El mejillón cebra llegó a Euskadi en 2006. Apareció por primera vez en Álava, aguas abajo de Puentelarrá, en el río Ebro. Dos años después se detectó el primer positivo en el embalse de Ullibarri-Gamboa y en 2010 se confirmó su presencia en el ... de Urrunaga. Para 2012 este molusco bivalvo ya estaba en Bizkaia (aguas abajo del embalse de Gorostiza, en el Nervión a su paso por Arrigorriaga o en zonas del Galindo por ejemplo) y Gipuzkoa. Considerado especie invasora, casi dos décadas después de su desembarco en tierras vascas, y pese a la lucha incansable de Gobierno vasco, diputaciones y científicos, no cabe otra que admitirlo como un vecino más, aunque sea a regañadientes.
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Originario de agua dulces y salobres de los mares Caspio, Azov y Negro, se detectó por primera vez durante la década de los 80 en la cuenca del Llobregat. Tras desaparecer tras unas crecidas, regresó en 2001, esta vez en el tramo bajo del Ebro. Después, como el resto de Europa o en Estado Unidos, su expansión fue imparable. En España, por ejemplo, abarca actualmente buena parte de la cuenca del Ebro y así como las del Júcar, Segura, Guadalquivir, Cantábrico Oriental y cuencas internas de Cataluña. Se cree que llegó hasta estos lares viajando adherido al caso de algún barco mercante.
Adaptable y resistente hasta el punto de ser capaz de resistir fuera del agua hasta 6 días, incluso a temperaturas moderadas, el cebra se instala y crece en aguas calmadas. Pantanos, lagos, lagunillas o zonas de río en calma son sus lugares favoritos para hacer lo que hace cualquier ser vivo, sobrevivir, y si puede hacerse con el control. Su presencia acarrea una disminución del fitoplancton, la alteración en los lechos fluviales, y puede tener importantes consecuencias sobre las especies autóctonas presentes en los ríos. Conocida es su afición de apostarse en masa sobre las almejas de agua dulce, hasta matarlas. Tampoco es buen vecino para peces o cangrejos autóctonos con los que compite por el alimento y a los que fastidia con sus populosos asentamientos en los fondos fluviales, donde defeca y muere, dejando la zona en un estado poco amigable para la presencia del resto de especies. Aunque se ha comprobado que allá donde se instala su enorme capacidad de filtración aclara el agua, también es cierto que su frenética actividad reduce la concentración de oxígeno en el agua.
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Con estas credenciales, su erradicación fue el objetivo de la mayoría de las adminstraciones durante los primeros momentos. Con el paso del tiempo, y comprobado que eliminarlo es imposible biológica y económicamente, la lucha se centra ahora en minimizar daños y evitar que se implante en nuevas zonas. La atención está en las conducciones de agua tanto para el abastecimiento humano como para el regadío. Tuberías y maquinaria se protegen con filtros, pinturas antiadherentes y otros mecanismos que van llegando al mercado.
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En Euskadi, la Agencia Vasca del Agua (URA) lidera un combate en el que las tres diputaciones, Amvisa o el Consorcio a Aguas de Bilbao, así como expertos en distintos campos aúnan esfuerzos. Alvaro Ánton, profesor de la UPV/EHU, Zoólogo y Limnólogo (la ciencia que se encarga del estudio ecológico de los ambientes acuáticos continentales), es uno de los miembros de este equipo denominado 'Comisión de seguimiento y coordinación para el control del mejillón cebra en la CAPV', que se reúne una vez al año y mantiene contactos con grupos similares de otras comunidades afectadas. «Euskadi mantiene la preocupación y la inversión para el control de las poblaciones, pero hay que tener en cuenta que cuando una especie invasora se asienta, ya no se va y, en el caso del mejillón cebra, ha llegado el momento de encontrar un nuevo equilibrio», resume.
A la luz de los datos recopilados por URA, tras una etapa de crecimiento, parece que las poblaciones de la especie se han estancado. Medidas como la desinfeción de embarcaciones, útiles de pesca e incluso de las propias personas que practican deportes acuáticos, la instalación de sistemas de filtrado del agua o uso de pinturas antiadherentes… contribuyeron y aún hoy ayudan a que la expansión no continúe.
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No aptos para comer. Los Dreissena polymorpha, nombre científico de la especie, son unos filtradores incansables. Impurezas, metales pesados, productos químicos acaban en sus cuerpos, lo que los hace incomestibles para los humanos y otros depredadores.
Hasta en Garoña. En 2008, la presencia de los mejillones cebra llevó a los responsables de la central nuclear de Garoña a instalar filtros para evitar el colapso de sus tomas de agua, vitales en la refrigeración del proceso que se llevaba a cabo en sus instalaciones.
Desecado de lagos. En Estados Unidos y algunos países de Europa se ha probado a vaciar embalses y pequeñas masas de agua para eliminarlos a mano o químicamente. Funciona momentáneamente ya que con nueva entrada de agua, regresan las larvas.
Remedios de todo tipo. La lista de medidas usadas contra la especie va desde las químicas, que afectan al resto del ecosistema, hasta inyectarles CO2 directamente, exponerlos a ondas de baja frecuencia o rayos ultravioleta e incluso usar ozono. Ellos siguen avanzando.
Aunque la vigilancia abarca a todo el País Vasco, desde esta institución reconocen que los embalses del Zadorra, Ullibarri-Gamboa y Urrunaga son enclaves especiales. En ellos existe presencia de molusco invasor desde 2008 y ambos acumulan un importante abanico de actividades humanas relacionadas con el agua que son potencialmente propagadoras de la especie: abastecimiento, aprovechamiento hidroeléctrico, pesca, baño, navegación...
En el primero se encuentra el club naútico Aldayeta. Tanto sus responsables como sus usuarios han visto cómo la zona era tomada por los cebra. «Ha habido épocas en las que dejabas un cabo en el agua y al sacarlo tiempo depués estaba colonizado», cuentan desde club, que vigila con especial atención las bombas que usan para sacar agua y algunos mecanismos de las embarcaciones donde estos bichos se asientan. También en el caso de los veleros, a los que se adhieren provocando que pierdan velocidad. «Limpiamos piraguas, veleros y demás con agua a presión con una concentración baja de cloro, como nos han dicho. Parece que han ido a menos. Yo creo que ya no se ven tantos», cuenta un portavoz de Aldayeta.
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Ellos hacen su parte y llaman al resto de usuarios del embalse a hacer la suya. «Si no se desinfectan las botas de pesca, los hinchables con los que se juega en el pantano o las lanchas lo que estamos haciendo en llevar las pequeñas larvas al siguiente lugar en el que las usemos», advierten.
«La educación ambiental es fundamental. Si la sociedad no se implica en la gestión del Medio Ambiente, es una batalla perdida», anima Álvaro Antón. Su mensaje va en la misma línea que el de Andrés Illana, de Ecologistak Martxan en Álava: «Esta especie no es la mala de la película. Ellos se limitan a sobrevivir allí donde han sido introducidos, no lo olvidemos, por el ser humano. Ya sea conscientemente o de forma inconsciente como parece que es este caso».
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