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El color amarillo gana presencia en el campo alavés. La colza se encuentra en plena floración y esta planta de la familia de las oleaginosas cada vez está más presente en la Llanada y los Valles Alaveses (cuadrilla de Añana). Ocupa ya una superficie de ... 1.449 hectáreas, casi el doble que hace dos años, y le gana terreno a otros cultivos como la remolacha o la patata, que entre la de consumo y la de siembra suman menos plantación.
Hace ocho años que Javier Briñas comenzó a trabajar la colza en el concejo de Tobera, en Berantevilla. «Las ayudas de la Política Agraria Común (PAC) nos obligaban a tener tres cultivos en explotación», recuerda, y desde la Unión Europea empezó a incentivarse la rotación de cultivos para preservar los suelos. En el caso del agricultor alavés, optó por mantener el trigo y la cebada –siguen siendo los mayoritarios– pero introdujo esta planta de color amarillo en detrimento de la remolacha o el girasol.
1.449 hectáreas de colza hay plantadas en Álava, según el dato oficial de la Diputación al cierre de 2021 (en 2019 había 864), y predominan en la Llanada y Añana. El número de productores ha crecido de 74 a 109.
Porque no se solapan sus fechas de siembra, lo que da más margen a los labriegos para planificar la campaña, y además su cultivo no exige una maquinaria distinta al cereal y tampoco demanda un suelo «especialmente rico. Al contrario, la colza es agradecida», asegura José Luis Fresno, director comercial de la cooperativa Garlan que integra al 80% de los agricultores del territorio.
Asimismo, estas plantaciones ayudan al control de las malas hierbas y de las plagas de insectos. Y también resisten a las adversidades meteorológicas, «pero qué duda cabe que en años buenos como puede ser el presente las cosechas mejoran de manera considerable». Las lluvias de las últimas semanas han impulsado su floración «y ahora necesitamos noches frescas y que no haga excesivo calor por el día, nada de temperaturas por encima de los 27 o 28 grados ni viento sur», apostilla Briñas.
usos principales
De esta manera, la producción puede rondar los 3.500 kilos por hectárea, si se cumplen las previsiones hasta la recogida entre julio y agosto, y su rentabilidad también va al alza. Ahora mismo la tonelada de colza se cotiza en los mercados «a unos 800 euros, cuando al cierre de la pasada campaña se pagaron 357», detalla Fresno. Este incremento de precios «también puede seguir animando a los agricultores a su plantación. Cada vez es más rentable aunque también los costes de los fertilizantes o de los combustibles están subiendo mucho», apunta el presidente de la Unión Agroganadera de Álava (UAGA), Javier Torre.
¿Y qué ha propiciado esta subida tan precipitada? A juicio del director comercial de Garlan existen dos razones principales. Canadá es el mayor productor del mundo de la colza de primavera –conocida como canola– y el año pasado vivió una sequía «terrible» que tuvo «gran» impacto en los mercados y el precio se disparó. La guerra de Ucrania aparece como la segunda causa porque «es el granero de Europa y uno de los grandes exportadores de aceite de girasol, cebada o maíz». Pero con la invasión por parte de Rusia su producción también se ha limitado.
Y cultivos como la colza «empiezan a emerger, no solo aquí sino en otras partes del mundo». En Francia, por ejemplo, el aceite que se extrae de esta planta es muy demandado y también su producción crecerá este año casi un 20%. «Aquí, en cambio, no tiene esa aceptación porque sigue en el recuerdo de la población la intoxicación que hubo en España hace ya más de cuarenta años», reconoce Torre. El destino de la colza alavesa es para elaborar combustibles como el biodiésel, fabricar aceites lubricantes para maquinaria industrial y también piensos para alimentar al ganado.
La Unión Europea ha sido sensible a las demandas de diferentes territorios, entre ellos Álava, para permitir que se cultiven en las tierras actualmente en barbecho y compensar de esa manera las dificultades en la importación desde el gran granero de Europa, Ucrania. En el territorio alavés hay alrededor de 2.800 hectáreas sin sembrar que se destinarán principalmente al cultivo del girasol y también al maíz para forraje.
La superficie ocupada por esta planta asciende a 2.174 hectáreas, según los últimos datos oficiales al cierre de 2021, que ocupan a 193 productores. Su producción ya había descendido el ultimo año –se contabilizaban 2.434 hectáreas en 2020, con 222 agricultores– y con la invasión de Rusia en el país ucraniano el déficit de girasol es aún si cabe más grave; porque, por ejemplo, España se abastecía del 60% de ese producto con origen en Ucrania, alrededor de 500.000 toneladas.
Por este motivo desde Álava se buscará una alternativa con esas tierras de barbecho. Y el girasol es la prioridad, porque los precios de venta están altos y también porque exige menos gastos de producción ya que al ser un cultivo de secano apenas precisa de abonos, fertilizantes o herbicidas, cuyos precios también se están disparando.
Los productores de girasol piden que en momentos «excepcionales» como el actual se puedan flexibilizar las condiciones para su plantación y reclaman que la decisión de sacar a cultivo las tierras de barbecho se pueda extender en el tiempo. Sin embargo, el Ministerio de Agricultura lo descarta por el momento ya que forma parte del paquete de medidas excepcionales y urgentes aprobadas por la Unión Europea para hacer frente a los efectos de la guerra de Ucrania y tienen esa limitación.
Con lo que las medidas que adopte Bruselas más adelante dependerán de cómo evolucione el conflicto y de las condiciones de producción y los mercados.
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