los barbechos, Andrés García, gerente de la cooperativa –que controla casi 1.500 de las hectáreas de girasol de la provincia– aprecia los incrementos «desmesurados». Así lo están notando en la comunidad de regantes de Arrato, la segunda en tamaño del territorio. «En 2021 pagamos a 300 euros la tonelada de nitrato y ya estamos pagándola a 700», asegura José Miguel Bazán, su presidente.
Para evitar que el incremento de precios recaiga exclusivamente sobre el primer sector, el máximo dirigente foral reclamó que exista un «trato de rentas» para que también lo asuman los canales de distribución e incluso los clientes. «Si los grandes distribuidores no incrementan el precio que pagan al primer sector, el coste de la crisis recae en agricultores y ganaderos. Este pacto persigue que todos los elementos de la cadena colaboremos para soportar esta crisis», apostó.
Los labradores que usan sistemas de bombeo para regar están entre los más afectados por el alza de los costes. El litro de gasoil agrícola, dicen en la UAGA, se pagaba a 0,70 euros el litro el año pasado y ahora ronda los 1,40. La luz, también disparada, no augura un panorama halagüeño en comunidades de regantes como la de Arrato, la segunda más grande de Álava. Sin conocer a cuanto pagarán el agua de riego, no quieren ni imaginar cómo estarán los precios en verano. Hace unos meses inauguraban una planta fotovoltaica en Crispijana con la que buscan reducir sus costes. «El año pasado pagamos 60.000 euros de luz y este año hemos pagado 122.000 euros por los mismo metros cúbicos de agua. Y eso que hemos ahorrado un 20% gracias a las placas»
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