![Álava espera un repunte de adopciones tras caer un 83% en la última década](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202204/17/media/cortadas/ala-adopcion-ky7C-U1601672194156iG-1248x770@El%20Correo.jpg)
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Los alaveses abrieron hace años sus hogares a las adopciones. Lo hicieron de par en par –no hace mucho, en 2004, por ejemplo, sólo desde China llegó una treintena de menores al territorio– pero con el paso del tiempo sus puertas se han cerrado. No ... del todo, pero casi. Las sucesivas crisis, el avance de otras alternativas para crear o ampliar una familia, como la reproducción asistida, o la creciente, y cada vez más exigente, lista de requisitos han hecho mella. El resultado es la caída en picado de estos procesos que, en el último decenio, se han reducido un 83% en Álava. De 30 en 2011 (con nueve de cada diez niñas y niños procedentes del extranjero) a apenas cinco en 2021 (con una rotunda mayoría de criaturas nacidas en el Estado, cuatro frente a una). Pero el próximo año «habrá un repunte».
La mirada optimista sobre la evolución de las adopciones en la provincia, que desde mediados de los ochenta ha recibido a través de esta vía a más de 800 menores, casi el 70% nacidos en el extranjero, pertenece a Susan Warner, presidenta de Ume Alaia Araba, la asociación alavesa de familias adoptantes. «En las charlas que hemos ofrecido en los últimos años solía haber cinco o seis personas y en las más recientes hemos pasado a cuarenta o cincuenta. No todas llegarán hasta el final, pero hay más que se lo están pensando», sostiene. Y eso que quienes han superado ya esos largos trámites les ponen «los pies en el suelo» y les advierten de la «intensa» crianza que requieren estos pequeños. «Casi todos presentan carencias», relata.
La subida, «pequeña», eso sí, que Warner espera para los próximos ejercicios, no resultará suficiente para alcanzar las cifras de hace unas décadas. Sin mirar demasiado atrás en el tiempo, en 2009, por ejemplo, 37 niñas y niños encontraron un hogar en Álava, en 2011 fueron 30, en 2013 ya bajaban a 26, en 2017 no pasaron de la decena... Hasta llegar a los cinco del pasado año. En 2019 fueron incluso menos, cuatro. «No va a ser ya como antes», subraya. Tampoco en el origen de los menores. Las adopciones nacionales eran hasta hace poco residuales, mientras que en el extranjero se multiplicaban las opciones. Bulgaria, Panamá, Bolivia, India, Mali, Polonia, México, Kazajistán, Colombia o Burkina Faso son sólo algunos de los países donde los alaveses adoptaron. Y en China, muchísimos, aunque el papeleo con el gigante asiático comenzó a complicarse en 2007 al pedir un mayor nivel de renta o de formación a los adoptantes de fuera.
Los sistemas de atención infantil han mejorado en la mayoría de los países, donde hoy abogan por las adopciones dentro de sus propias fronteras, y «algunos han pasado incluso de estar en guerra a entrar en una democracia», añade. Desde mediados de los ochenta, sin embargo, los alaveses han formado una familia con más de 600 menores extranjeros frente a unos 200 españoles. El cambio de tendencia en el origen se produjo en 2016, cuando los procesos internacionales (8) fueron, por primera vez, menos que los cerrados en el Estado (4), que hoy son «prioridad» para minimizar el impacto del desarraigo o de la búsqueda de los orígenes.
En las personas o las familias que quieren adoptar, en cambio, ha habido cierto parón en los últimos años a la hora de iniciar los trámites. «La idea de querer ser madre o padre, si existe, siempre va a estar ahí, pero se lo piensan más. No se toma tan a la ligera», percibe Warner, quien abrazó hace una década a sus hijos, dos hermanos nacidos en Rusia. Ella observa, además, «un cambio de mentalidad» que, junto a las crisis económicas o la pandemia, ha frenado las adopciones. «Antes pensábamos en estudiar, tener un trabajo y unas posesiones... y formar una familia. Eso ha cambiado», ahonda.
Susan Warner, presidenta de Ume Alaia Araba, no se anda con rodeos cuando habla con las personas y las familias que piensan en adoptar:«Vienen con mucha ilusión, pero el proceso no es fácil». No sólo por los plazos, que se miden en años, sino por las «adversidades» que han sufrido estos menores desde una edad temprana y que «antes o después acaban saliendo». La adopción es «un trago amargo» para estos niños y niñas, que querrían «tener una familia como todo el mundo» y no pasar por «un abandono».
Por eso, insiste la responsable de la asociación alavesa de familias adoptantes, el síndrome del salvador blanco resulta muy peligroso y «no debemos ir a otro país pensando que vamos a dar a sus hijos una vida mejor». Ella recuerda que estos pequeños «se sienten diferentes» y que «no hace falta tener unos rasgos muy destacados para sufrirlo, basta con tener unas carencias».
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